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el periodico de saltillo

Noviembre 2017

Edición No. 345


La partidocracia lo corrompe todo

Jorge Arturo Estrada García.

El poder no consiste en golpear siempre o con frecuencia, sino en golpear oportunamente.
Honoré de Balzac.

La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida,
por la elección hecha merced a una mayoría incompetente.
George Bernard Shaw.


La partidocracia lo corrompe todo. La débil democracia mexicana está en riesgo de desaparecer. Los partidos y los políticos han desprestigiado a las instituciones. La clase política actual, tan ávida de poder y de riquezas inmediatas, es cínica y mentirosa. Para ellos no existen ideologías, ni fidelidad a principios partidarios. Ellos son la casta dorada del país que sirve y protege a los poderosos megamillonarios nacionales e internacionales. Claro, a cambio de impunidad y manos libres.

Esta clase política se prepara para las elecciones nacionales del 2018, presidenciales y legislativas; además habrá nueve gubernaturas, varios congresos locales y cientos de alcaldías en juego. Decenas de miles de millones pesos, procedentes de fondos públicos, serán canalizados para captar votos o de plano para comprarlos. Lo que menos importa es convencer se trata de ganar a costa de todo.

Enrique Peña Nieto parece obsesionado con ganar las elecciones del 2018, a pesar que conoce que el 75 por ciento de los electores lo rechazan a él y a su partido. La base social corporativista, que hizo grande al PRI durante 70 años, ya es inexistente; ni la CTM, ni la CNC, ni la CROC jalan votos; los priístas fieles se van muriendo.

Ahora, la estrategia se basa en comprar sufragios con programas sociales clientelares entre quienes conforman la desideologizada nueva estructura tricolor; el día de la elección, con billetes se pagan los votos y para “amarrar” el compro- miso, y prometer un futuro, se entregan Tarjetas Rosas, Monederos, etcétera.

El presidente, con dedicación digna de mejor causa, ha ido construyendo un proyecto que cubre todos los ángulos; tuerce las leyes y las estira, y tapa casi cualquier resquicio por donde la oposición pudiera colarse.

Sabe que va a perder, pero no se resigna. Sabe que va a perder porque no cuenta con los votos suficientes. Sabe que el PRI se va rezagando hasta el tercer lugar, y entonces planea pulverizar el voto opositor alentando la aparición de candidatos independientes y semi-independientes de todos colores y sabores; también echará a andar los programas sociales y la maquinaria propagandística; atacará con fiereza a sus adversarios a través de gatilleros y redes, entre otras muchas cosas. Para conservar el poder todo vale.

Es un presidente acorralado, desprestigiado, y reprobado por los ciudadanos, que intenta pegar los pedazos del partido que ayudó a fracturar con sus incapacidades y que en seis años lo ha colocado en una posición tan endeble. El único camino que le quedaría al PRI de Peña para el 2018 será imponer a su sucesor y hacerlo ganar a contrapelo. Consciente de su debilidad ha ido pactando con los gobernadores tricolores. La estrategia es clara y ya fue ensayada; las tácticas serán sucias. Se trata de sacar la mayor ventaja en todos los terrenos, en lo lícito y lo ilícito. Van a jugar en Súper Libre, con cancha dispareja y el árbitro casi totalmente comprado.

El estado de México fue el laboratorio escogido para el ensayo del 2018, pero Coahuila estará dejando más y mayores lecciones. El TEPJF y el INE están en abierta confrontación. Están sometidos ante las exigencias de un gobierno que no quiere perder el poder, que le importa poco el desprecio ciudadano y que hará todo para ganar el 2018. No le importa el desprestigio de los árbitros, ni la credibilidad del proceso completo.

El Tribunal Electoral Federal le allana el camino al PRI-Gobierno rumbo al 2018. Ya tumbaron las decisiones del INE para una “cancha pareja”, en las que se prohibía la promoción personalizada con recursos públicos, y la propaganda disfrazada de entrevistas y periodismo, favoreciendo a las televisoras. También invalidó las regulaciones sobre la propaganda oficial, el reparto intensivo de beneficios de programas sociales y la entrega de tarjetas y monederos durante las campañas electorales. Se vale la compra de votos con “pagos chiquitos y a futuro”.

