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el periodico de saltillo

Mayo 2018

Edición No. 351


El Nuevo PRI de Peña al borde de la derrota

Jorge Arturo Estrada García.

 

Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás.
William Faulkner.

Más que las ideas, a los hombres los separan los intereses.
Alexis Tocqueville.

 

El país apesta y ni siquiera sabemos cómo empezar a arreglarlo. La elección está definida y los personajes que se perfilan para gobernar aportarán muy poco. Sólo podremos escoger entre ellos, o abstenernos, igual perdemos. Estamos tan divididos que mientras que los ciudadanos sostenemos feroces enfrentamientos verbales y digitales, en las alturas ya se cocinan los arreglos. Los empresarios y el grupo en el poder pactan impunidad, canonjías y negocios al amparo del erario. La errática actitud de Andrés Manuel López Obrador solamente aumenta la desesperación de estas élites que tienen que salir a campo abierto a reclamar sus prebendas, reclamando, amenazando y negociando.

Los autores de la profunda crisis política y social en la que nos encontramos, Enrique Peña, su grupo del Edomex y los inefables virreyes, decidirán si apoyan a López Obrador o lo enfrentan, si se definirán a aliarse con Ricardo Anaya, para tratar de contener los daños y sacar tajada de la situación. Todavía tienen fichas que negociar y serán factores en los resultados.

Mientras, la incertidumbre desatada desplo- ma al peso, la inflación se come los salarios; los intereses bancarios atenazan a los ciudadanos, y la falta de dinero para la gasolina de sus autos que aún deben. Lo que cotidianamente les recuerda la precariedad de su clase media y su riesgo de volver a transitar por la pobreza mexicana que crece aceleradamente. Todo esto en el marco de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio, impuestas por Donald Trump y enfrentadas por una de nuestras peores generaciones de políticos y funcionarios.

De ese tratado depende la viabilidad económica de Saltillo y nuestra región. Atrapados en la zona de confort o envueltos en la vorágine por la diaria supervivencia, nos volvimos pésimos ciudadanos. Dejamos el camino libre a una clase política depredadora que mutiló los sueños de progreso de miles de familias por generaciones, y dejó dolor y sangre en nuestros barrios y colonias. Así, ocasionalmente protestamos por los excesos de corrupción e impunidad que marcaron a nuestra entidad, claro lo hacemos en redes, con un tímido like o un impersonal share.

La elección está definida y los personajes que se perfilan para gobernar no aportan soluciones para el bienestar de los mexicanos. Desde el principio es evidente que Enrique Peña Nieto calculó mal la irritación social hacia él y a su clase gobernante. En la mente del presidente parecía sencillo inventar a un candidato, que no pareciera priista, que tuviera buenas credenciales académi-cas y una personalidad dócil y afín al peñismo. Cada presidente, al designar a su candidato, se siente Plutarco Elías Calles construyendo un Maximato. Para Peña era normal pensar de esa forma, es lo único que conoce. Él fue construido de la nada por un equipo de expertos respaldados por grupos políticos y empresariales. Así, él enfrentó a López Obrador que se presentó en la más mala de sus versiones de candidato, y a Josefina Vázquez Mota que se ha convertido en el ejemplo de buen perfil y pésima candidata, lo mismo que Margarita Zavala. Ganó por muy poco en medio del tufo de fraude electoral.

El factor miedo decidirá la elección de este año: el miedo al cambio con incertidumbre, el miedo al Prian, y el miedo a que todo siga tan mal como ahora. López Obrador es acusado buscar solucio- nes al estilo del Luis Echeverría del Desarrollo Compartido, su enfoque social, su rechazo al imperialismo y a los empresarios díscolos. Echeverría fue un tipo audaz y nacionalista, que no mostró respeto por la economía clásica: rescató cientos de empresas de la quiebra nacionalizán- dolas; contrató deuda y echó a andar la máquina de imprimir billetes; decretó aumentos de salarios mínimos de emergencia y frecuentes, se involucró en temas de los subdesarrollados para formar un bloque que enfrentara al crecimiento del poderoso mercado; y finalmente disparó la deuda externa, la inflación y su descrédito.

