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el periodico de saltillo

Diciembre 2017

Edición No. 346


El PRI lleva a la candidatura presidencial a un simpatizante

Adolfo Olmedo Muñoz.

 

“El liderazgo implica aprender a moldear el futuro. Existe liderazgo cuando las personas dejan de
ser víctimas de las circunstancias y participan activamente en la creación de nuevas circunstancias.
El liderazgo implica crear un ámbito en el cual los seres humanos continuamente profundizan su
comprensión de la realidad y se vuelven más capaces de participar en el acontecer mundial,
por lo que en realidad el liderazgo tiene que ver es con la creación de nuevas realidades”:
Peter Senge.


Enrique Peña Nieto se dispone a cerrar su mandato de una manera magistral, como un estratega de ligas mayores en la política, no tanto por la observancia como de librito, de las más tradicionales usanzas de la política priista de antaño (las buenas maneras) para “destapar” a su precandidato, sino porque precisamente para ser fiel a la institucionalidad del ideario de su partido, recurre por primera vez en la historia de ese instituto a la promoción de un ciudadano exógeno a su partido, pero con bases más sólidas del ideario profundo de dicha institución, en espera de la continuación de una línea de progreso evidente, aunque vilipendiada tan a la ligera, no sólo por mediocres contestatarios de otros partidos, sino también por supuestos intelectuales, críticos de la ciencia política, que sistemáticamente han desperdiciado su sabiduría en aras de una egolatría estéril, que no les deja ver hoy, que México si cambió y para bien, con EPN.

Lamentablemente la noticia de que José Antonio Meade Kuribreña se lanza como precandidato por parte del PRI a la lucha por la Presidencia de la República, ha sido más objeto de chismes que de análisis profundo. Se habla de la “cicatrización” de un posible desgarro por parte del Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, quien se desilusionó, según los analistas, porque había anidado muchas esperanzar de que él sería el ungido.

Lo cierto es que, independientemente de las cualidades técnicas, administrativas o políticas que aun no han sido reveladas todas, de Meade, la postura del Secretario de Gobernación no podía estar más devaluada de lo que ya de por si está, si caemos en la cuenta de que el principal problema que enfrenta el país, es la corrupción y la impunidad, fenómenos estos que competen directamente a la seguridad nacional, son y debieron ser en todo el sexenio, responsabilidad del titular de Gobernación.

Debo reconocer que para mí el candidato que el PRI pudo haber plantado ante la elección del 2018, era el Secretario de Relaciones exteriores, Luis Videgaray, sin embargo, él mismo se desmarcó desde hace tiempo, aunque quedará con una sobresaliente tarjeta de logros, al lado de todo el mandato de su amigo Enrique Peña Nieto, con quien, obviamente hará mancuerna para continuar orientando a la nación desde estaciones en orbitas independientes pero muy influyentes.

Esto lo sabe y de inmediato reveló el pavor que le ha causado a Andrés Manuel López …”Obrador” la designación de Meade, por lo que no se tardó en etiquetarlo como un “pelele”; un “señoritingo”, a falta de sus pestilentes embates descalificatorios de todo aquel que intente hacerle sombra en su maníaca obsesión de llegar a ser Presidente de México.

Por lo demás, podemos decir que “los mariachis callaron”. La estólida imagen que pretende sembrar AMLO contrasta contunden- temente con la prudencia y hasta muy circunspecta reacción de dirigentes de otros partidos u organizaciones, que en su silencio conllevan una aceptación de los valores que opcionalmente le puedan ser atribuibles a José Antonio Meade.

La suerte está echada y no hay vuelta atrás, por el contrario, habrán los analistas de escudriñar en los nuevos modelos de hacer política que propone hoy el PRI poniendo de nueva cuenta a la cabeza de los avances con rumbo para el país.

No se tratará de demeritar la no militancia como tal del precandidato Meade, sino de valorar la audacia de ese instituto político para enfrentar los nuevos retos de una sociedad tan agitada como la actual, que demanda y con justificada razón una limpieza profunda en el sistema de impartición de justicia.

Y la limpieza se tendrá que hacer como al barrer las escaleras; desde los escalones más altos hasta los primero o más bajos: Desde la Suprema Corte de Justicia de la Nación hasta el más modesto custodio del putrefacto sistema de reclusorios.

Hasta hoy, la sociedad, mal orientada por “comentaristas políticos” (oportunistas en su gran mayoría) ha satanizado de manera irracional y desproporcionada al poder Ejecutivo. Nos decimos de dientes para fuera que somos una República Trigarante, con tres poderes en equilibrio para bien llevar los destinos del país.

Pero tanto el poder judicial, y sobre todo el legislativo se han representado más como parásitos del sistema que como solidarios de los esfuerzos de una nación.

No sería prudente hacer toda una parafernalia laudatoria, ditirámbica, en torno a la figura del precandidato Meade. Quizá carezca de una presencia mediática; quizá no sea tan bueno y elocuente como orador, y mucho menos si lo comparamos que aquel Luis Donaldo de la arenga en el Monumento a la Revolución, pero el cambio que proyecta, en su conjunto toda la estructura del partido en el poder es alentador.

Sobre todo, porque, le pese a quien le pese, Peña Nieto ha demostrado ser un buen político, un hombre de escuela política, y aunque ya no se le denomine “Grupo Atlacomulco” seguirá existiendo un miasma, una emanación en el fondo de la Revolución Mexicana que luche hasta alcanzar los caros ideales del primer levantamiento social del Siglo XX.

Por ello también creo que es válida esa frase de Peter Senge, que forma parte de nuestro sumario que alude al valor del líder de lanzarse al cambio en busca de nuevos paradigmas que recienten un ideario.

Existe liderazgo cuando las personas dejan de ser víctimas de las circunstancias y participan activamente en la creación de nuevas circunstancias.

 
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