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el periodico de saltillo
Marzo 2016
Edición No. 325


Fernando Gutiérrez Barrios

Mario Antonio Mejía Gómez.

 

“La verdad es siempre revolucionaria”
Lenin.

Carta de Nicolás Maquiavelo a Francesco Vettori
10 de diciembre de 1513

“Al caer la noche, vuelvo a casa y entro en mi estudio, en cuyo umbral me despojo de aquel traje de la jornada, lleno de lodo y lamparones, para vestirme ropas de corte real y pontificia; y así ataviado honorablemente, entro en las cortes antiguas de los hombres de la antigüedad. Recibido de ellos amorosamente, me nutro de aquel alimento que es privativamente mío, y para el cual nací. En esta compañía, no me avergüenzo de hablar con ellos, interrogándolos sobre los móviles de sus acciones, y ellos, con toda humanidad, me responden. Y por cuatro horas no siento el menor hastío; olvido todos mis cuidados, no temo la pobreza ni me espanta la muerte: a tal punto que siento todo mi ser transportado a ellos. Y guiándome por lo que dice Dante, sobre que no puede haber ciencia si no retenemos lo que aprendemos, he puesto por escrito lo que su conversación he apreciado como lo más esencial, y compuesto un opúsculo De Principatibus (El Príncipe), en el que profundizo hasta donde puedo los problemas de este tema: qué es la soberanía, cuántas especies hay, y cómo se adquiere, se conserva y se pierde”

Esta famosa carta fue escrita en una pequeña población cercana a Florencia, en la cual Maquiavelo se había autoexiliado después de haber perdido su trabajo en el gobierno de la república florentina como consecuencia de su derrota ante la familia Medici. Fue en dichas circunstancias que escribió “El Príncipe”, uno de los libros más importantes e influyentes en la historia de la política. En él, no sólo describe con enorme realismo la cruda naturaleza humana, sino que yuxtapone ejemplos antiguos y modernos, para extraer de ellos valiosas lecciones que posteriormente adaptará a nuevas circunstancias, teniendo siempre en mente que el único objetivo que se busca es mantener e incrementar el poder del príncipe.

En esta obra Maquiavelo introduce uno de los ejemplos más interesantes y sugerentes del mundo antiguo. Viene de la obra del célebre historiador romano Tito Livio, en donde relata la vida de Aníbal originario de Cartago (hoy Túnez) , uno de los más grandes estrategas militares de la historia que estuvo a punto de vencer al Imperio Romano: “Entre las infinitas cosas admirables de Aníbal se cita la de que, aunque contaba con un ejército grandísimo, formado por hombres de todas las razas a los que llevó a combatir en tierras extranjeras, jamás surgió discordia alguna entre ellos ni contra el príncipe, así en la mala como en la buena fortuna. Y esto no podía deberse sino a su crueldad inhumana, que, unida a sus muchas otras virtudes, lo hacía venerable y terrible en el concepto de los soldados; que, sin aquélla, todas las demás no le habrían bastado para ganarse este respeto. Los historiadores poco reflexivos admiran, por una parte, semejante orden, y, por la otra, censuran su crueldad”

Es así como Maquiavelo ilustra de manera magistral que muy a menudo somos ingenuos al alabar unas cosas y condenar otras, sin darnos cuenta de la gran interrelación y complementariedad que hay en ellas.

Debido a la enorme violencia que actualmente embarga a México, muchas personas recuerdan con añoranza la relativa paz y estabilidad que gozábamos en nuestro pasado reciente. Esta situación era fundamentalmente sustentada por la existencia de un gobierno funcional que mantenía acuerdos con los distintos poderes fácticos, los cuales a su vez eran coordinados por los servicios de inteligencia y seguridad del Estado. Sin embargo una parte importante de la población reprueba dichas instituciones porque eran represivas y coercitivas. Es aquí como irreflexivamente se disocia que la relativa paz y estabilidad social que existían se debían prioritariamente a que estas agencias se conducían sin el más mínimo apego a los derechos humanos. Tengamos siempre en mente que ellos lidian principalmente contra los movimientos que retan el poder del Estado.

La máxima referencia de los órganos arriba mencionados es sin lugar a dudas, la figura de Fernando Gutiérrez Barrios, un hombre sumamente disciplinado y leal que profesaba absoluta confianza y obediencia al sistema al que pertenecía. En definitiva una rara avis, escasa en la política contemporánea.

Maquiavelo también nos advierte que es un error mayúsculo copiar literalmente las acciones del pasado, recordándonos que ni los hombres ni las circunstancias vuelven a ser idénticas, no obstante nos enseña a tomar de él valiosas lecciones que podemos creativamente contextualizar y adaptarlas a las necesidades actuales.

 
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