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el periodico de saltillo
Marzo 2016
Edición No. 325


Costosa visita

Samuel Cepeda Tovar.

Aún recuerdo el título de aquella escandalosa nota de marzo de 2015: “Indignan excesos de los Peña en su visita a Reino Unido”. La nota hacía referencia a la gira diplomática que Peña Nieto efectuara el año pasado al Reino Unido en la cual se criticaba los excesos en los gastos derivados de esa gira protocolaria: 200 personas acompañaron al presidente en su comitiva, pero lo degradante, sin duda, fueron los vestidos que portaron tanto su esposa como su hija, que sumaron más de 15 mil dólares, todo con cargo, obviamente, al erario. Desde luego que la indignación no se hizo esperar, en un país donde el salario mínimo de $70.1 pesos y 60 millones de pobres coexisten calamitosamente, dicho gasto en vestuario resultó ser a todas luces un insulto a los mexicanos. En aquella ocasión, los gastos totales de dicha escandalosa visita ascendieron a la cantidad de: 7.1 millones de pesos. Menos de un año después, nos tocó recibir la visita de otro jefe de Estado, pero a la vez portador de una investidura muy particular: la del máximo jerarca de la iglesia católica, El Papa Francisco. El detalle, es que esta visita, además de que somos anfitriones a diferencia del caso del Reino Unido, la misma nos ha costado aproximadamente 171 millones de pesos, es decir, esta cantidad hace parecer una bicoca lo gastado en marzo de 2015 en aquella ya no tan escandalosa encomienda diplomática comparada con la reciente visita del papa.

Existen gastos que el gobierno sin duda debe realizar, hay otros no tan justificables, en lo personal defiendo la reciente adquisición del avión del gobierno federal, sin embargo, lo dilapidado en la reciente visita del papa no tiene razón de ser. Es verdad que el pontífice es una persona sumamente carismática, que ha resultado ser un liberal moderado en una institución ultra conservadora, es verdad que según datos oficiales, aproximadamente el 80% de los mexicanos son católicos, sin embargo ello no justifica el gasto de tan aberrante cantidad de dinero que bien puede utilizarse en becas para alumnos en condiciones paupérrimas, en equipamiento de hospitales, en construcción de escuelas o habilitación de espacios deportivos.

Ciertamente el pontífice es un jefe de Estado y como tal, debe ser atendido con probidad y esmero, pero ello no debe trastocar en ningún momento la laicidad del Estado Mexicano derivado en mensajes presidenciales inclinados hacia el encumbramiento de una religión en particular, ni mucho menos hacer uso de recursos públicos en eventos que simplemente son injustificables. Para ello, es la Iglesia quien debe correr con todos los gastos propios de su líder espiritual. El dinero no es ni debe ser un problema para dicha institución.

En términos más sencillos, la comitiva del jefe del Estado del Vaticano debió ser recibida por Peña Nieto, hacer acto de presencia en el Senado, ofrecerle un banquete y hasta ese preciso momento cortar los gastos por cuenta del gobierno federal y de ahí en adelante que la misma iglesia corriera con todos los demás gastos.

No se trata de atavismos anticlericales, se trata de entender la regla máxima de la administración pública: “se trabaja con recursos escasos”, y en ese sentido, los mismos se deben optimizar y no dilapidar. Mucho menos en un contexto de pobreza generalizada, corrupción y derroche gubernamental.

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