Su sexenio quedó íntimamente ligado al siguiente, cuando impuso a José López Portillo como su sucesor. López Portillo vivió tres momentos cruciales en su gestión: un inicio turbulento con el país metido en inflación y deuda externa creciente, escasos ingresos y un empresa- riado molesto; en la segunda etapa, los nubarrones parecieron disiparse al encontrarse nuevos y riquísimos yacimientos de petróleo, a esos precios “debíamos prepararnos para administrar la riqueza”, anunció Jolopo, los banqueros extranjeros perseguían a los funcionarios para ofrecerles créditos ilimitados; la tormenta se desató en la parte final, los petroprecios se desplomaron, los intereses de la deuda se incrementaron, la moneda se deva- luó junto al presidente, y los empresarios mexica- nos, como siempre, apostaron contra el peso y sacaron sus fortunas del país, se decretó el control de divisas y López Portillo expropió la banca. Primero lloró por los pobres y luego por perder la batalla de la defensa del peso. Las élites no los perdonaron, y al igual que Echeverría fue estigma- tizado, sus sexenios son conocidos como la Docena Trágica.

La audacia, el intento nacionalista y de desarrollo compartido entre todas las clases sociales, fracasó. El mercado y sus promotores internacionales los derrotaron. México quedó arruinado y la sentencia del Banco Mundial y la OCDE fue: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, frenar el gasto y la inversión públicas; abrir los mercados y las fronteras, entregar a los empresarios nacionales y externos los ferrocarriles, los bancos, las acerías, los teléfonos, las empresas, los puertos, las carreteras, luego rescatar a los banqueros de sus megaquiebras con los recursos públicos, etcétera.

Actualmente, el presidente Peña ha incrementado la deuda externa al máximo en su historia y con intereses altísimos, devaluó el peso a casi al doble y ya es, también, un presidente devaluado. De igual forma, utilizó el déficit presupuestal para apalancar su proyecto político, mantener contentos a los gobernadores con miles de millones en transferencias presupuestales, y miles de millones más, para ganar elecciones y en blindarse contra los medios; además, agotó la “gallina de los huevos de oro” Pemex, cerró refinerías y entregó el mercado de las gasolinas a los tejanos. Otra vez el país está arruinado y en manos del mercado y las trasnacionales. Los mexicanos volvimos a perder.

El Nuevo PRI de Peña está al borde la mayor derrota de su historia. Su discurso se ha desgastado y el rechazo ciudadano es muy amplio. Sus fallas amenazan con destruirlo, lo más seguro es que el primero de julio sea catastrófico, se quedaría sólo con 60 o 70 diputados federales, según Mitofsky de a fin de abril.

Derrotados ante la opinión pública, el PRI enfocará sus esfuerzos en el trabajo por tierra. Dice que va al encuentro de su militancia. Vere- mos, si regresan los logos, los colores y la confian- za. También veremos si José Antonio Meade sigue siendo apoyado con la misma intensidad. El cese fulminante de Ochoa Reza evidencia el tamaño de la crisis. Videgaray y el grupo Toluca van siendo desplazados, una de las intenciones es tratar de amarrar a los gobernadores del tricolor. Si ellos traicionan, Meade estará perdido. Y tal vez Peña y muchos exgobernadores serían perseguidos.

En Coahuila, el susto de Meade y las nuevas instrucciones de hacer presencia entre los clasemedieros sacó a los candidatos del tricolor de su parsimonia de recorrer colonias en las que las lideresas les arriman gente y les ponen playeras verdes para la foto y la selfie.

