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el periodico de saltillo
Junio 2017
Edición No. 340


La ambición y la vanidad de Peña Nieto

Augusto Hugo Peña Delgadillo.

 

¿Qué obtuvieron los del Concejo Coordinador Empresarial, el Consejo Mexicanos de Negocios y el PAN con haber impulsado a Peña Nieto a la presidencia por medio de un fraude electoral? ¡Nada! Absolutamente nada positivo, hundieron a México en la ignominia y a los mexicanos en la miseria. Ahora se lamentan plañideramente de verse ellos y a México sumidos en una trampa.

 

El general Carrillo Olea asegura que las únicas dos fortalezas de Peña Nieto son su ambición y su vanidad; no lo veo así, para mí su vanidad y sus ambiciones desmedidas son sus principales debilidades, porque creyéndose un semidiós, en el terreno de la cosa pública es un don nadie, una piltrafa de la política, pero en fin, Don Jorge Carrillo lo ve desde otro ángulo, porque dice que Peña Nieto amontona sus sueños y fracasos en el cajón de las frustraciones, en esto estoy de acuerdo, porque logros como gobernante no ha tenido ninguno, todo lo que hace, dice y piensa se relaciona exclusivamente con acumular riquezas para él, aunque todas ellas provengan del hurto.

Sobre Peña Nieto el general agrega: “Su vida pública fue un rosario de logros provincianos en los que la protección familiar, la indulgente clase política de su estado y no pocos recursos financieros, aceitaron su ascenso hacia la presidencia. No supo de fracasos y frustraciones, de eso que forma y fortalece al hombre dotándole de agudeza, energía y estoicismo ante lo adverso”. Por ello Don Jorge Carrillo Olea ve a un hombre solo y su vanidad, solo y su ambición. Reitero, esas cualidades de Peña Nieto no son fortalezas sino debilidades, y no son las únicas, el haber crecido en medio de abundancia sabiendo que ese fruto del que gozaba era mal habido, lo convirtieron en un sujeto lleno de defectos y nulo de cualidades positivas, en un don nadie prácticamente.

Peña es un ser inerme que por sentirse a sí mismo un don nadie, es dado a desconfiar de todo y de todos y por ello designó a quienes cree que son sus amigos e incondicionales a ocupar los puestos más relevantes de su gobierno, los que ciertamente son iguales que él, inconfiables. Se atiene a un carisma que le fabricaron y a las fortalezas rapaces de su partido, las que hasta ahora y después de más de cuatro años de estar gobernando, no le han servido más que para hundir a México en el descrédito, en las deudas y en un mar de corruptelas, las que con su oleaje incontrolable, arrastran al país, a los mexicanos, a él y a sus allegados a las profundidades de la miseria.

La miseria para muchos es el no tener ni para comer, para él y sus cómplices “de confianza” son el verse acorralados en un descrédito superlativo. Aunque naden en dinero robado y obtenido con el esfuerzo de los mexicanos más pobres, a los que ha usado inmisericordemente como un medio para lograr un fin, no les servirá de nada, porque si bien van a terminar su gestión a tontas y locas con sus bolsillos retacados de dinero, su futuro depende de continuar dentro del poder político, ya que de ser expulsados de la cosa pública como se vislumbra, no van a completar con ese dinero para el pago de abogados, y no ir a parar a la cárcel. Ese es el destino que les espera.

Prosigue el general con su comentario: “La estabilidad del gobierno está montada en el lomo de un caballo salvaje. Los procesos electorales locales del próximo 4 de junio e inmediatamente después de ello, los comicios federales del 2018, son otra amenaza para la estabilidad y se insertan también en el círculo punzante de la seguridad interior, por el clima de violencia extrema que se puede anticipar”. La realidad es que la inestabilidad ya estaba antes del 1º de diciembre del 2012, y prueba de ello fue que se cocinó el fraude electoral, coludiéndose el PRI, el PAN. El Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios para que el PRI ganara, sabiendo que el PAN no tenía posibilidades y, para cerrarle el paso a otra opción, la de izquierda que prometía llevar a los Pinos a López Obrador.

Entre otras muchas cosas, el general Carrillo Olea dice: “La arrogancia de Peña Nieto convocó a todas las brujas y sus maleficios. Se equivocó de manera contundente, no concibió el complicado mundo en que vivimos ni descifrar a México con sus tremendas complejidades, sus riquezas y miserias. No supo distinguir la fuerza de las alianzas latinoamericanas ni concebir una relación llevadera con Estados Unidos. Fue arrogante ante aquel intenso país. Hay que recordar que no realizó una visita de Estado a Washington ni con el accesible Obama”. Y no solo eso, tampoco pudo contener ni con el mínimo de dignidad los embates de Trump, metiendo a los mexicanos en un berenjenal del que nadie nos va a sacar. Por eso, por su vanidad, su codicia, estulticia, sus aires de grandeza y su acendrado espíritu de un clásico don nadie, hundió al país en la miseria y a su propio partido, en el mundo de la nada. O, ¿usted qué opina, apreciable lector?

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