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el periodico de saltillo
Julio 2017
Edición No. 341


Jan Hus


Alfredo Velázquez Valle.


“La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el significado real del mundo sin corazón,
así como es el espíritu de una época privada de espíritu. Es el opio del pueblo”
Karl Marx. (1818-1883).

 

Un 6 de julio de 1415 moría en la hoguera Jan Hus, sacerdote católico que predicó contra los abusos que la Iglesia de Roma cometía contra las capas desheredadas de esa sociedad de la tardía Edad Media del centro-este europeo: los campesinos.

Hus, tuvo el mérito de haber lanzado la primera de las subsiguientes críticas serias al sistema corrupto que la iglesia de Roma ejercía sobre una población doblemente explotada y vejada por una nobleza terrateniente y un clero demandante.

De Hus abrevó Thomas Munzer, el sacer- dote revolucionario que sobrepasando las limi- taciones de clase y prejuicios racistas del fraile agustino de Eisleben, redactó el Sermón ante los Príncipes (13 de julio de 1524) en el cual afirmó que las clases empobrecidas veían con más claridad que los príncipes desorientados por una casta sacerdotal corrompida; preconizó la toma de las armas para allegarse una especie de socialismo basado en la abolición de privilegios, disolución de monasterios, creación de refugios para desposeídos, donaciones para los pobres, una igualdad para todos.

De julio de 1415 a julio de 1789 (374 años después) las masacres perpetradas por la nobleza protestante y católica alemana contra aquellos campesinos empobrecidos, habían rendido fruto porque apuntalaron los bastiones en que dichas clases privilegiadas tenían asentados sus reales: la gleba, el siervo y la religión.

La Revolución Francesa que inauguró el inicio de una nueva época en el devenir de la humanidad (la hegemonía mundial del capitalismo) pudo contra el sistema feudal y sus dispensas; sin embargo, pudo poco contra este otro poder, el de la Iglesia, al solamente subordinarla a un Estado que por otra parte, le devolvió su autonomía recién comenzado el siglo XX.

Es en el inicio del recién pasado siglo XX cuando sobreviene la Revolución Mexicana, primera revolución victoriosa de cuantas se mani- festaron y que pocas no fueron.

Al triunfo de la misma, un Congreso Constituyente reunido en la ciudad de Querétaro en 1917, cobijaba al pueblo de México con la más progresista y radical de cuantas Constituciones habidas en la larga y tortuosa historia de la humanidad: la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

En ella, (yendo mucho más lejos que las medidas tomadas por la Revolución de 1789, prototipo de las Revoluciones hasta ese entonces) el papel de la religión, a través de la Iglesia Católica, quedó totalmente nulificado. El Artículo Tercero de dicha Carta Magna arrebataba de manos del clero la instrucción pública al decretar en su parágrafo segundo que:

“Ninguna corporación religiosa, ni ministro de ningún culto podrán establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria.” (Mejía, 2003)

Entre los constituyentes que votaron esta medida anti-clerical que emancipaba a la nación mexicana de las tinieblas del fanatismo, los prejuicios, el dogmatismo y las ignorancias, hemos de citar a Heriberto Jara, nacido precisamente un 10 de julio de 1879.

Por último, es un 31 de junio cuando el presidente pos-revolucionario, Profr. Plutarco Elías Calles, decreta la suspensión de cultos en respuesta a la actitud insumisa del clero católico ante los lineamientos del citado artículo tercero constitucional; iniciándose con ello, la llamada “Guerra Cristera” que costó a la nación 250 mil víctimas. Aún hoy en día, la Iglesia Católica Mexicana no pide perdón a la nación por estas víctimas de las cuales es responsable directa.

De Jan Hus a Calles, el recorrido crono- lógico es de más de quinientos años en los cuales la Iglesia Católica ha logrado sobrevivir y adaptarse a las circunstancias históricas más adversas.

En enero de 1992, una nueva reforma educativa promovida y sancionada por el poder constituido y a través del presidente espurio, Carlos Salinas de Gortari, devolvía sus fueros a la Iglesia de Roma. En aquel ayer, el Sol del neoliberalismo se encontraba en su carrera ascendente… y tenebrosa.

En algún día de este mes de julio, cuando la rodela del Sol, de este otro Sol que nos parece más abrazador por los cambios climáticos, debería de ser instituido, en el pleno contexto internacional, el mes de la lucha libertaria de la humanidad del yugo de la(s) religión(es) y su inevitable secuela: la pobreza -en más de un sentido-.

Bibliografía:
Mejía, S. H. (3 de abril de 2003). https://www.uv.mx/cpue/colped/N_2526/publsalv.htm. Recuperado el 15 de junio de 2017, de https://www.uv.mx/cpue/colped/N_2526/publsalv.htm: https://www.uv.mx/cpue/colped/N_2526/publsalv.htm

 
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