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el periodico de saltillo
Abril 2017
Edición No. 338


Noria de la Sabina

Rufino Rodríguez Garza.

General Cepeda es un municipio lleno de sorpresas. Hace 20 años conocimos la Noria de la Sabina, ahora regresamos en compañía del Ingeniero José Flores Ventura y el Licenciado Ariel Colín Morales a una rinconada que vio épocas gloriosas.

Aquí por mucho tiempo continuo hubo agua por lo que se observan vestigios de diversos asentamientos a lo largo de diferentes períodos históricos; por ejemplo, podemos establecer que los nativos acampaban en el lugar por largos períodos, prueba de ello son las chimeneas o fogones que aquí son numerosos, también podemos observar petroglifos de diversas clases en buena cantidad y en las pequeñas planicies se localizan pedacería de materiales de lítica donde se fabricaron puntas de proyectil y raspadores.

Los petroglifos de este apartado lugar son de buena hechura. Destacan los grabados geométricos abstractos y otros que se pueden relacionar con eventos astronómicos, así también tres figuras humanas, (chamanes) que vigilan el lugar.

Ya entrada la colonización se construyó un rancho o hacienda aprovechando el agua que brotaba naturalmente, un ojo de agua que duró por muchos años. De este asentamiento se pueden aún observar antiguas construcciones de piedras que fueron pegadas con lodo. Estas “casas” conservan solo algunas paredes y una columna que en su tiempo soportó algún techo.

En estas paredes existentes, se pueden apreciar rocas con diversos grabados que los colonizadores tomaron de los alrededores descontex- tualizando el material prehistórico.

Otras construcciones antiguas, igualmente de procedencia colonial, están elaboradas de adobe con cimientos de roca. Estos restos antiguos pudieran datar de finales del siglo XVII o principios del siglo XVIII. Lo más probable es que alguna sequía prolongada ahuyentara a aquellas familias que se dedicaron a la ganadería. El sitio se abandonó para volver a quedar inhabitado por muchos años.

Un nuevo inversionista, con ganas de ganar dinero criando ganado, compró y perforó un modesto pozo que con la ayuda de un papalote sacaba el agua para el ganado y las necesidades del rancho. El nuevo dueño también habilitó algunos caminos desde la carretera Saltillo-Torreón y a comunidades vecinas. También construyó una moderna casa con las comodidades de la ciudad.

Cabe resaltar que en este lugar existe, con mano de obra de la época colonial, un importante horno donde se cocían los sotoles para extraer aguardiente; se les llamaba “vinatas” y aquí podemos encontrar uno que mide más de 6 metros de diámetro, el cual contiene un lugar abierto para alimentar las piñas y también madera para cocinarlas y luego destilar el mosto con procesos rústicos.

Es la segunda vinata que he encontrado, la otra se localiza en los márgenes del arroyo de Patos, en las inmediaciones del Campo Experimental de la Sauceda, en General Cepeda.

Otra construcción antigua que podemos encontrar en este sitio, es una pila donde los ladrillos se unieron con “mortero”, es decir la mezcla de arena, agua y cal.

En este lugar podemos señalar que se ubica el principio de un cañón que sabemos se llama “Cañón del León”. Hacia el sur existe otra cañada, la cual hasta la fecha está sin explorar y que promete una próxima visita y buenos hallazgos.

Entre los grabados históricos se aprecian caballos, vacas, jinetes, fierros de herrar y recuerdos.

En relación a los vestigios prehistóricos diremos que fue lugar de estancias prolongadas, pues la presencia de chimeneas así lo confirma; también gracias al aguaje casi permanente y los desperdicios de antiguas tallas para fabricar herramientas de uso diario .

El sitio fue preponderantemente habitacional, pero también fue un lugar apropiado para ver desde las alturas a los posibles enemigos y los animales para la cacería.

Los motivos grabados nos dan idea del uso de este apartado lugar. Aquí se llevaron a cabo reuniones periódicas o mitotes en los que seguramente se consumió peyote en sus rituales; aún hoy, este cactus es fácil de encontrar.

Vale la pena destacar que el vandalismo y el pillaje llegó a estos lugares de especial manera. Como el agua volvió a escasear, el rancho fue nuevamente abandonado. El abandono permitió que gente de otros lugares desmantelara la nueva construcción (quizá de los años noventa del siglo pasado) y se llevaron todo lo que pudieron hurtar, como la base de metal de la torre del papalote, una máquina; además de las puertas, marcos, ventanas y no conformes se llevaron los mosaicos del baño y de la cocina. Hace 20 años que conocí en compañía del buen amigo y mejor explorador José Flores Ventura este lugar, pero entonces la casa estaba en forma, debidamente amueblada y con luz de gas butano. Ahora la ruina total.

Hacia el poniente de este sitio se alcanza a ver lo que será el Cimari, obra emproblemada por la oposición de las comunidades ejidales a que se construya ese basurero tóxico. Por lo pronto. se ganó el amparo y se supone que la obra está suspendida y sin poder recibir desechos contaminantes; esperemos que así continúe para que se preserve la ecología y la belleza del lugar.

rufino.rupestre@gmail.com
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