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el periodico de saltillo
Mayo 2016
Edición No. 327


Hasta Dios quiere llorar

Fidencio Treviño Maldonado.

Hermanos contra hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos.
Rubén Darío. (“Los Motivos del Lobo”).


México es un país lleno de religiones y la mayoría de los mexicanos son o al menos se dicen católicos, existen otras religiones minoritarias en comparación a la católica, en todas invariablemente se predica el amor al prójimo, el perdón y desde luego la fe, el temor y respeto a Dios y como resultado, la promesa de estar en el paraíso o en la gloria cuando el alma emprenda el viaje sin retorno.

Sin embargo, parece ser que poco o nada nos ha servido tener una religión, asistir a misa, al culto, a la oración, escuchar al ministro, al cura, al rabino o a personas de otras religiones incluyendo la santería, con sus deidades que mandan invariablemente mensajes de amistad, de amor al prójimo, de perdones, dar agua a quien tiene sed y comida al que clama un mendrugo de pan y sobre todo una enseñanza que como precepto nos legó Cristo, un rasgo olvidado en estos tiempos y que fue el principal que tuvo aquel pobre carpintero de Nazaret nacido hace más de dos mil años y que se llama humildad.

¿Qué le pasó a este país, creyente y religioso? Un México sangrante, herido, en donde su gente la que aunque no profese ninguna religión es buena, trabajadora y respetuosa, y sin embargo es ultrajada, rapiñada, engañada, manoseada, asesinada, secuestrada, extorsionada, que se gobierna no con respeto a su gobernantes, sino con temor a los brazos de la justicia que usan para mantener el país sometido.

El temor a Dios o el pertenecer a una religión en este país es una mentira y pecado para millones de personas que asisten a misa, que tienen sus templos y hasta capillas en sus quintas y dan ofrendas, diezmos o limosnas, pero al cruzar la puerta de la calle del templo o de la iglesia es el mismo ser vil que apenas unos minutos antes se atrevió a ponerse de hinojos, orar, rezar, hacer comunión y hasta saludar para dar el “Dios esté contigo hermano”.

¿Cómo y quién comenzó la guerra que vivimos en este país? Pregunta que se contesta con otra pregunta, ¿Quién sabe? Sin embargo no sólo el pueblo libra la batalla de los narcos, de las bandas, las gambas de los carteles, sino también el país sangra en la miseria porque se libran muchas guerras por el poder, los partidos políticos que causan divisiones entre familias, que despojan hasta de orgullo y de la honra a millones de ciudadanos, que los dejan indefensos no ante el crimen, pero sí ante un sustento, sin trabajo, sin acceso a estudios, sin asistencia de ninguna índole, sólo con discursos envueltos y cocinados entre sofismas y promesas.

La violencia fue el resultado de toda la maldad acumulada por parte de grupos antagónicos y no sólo de los mafiosos sino de la toda la delincuencia institucional bien organizada, muchas de las veces de las mismas organizaciones o grupos políticos, los diferentes partidos sectarios que la sociedad ha consentido dándoles inocentemente su voto para que siga llevando a cabo sus corruptelas.

Un Estado, el nuestro insaciable, con una patria que resiste o ha resistido todo, más de 150 mil muertos, 30 mil desaparecidos, 200 mil secuestros, millones de extorsiones, aunado a incontables robos, asaltos en negocios, en bancos, carreteras, casas habitación y cientos de fugas de todo tipo de penales.

La fe axiomática que nos hace pensar en la pérdida del juicio colectivo, que en este país ha llegado hasta los límites de la naturaleza humana, es toda perdida y el extravió de la moral, de la ética con un Dios que llora y muere en el hombre, cuando el homo sapiens está a su propio servicio, es decir, matamos a Dios porque creemos ser nosotros mismos los superdioses, en el caso de miles de políticos, artistas, millonarios, narcos y hasta muchos que se dicen predicadores de la palabra de Dios y que son simples bufones, y es cuando hasta Dios quiere llorar...

kinotre@hotmail.com

 

 
 
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