Peña Nieto sabe que necesitará toda la ayuda posible, y ya la encontró en magistrados del tribunal electoral. Actualmente las batallas que enfrentan a los consejeros del INE con los magistrados del TEPJ, permiten vislumbrar los escenarios del 2018 y los niveles de incertidumbre que se registrarán. Las instituciones encargadas de la democracia y garantizar el proceso electoral se encuentran infiltradas y contaminadas. La partidocracia las contamina.

En el Edomex, Peña Nieto sometió al gobernador Eruviel Ávila e impuso a su candidato Alfredo del Mazo Maza. El presidente dispuso que los programas federales fueran implementados a gran escala para conquistar voluntades en su estado natal. Luego, al percibir la debilidad de su candidato, ayudó a inflar al perredista Juan Zepeda, y de esta forma, cancelar su potencial alianza con Delfina Gómez, la sorprendente candidata de Morena. Así se obtuvo el triunfo más apretado en la historia del tricolor en tierras mexiquenses. Los estratosféricos topes de campaña establecidos en esa entidad, la pasividad de Morena, y los decretos del Trife dieron el margen para que la sucia victoria de del mazo no tuviera mayores sobresaltos, ni en la calle, ni en el INE, ni en el Trife.

Ante la audacia de Peña Nieto, al Peje le dio miedo protestar con fuerza los resultados por temor a que le dijeran que se parece a sí mismo. Y que no ha cambiado su letanía de voto por voto y de perdedor sempiterno. Ya se ha creído que es puntero para el 2018, y que debe jugar cauto porque su triunfo es imparable, y en Televisa ya tiene amigos. Peña se salió con la suya. Ochoa Reza libró esa prueba y detectó que la pieza clave está entre, sus “cuates”, los magistrados del tribunal.

En el Caso Coahuila, el bajísimo techo de campaña metió en problemas a todos. Actualmente, Riquelme necesita de la ayuda de los magistrados para ser gobernador. Los votos no cuentan, el cabildeo manda en materia electoral. Al gobernador Rubén Moreira le permitieron imponer a su candidato, pero sus operadores fallaron. No comprendieron que el contexto político y social es sumamente adverso para el tricolor en Coahuila, han sufrido demasiado desgaste.

Además, el candidato Riquelme era sumamente débil, tanto que perdió en todas las ciudades importantes de la entidad con excepción de Saltillo, en donde Armando Guadiana y Javier Guerrero le arrebataron votos a Memo Anaya. La pulverización del voto opositor le dio la ventaja decisiva a Miguel Ángel quien tuvo una campaña desastrosa.

Claro, que la incapacidad de construir campañas ganadoras de Anaya, Guadiana y Guerrero resultaron de gran ayuda para el PRI. Quedó en evidencia que el tamaño de sus egos es similar al error de competir entre sí, y pavimentar el camino de Riquelme para llegar al Palacio Rosa. Tal vez, así serán recordados por la historia.

En el PRI Coahuila fallaron todos y no pudieron ganar. Para ganar hay que convencer y no lo han podido hacer. Incluso, luego de cinco meses de publicados los resultados. La incertidumbre en Coahuila ha sido enorme. Y ha sido una previsualización de lo tenebrosas que serán las elecciones en 2018. El Modelo Coahuila de ganar en los escenarios más adversos, mediante la pulverización del voto opositor, el uso de maquinaria aceitada, de programas sociales, y de ayuda de los árbitros, ya está siendo refinado en Los Pinos. Ochoa Reza ya invitó al gobernador Rubén Moreira a que se integre al CEN del PRI.

Anaya ha logrado llegar hasta el final con sus litigios y sus protestas por la sucia elección. Memo y sus aliados consiguieron consolidar la percepción de que Riquelme no ganó en junio. Ellos, también lograron generar un impresionante movimiento social que, posteriormente, no supieron administrar y alimentar.

El movimiento social se apagó. Pero, la irritación ciudadana permanece, y casi cualquier chispa podría hacerla estallar. Se busca el poder, no los consensos, ni mucho menos cuidar a la elusiva democracia mexicana.

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