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el periodico de saltillo
Mayo 2016
Edición No. 327


Cuando se mira la paja... en el ojo propio

Adolfo Olmedo Muñoz.

En política no hay reglas, la única “norma” que conozco, que me heredaron viejos comentaristas de la política, es la que indica: “La única regla de ‘este’ juego es: permanecer en el juego”, o dicho de otra manera, a la Nicolo Maquiavelo: “el fin justifica los medios”, y tal vez por ello, sean tan despreciables los políticos, en el ánimo de la sociedad. A lo largo ya de muchos, muchos años, esa estirpe, ha luchado por hacer creer a los ciudadanos que sus intenciones son únicamente servir al pueblo; estar al servicio de los jodidos… Peor desfachatez no hemos podido constatar a lo largo de la historia, sin embargo, cada vez sus efectos nocivos son más evidentes y por ende, reveladores de las verdaderas intenciones.

En las últimas semanas, se han puesto de moda algunos comentarios entre quienes llevan el pulso de la nación a través de sendos estudios o sondeos de lo que en la política se vive, pero es muy frecuente (la más de las veces) ver como en sus comentarios, se dibujan escenarios del futuro por venir. Lo cual no deja de tener su lógica; en el negocio de la comunicación hay que seguir al que más escándalo o barullo va a hacer, o a aquel que aparenta buenas intenciones y la presunción de que tendrá carácter para enfrentar los contratiempos por venir.

En ese contexto, me ha llamado mucho la atención, la falta de profundidad en el análisis de las causas y de los efectos que generan la lucha por el poder, antes y después de las elecciones. Con frecuencia pienso que es muy fácil achacarle todos los males a los modernos medios de comunicación que a la velocidad de la luz, inundan la atmósfera ciudadana con múltiples criterios, opiniones y sentencias, y hacen a cada instante -literalmente hablando- un juicio sumarísimo de tal o cual personaje o situación que brota, de un perol que como en el argot periodístico se decía, está lleno de… Mejor lo dejo a su interpretación.

Lo cierto es que estamos, como siempre, dejando pasar los hechos, sin percatarnos de nuestra propia complicidad en los resultados que finalmente se obtendrán. Hoy se hace escarnio del Presidente de la República, de la manera más liviana, temeraria, procaz e insolente, pero no se tienen los argumentos atinados, certeros y obviamente históricos para repeler la más asquerosa infamia, que padecemos por el momento y que se agravaría espeluznantemente, de ganar ese roñosito (magnate tenía que ser) engendro llamado Donald Trump.

No es fácil tratar de justificar y menos defender a un político, pero en el caso de una investidura al más alto nivel de la estructura jurídico administrativa, que nosotros mismos, los mexicanos, nos dimos en nuestra ley fundamental, habrá que ponderarlo. Y si queremos ser verdaderamente objetivos los periodistas (de lo cual siempre presumimos), habremos de reconocer que la imagen pública de un funcionario la hacen, sobre todo en la época en que vivimos, los medios de comunicación de masas.

Por ello me sorprende que algunos de los mejores elementos que se dedican a tomar el pulso de la opinión pública hagan mofa (obviamente todos decimos que es “crítica”) de las imprudentes declaraciones, en este caso fueron parte de la exposición de un desafortunado discurso, en el que el Presidente Enrique Peña Nieto trató de restañar su imagen pública que le han fabricado precisamente los medios, argumentando que es claro que existe un mal humor: “Se que a veces se puede decir que no hay buen humor, que el ánimo esta caído, hay mal ambiente, un mal humor social” y apuntó que su expresión -en el fondo una queja- es producto de “algunas notas, columnas y comentarios que recojo de aquí y de allá”.

Creo que se está manoseando demasiado a la ligera la política en nuestro país, mientras que en el exterior, algunos mal nacidos como Donald Trump, utilizan esa mala imagen que los comunicadores han ayudado a forjar de un México de torturadores, y de ejecutores extrajudiciales, sin reparar en los avances que muy penosamente vamos logrando como Nación.

Creo que debemos ser más cautos en la formación de la imagen de nuestro país. Hay muchos problemas por resolver, es muy cierto, pero hay momentos en los que no debemos permitir que ningún hijo de…otra nación, nos escupa a la cara sin obtener la respuesta que merece.

El amorfo ese que aspira a ser presidente de los Estados Unidos por el Partido Republicano, sigue, más intuitivamente que de manera racional, los principios que debe seguir aquel que pretenda la supremacía política mediante el ahora llamado “marketing político”, y que fuera el “decálogo (en este caso son once) creado y seguido por el mago de la propaganda nazi, Joseph Goebbels.

Tales principios son:

El de simplificación y de enemigo único; una idea, un solo símbolo. (En este caso la inmigración).
El del modo de contagio; juntar a todos sus adversarios en una sola categoría o individuo (en el caso de México, nuestra etnia).
El de transposición, que es trasladar sobre sus enemigos, los propios defectos y errores.
El principio de exageración para convertir cualquier anécdota, en “grave amenaza”.
El principio de vulgarización, por el que más se ha inclinado Trump, que consigna que toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de entre a los que va dirigida.

Por ello repite tanto “defender los intereses de los trabajadores norteamericanos”, que sabe- mos que allá, la mayoría son analfabetas funcionales.

La renovación constante en los conte- nidos de propaganda es otro principio, por el que se recomienda emitir constan- temente mensajes a un ritmo tal que cuando el adversario pretenda responder, el pú- blico esté ya en “otra cosa”.

La orquestación de una campaña es otro principio fundamental, pues debe limitarse el número de ideas y repetirlas incesan- temente, desde diversas perspectivas.

La verosimilitud debe protegerse previendo apli- car en su caso “cortinas de humo” o informaciones frag- mentarias.

El silencio se maneja, destacando cuando se tienen argumentos favorables y disimular las noticias que favorecen a los enemigos.

Uno peligroso a mi parecer, es el de “transfusión” por el que se trata de “inyectar” argumentos que puedan arraigar actitudes primitivas (la xenofobia en el caso).

Y el principio por el que más se ha preocupado el sujeto de marras, que es el llamado de “unidad” que consiste en convencer a la mayoría de la gente de que “lo que se piensa, es como todo mundo piensa”, para crear una falsa idea de unidad.

El Presidente Peña Nieto, no es por el momento el enemigo de México, por el contrario, son muchos los avances que se han logrado en casi todos los rubros de nuestro ámbito político, social y económico. Centre- mos todos los mexicanos nuestro asco y repudio por tipos como Donald Trump.

No soy patriotero, pero tipos como el émulo del pato Donald, que vayan y “Chi… cles, chocolates, papas y helados… llévele”.

 
 
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