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el periodico de saltillo

Diciembre 2017

Edición No. 346


Javier Gerrero GarciaEl corcel Negro

Samuel Cepeda Tovar.

Ciertamente de los candidatos en contienda era el más idóneo, pues tenía virtudes y cualidades que los demás no poseían, entre ellas, su origen, pues no nació en cuna de oro ni dentro de una élite que le asegurara diversos puestos en la vida pública como muchos otros. Formado en la cultura del esfuerzo, y con un perfil académico y profesional en la línea de la Administración Pública, carrera eminentemente afín al servicio público, y que ciertamente los demás tampoco poseían. Intelectual que proyectaba una imagen de confianza y que, además, no tenía mancha alguna durante su paso como encargado de las finanzas durante el sexenio de Enrique Martínez en Coahuila, como alcalde de San Pedro de las Colonias o en cualquier otro cargo que hubiese desempeñado. Con el plus de haber renunciado al PRI, de pronto aparecía como una opción real para los decepcionados del venido a menos status quo.

Javier Guerrero, de pronto parecía tener todo para ganar y muchos aseguraban que era “El Bronco” de Coahuila. Pero no fue así, sus expectativas fueron más ingentes que la realidad de su papel durante la elección, pues sus resultados fueron paupérrimos y mediocres. ¿Qué le pasó al Corcel Negro? ¿Por qué no pudo ser la réplica de “El Bronco” en Nuevo León?

Para empezar, realizando una odiosa comparación entre El Bronco y El Corcel, de entrada, la alegoría de cada uno de ellos resulta ser bastante sugestiva, pues Bronco suena y se escucha más agresivo, más iconoclasta contra un sistema que de pronto apesta y se vicia y resulta ser pernicioso contra los ciudadanos, mientras que “corcel” es el eufemismo contra un sistema similar, timorato, que no quiere incomodar. Javier Guerrero, jamás mencionó nombres de quienes habían lastimado a Coahuila, jamás habló de refundirlos en prisión, y esa laxitud en sus palabras no hicieron eco en una sociedad harta que esperaba de él mayor decisión contra quienes supuestamente han hundido nuestra entidad. Ahí su primera falla.

En segundo plano, “El Bronco” se hizo de una estrategia agresiva en redes sociales apoyado por un experto en la materia. Javier fue también suave en ese sentido, su presencia en redes sociales era apenas tímida, delegada a algunos de sus más fieles seguidores que no suponían ser difusores a mediana escala de su figura.

De igual manera, su presencia fue bastante regionalista, pues al menos en el norte de Coahuila, fue hasta el último trayecto del proceso electoral cuando su presencia se dejó sentir presentando un libro que resultó ser una absurda estrategia, pues, de entrada, los mexicanos no nos caracterizamos por leer libros, por lo que esa sutil manera de hacer acto de presencia simplemente no trascendió. Los jóvenes que votan leen solo estados de Facebook, no libros tediosos y sin atractivo como el que presentaba Javier. Eso lo supo entender “El Bronco”, pero no “El Corcel”.

Finalmente, es cierto, Javier es un intelectual, pero eso solo debe ser un plus, no un factor determinante para ganar una elección. Si en este país los mexicanos votaran por el candidato más preparado, más inteligente y con mejores propuestas, Gabriel Quadri y no Enrique Peña sería presidente. “El Bronco” no proyectó jamás una imagen de intelectual ante un pueblo que adolece de lo mismo, sino una imagen de rebeldía. Javier nunca pudo ver esto. Es cierto, tenía todo para ganar... bueno, casi todo.

 
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