Incluso en el estado más priista del país, el PRI estaría en riesgo de perder todo lo importante: senadores, diputaciones y los municipios grandes. Salvo Saltillo, y los minis municipios son fuertes. Sólo la alquimia y la ingeniería electoral del Modelo Coahuila salvarán a Manolo Jiménez. El no creció ni políticamente ni en aceptación entre los ciudada- nos a pesar de ser presidente municipal. En ocasiones parece un parche mal pegado en el intrincado tejido del sarape de Saltillo. El grupito de juniors y recomendados no muy capaces ni muy trabajadores, también “sobrinos” de Isidro López, ya lo hicieron gobernador y apenas es el primer año de Miguel Riquelme. El joven alcalde ya no pisa el suelo cuando camina por las deterioradas y empinadas calles de la ciudad, más bien flota vestido con camisas importadas y caras, mientras reparte camisetas corrientes a sus seguidores. Tan feas están que él nunca se las pone, tal vez porque se arruinaría su look y la foto pa’l face.

Lo cierto que el triunfo de Manolo hace 10 meses no lo obtuvo ni la personalidad, ni el discurso, ni los compromisos mediocres, entonces, ganó la operación electoral que vino directamente del principal operador del tricolor en Coahuila, Rubén Moreira, a través de David Aguillón, Álvaro Moreira y Diego Rodríguez.

Involucrado en una irrespetuosa y prematura carrera al Palacio Rosa junto a Jericó Abramo, Chema Fraustro y Enrique Martínez Morales, Jiménez ha mostrado la fragilidad de su perfil y la burbuja en la que lo metieron los aduladores que van tras el dinero y los negocios. En contraste, el gobernador Miguel Riquelme mantiene un perfil bajo, sin estridencias, sin perturbar el ambiente, metido en deshacer entuertos mientras construye los cimientos de su difícil gestión; casi seguramente no le gustará el acelere de los políticos saltillenses y piensa más en dos o dos tres de sus amigos laguneros, como sus potenciales sucesores. Riquelme aprendió mucho en los seis meses de lucha postelectoral.

Las propuestas de una Smart City e internet gratuito, recuerdan más a las puntadas del Richy que a un proyecto serio. Sin tanto aspaviento, Riquelme ya le arregló el próximo trienio a quien sea alcalde de Saltillo ya planeó la construcción dos o tres parques, un teleférico, un microbús y sus rutas alimentadoras y el puente en Isidro López y periférico Echeverría. En Austin pudieron haber aprendido acerca de la ciudad del conocimiento, de los clústers tecnológicos, de los centros de investigación de sus universidades y educación de alto nivel, y de su centro histórico, recuperado y embellecido, promotor de las artes.
¿Será tan difícil distinguir entre Mentefactura y manofactura?

El PRI es como Terminator, y siempre revive. Veremos si el cambio de estrategia funcio- na. Para finales de mayo lo percibiremos con mayor claridad. Muchos tricolores coahuilenses no aprendieron las lecciones del año pasado, siguen desconectados de la realidad. No se percatan de que la población estaría dispuesta a repudiar los fraudes tomando calles y plazas.

En las alturas, en donde tradicionalmente se resuelven las cosas, el miedo se apoderó de Carlos Slim y sus pares, y los alfiles del Consejo Mexicano de Hombres de negocios salieron a intentar atajar a López Obrador. Pusieron más miedo sobre la mesa: amenazas de pérdida de empleos, retiro de empresas e inversiones.

López Obrador, soberbio o inconsciente, se fue sobre los pérfidos empresarios “explotadores”. Las próximas batallas serán de ricos contra pobres, de Prian contra Morena; de los políticos contra los desertores, de Fifís contra chairos, etc.

Transitamos una guerra electoral sin ideologías. En la batalla por las mentes, a partir de las emociones, va ganando el simplista y dogmático predicador tabasqueño del amor y paz.

A las propuestas nadie las atiende, sólo los medios, despistados y los perdedores son quienes las exigen. Los carismáticos necesitan sólo tres o cuatro ideas sencillas para generar adhesiones. Pero, para que un mensaje sea atendido es indispensable que el emisor sea confiable. Y la confianza es lo más escaso en la realidad mexicana actual, ya sea entre los políticos como entre los ciudadanos.

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