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el periodico de saltillo

Enero 2018

Edición No. 347


amloMorena-Coahuila y los “infiltrados”

David Guillén Patiño.

La palabra “infiltrados” se ha puesto muy de moda en Morena, dado que a su interior circulan a granel reportes relacionados con el arribo subrepticio de priistas y panistas, principalmente, que traen consigo la encomienda de tomar el control de las huestes del presidenciable Andrés Manuel López Obrador, a quien por cierto le aguardan sorpresas muy desalentadoras en su visita a Saltillo el próximo domingo 14 de enero.

Aunque se trata de una conocida maniobra de guerrilla política, en esta ocasión tal práctica adquiere una relevancia especial, ya que por primera vez en décadas se advierte una sofisticada labor de inteligencia, encaminada a consolidar en todo el país el imperio de la vieja clase política.

La implementación de esta estrategia desestabilizadora que, por su misma naturaleza, contempla tareas como las de dividir, espiar, aterrorizar, abortar mítines y acaparar candidaturas a puestos de elección popular, es la mejor prueba de que AMLO ha puesto en serio riesgo el insultante estilo de vida de quienes aún permanecen enquistados en las esferas gubernamentales.

El primer objetivo de dichos emisarios es, desde luego, desequilibrar al Movimiento de Regeneración Nacional, con lo que se haría tambalear también al tabasqueño, y todo por la sencilla razón de que su programa de gobierno plantea a sus adversarios un incómodo problema de fondo: es radicalmente incompatible con los intereses de ese círculo de cómplices que él mismo denomina “la mafia del poder”.

“Es curioso que en nuestros propios cuerpos directivos aparezcan repentinamente individuos con notable arraigo en sus partidos de origen”, me acaba de comentar un destacado elemento de los mandos centrales de Morena que apoyó aquí las recientes campañas electorales. “Casi ninguno de ellos se adhieren a nuestro partido por convicción ideológica o porque deseen sinceramente cambiar al país”, puntualizó.

Convengo con mi interlocutor en que la política de inclusión de López Obrador da lustre a Morena, pero por desgracia constituye su talón de Aquiles. En esta apertura indiscriminada, el gran error consiste concretamente en ceder, casi a ciegas, los mandos de la organización a individuos recién llegados, y lanzarlos a contiendas del INE, a pesar de que rara vez cubren los perfiles adecuados.

Hoy no es prioritario determinar si “El Peje” y su equipo cuentan efectivamente con un modelo de gobierno a la altura del proceso electoral que se avecina. Lo que debe interesar es si al sistema le alcanzará el tiempo que resta de aquí a esa fecha para detener el avance de Morena y concluir su desmantelamiento.

Esta cuestión no es asunto menor si tomamos en cuenta el hecho de que este año algunos militantes (o presuntos militantes) morenistas se están estrenando como funcionarios públicos en los estados de Coahuila, México, Veracruz y Nayarit, lo cual es preocupante cuando vemos que muchos de los nuevos servidores no han hecho realmente suyo el ideario que da sustento al Proyecto Alternativo de Nación.
Ciertamente, “la esperanza de México” está a punto de pasar su prueba de fuego, así que se impone la necesidad de que quienes se ostentan como la única opción de “cambio verdadero” diseñen una forma confiable de evaluar el grado de honestidad y lealtad de sus recién electos ediles y legisladores.

Llegó igualmente la hora de verificar si la intención de AMLO de dignificar el ejercicio político es mera propaganda, o bien, si sus advertencias disciplinarias tendrán efecto en el terreno de los hechos, considerando que los principios que impone a sus funcionarios son vistos como utópicos e irrisorios: “no robar, no mentir, no traicionar”, de lo contrario serán expulsados... ¿Estamos en la antesala de una purga?

Lo que sí podemos afirmar es que dichos lineamientos ni siquiera hacen cosquillas a quienes provienen de una cultura política cuya principal fortaleza se llama corrupción, que a su vez tiene varios hijos: demagogia, autoritarismo, nepotismo, delincuencia y rezago.
Prevalece así la misma cuestión: ¿Cuántos individuos de esa calaña fingen hoy representar los intereses y la agenda de Morena desde sus nuevos cargos? ¿Están todos dispuestos a ser probados en la observancia de los referidos principios? Salta a la vista que no todos lo están. En esto profundizaremos otro día.

Mientras tanto, conviene que alguien haga saber a López Obrador lo que ninguno de sus allegados se atreve a contarle, como no sea endulzarle el oído: en concreto, que su partido naufraga en Coahuila o, usando otra ilustración, que su proyecto en esta entidad pende de alfileres insertados en malvavisco. Que el hijo de Tepetitán no se equivoque. No hay otra verdad.

Si el aspirante a dirigir los destinos de la nación pensaba que aquí únicamente sus chicharrones truenan, sólo por el hecho de que Morena se colocó como la tercera fuerza política del estado (gracias básicamente al “efecto AMLO”), la novedad es que eso todavía está muy lejos de la realidad.

Esto es lo que hay:

1.- Un partido escindido, sin dirección y sin presencia.
2.- Una dirigencia estatal ajena a la problemática interna, promotora del divisionismo y sorda ante las bases.
3.- Nuevos servidores públicos que actúan autóno- mos y muy condescendientes con operado- res de otras filiaciones partidistas. Dicho de otro modo, Morena no está, hoy por hoy, en condiciones de ganar el 1 de julio, al menos en Coahuila.

El eventual avance real que pudiera registrar, vía comicios, sería atribuible a que uno de los segmentos del partido, a lo mucho dos, no han dejado de ganar adeptos, haciendo labor “territorial”. Pero hay que decir que se trata de esfuerzos aislados y sin colaboración alguna por parte de la dirigencia estatal.

Es precisamente de entre estas células de donde surgirán en 2019 los próximos directivos. Mientras tanto, algunos líderes de estos grupos, que ya se cuentan con los dedos de ambas manos, no dejan de robarle cámara a la presidenta Miroslava Sánchez Galván, que continúa replegada en La Laguna.

He aquí, algunos de los nombres de quienes ejercen “el poder detrás del trono”: Rogelio Ramírez, Juan Pablo Rodríguez, David Esqueda, Alma Rosa Garza, Alejandro Navarro, Isabel Peña, Hilda García, Claudia Garza, Raúl Mario Yeverino y Armando Guadiana, entre otros.
Ya habrá ocasión también de hablar en torno a los operadores externos, con sus nombres y los de sus partidos, que tienen metidas las manos en Morena-Coahuila.

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