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el periodico de saltillo
Julio 2016
Edición No. 329


Un viaje por el sureste mexicano

José Luis Carrillo Hernández.

Ocho años esperando volver a la ciudad de Oaxaca, Monte Albán, Mitla, la playa de Mazunte y Zipolite entre otros lugares; sin embargo, después de un largo recorrido por el extraordinario Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México tuvimos que activar el plan “B”: abordar un autobús rumbo a Chiapas, pues las salidas a Oaxaca estaban canceladas y las carreteras cerradas. Sabíamos de antemano que esto podía pasar y así sucedió, como norteños insensibles y nada solidarios no alcanzábamos a entender la dimensión de la lucha magisterial y de los trabajadores de la salud en defensa de la educación pública y en contra del proyecto privatizador de la misma y del sector salud.

Aplicamos el plan “B” y amanecimos en Palenque, la abundante vegetación y la expectativa de lo que esperábamos generó gran entusiasmo. Inmediatamente abordamos un taxi para que nos llevase a Maya Bell, unas cabañas que están a la puerta de la selva y a unos cuantos pasos de la imponente zona arqueológica de la ciudad maya de Palenque.

Era sábado por la mañana, la violencia aun no estallaba en Oaxaca, sin embargo llamó mucho nuestra atención la simpatía y los comentarios que la gente hacía en favor del movimiento magisterial con duras críticas al sistema y sus componentes. Inmediatamente nos internamos en la zona arqueológica, Daniel estaba extraordinariamente sorprendido, pues era su primera visita, inmediatamente estuvimos frente a la Pirámide de Las Inscripciones, tumba de Pakal Votan, el más grande de los gobernantes de Palenque y sacerdote de esta ciudad estado; su última etapa fue un largo periodo de guerra con sus vecinos y en especial con Toniná, santuario y puerta del Inframundo maya que nada tiene que ver con la cosmovisión pecaminosa judeocristiana del infierno.

Después de visitar todo el complejo nos internamos en parajes donde las ceibas (árbol sagrado de los mayas), el agua y las plantas son dominantes, pero cuidado con los rugidos de lo que parecen ser jaguares, dicen algunos lugareños para asustarte, son estruendosos, rugen como si fueran grandes fieras salvajes, cualquiera huiría del lugar de no saber que son unos pequeños monos aulladores negros de medio metro de altura llamados saraguatos, inofensivos y cuyo rugido es un mecanismo de defensa desarrollado contra sus depredadores.

Al día siguiente, nos internamos en la selva, un lugareño le pidió a unos niños con conocimiento de estos parajes que nos condujeran por esos caminos insospechados y maravillosos, mágicos pudiera decirse; estábamos sorprendidos por todo lo que vimos, escuchamos y sentimos en esa caminata que difícilmente un turista común suele recorrer. Al vernos cansados, los niños decidieron que regresáramos, amablemente nos despidieron, les prometimos regresar. Ese día por la noche recibímos la noticia de la represión, violencia y asesinatos en el poblado de Nochixtlán, Oaxaca. Como siempre los muertos los puso el pueblo y las balas los autoritarios y corruptos gobiernos, ningún policía muerto, los heridos nunca los vimos; sin embargo, Osorio Chong dice que sólo se repelió la agresión del pueblo. Los señores del poder y la corrupción nos consideran retrasados mentales.

Palenque es muy caluroso y llueve todos los días, de aquí se puede visitar Bonampak, famoso por sus murales a la orilla del río Suchiate en la frontera con Guatemala. Decidimos visitar las bellísimas cascadas de Misol Ha y de Agua Azul, ambas están en el camino a San Cristóbal de las Casas, que estaba bloqueado por los maestros a la altura de Oconsingo, región zapatista donde se ubica la zona arqueológica de Toniná, lugar donde una vez recibió el bastón de mando el sub-comandante Marcos de parte de los pueblos mayas de la región. Toniná es lugar de peregrinación, donde he escuchado a los descendientes de los mayas hablar -frente un altorrelieve de estuco- de la leyenda de los cinco soles, ubicado en el quinto nivel de la gran pirámide de más de 60 metros, señalando el Quinto Sol: “Eso no es la muerte, ese es Kukulkán, nuestro dios” (Quetzalcóatl en la versión Náhuatl).

El lunes por la tarde abordamos un autobús ADO a San Cristóbal de las Casas, un recorrido normal de 4 a 5 horas que se prolongó por más de ocho horas por un camino alterno vía Villahermosa, Tabasco. Gran parte del viaje escuchamos el diálogo de los choferes que versaba sobre el problema magisterial, el cual apoyan, también las críticas a lo que llaman el corrupto y mal gobierno que en conjunto con las trasnacionales, los bancos y los deshonestos empresarios tienen al país en la ruina. Por fortuna pudimos llegar a San Cristóbal a las 10 de la noche, decididos a esperar unos días allí mientras abrían las carreteras.

Hace más de 20 años llegué a San Cristóbal de las Casas, en una aventura que duraría alrededor de seis años, recién iniciado el movimiento zapatista, el pueblo en aquel entonces comenzaba a padecer los estragos del crecimiento demográfico y la migración de los expulsados de sus comuni- dades por las divergencias religiosas que introdujeron las sectas evangélicas y luteranas que degeneró en violencia.

En 1994 San Cristóbal estaba mayormente formado por casas de techos de teja acanalada roja, angostas calles empedradas, de gran colorido las fachadas de sus gruesas paredes de adobe. En este lugar se dan cita las distintas etnias, así como viajeros de todo el mundo, es un lugar cosmopolita en los Altos de Chiapas, rodeado de montañas y mucha agua, de un verde dominante que poco a poco va cediendo a la tala, la invasión urbana tapizada de concreto.

Hoy este hermoso valle llamado de Jovel está densamente poblado, su economía depende del turismo y sus servicios, empleos y salarios son raquíticos, la mayoría vive en la economía informal de producción artesanal y agrícola de subsistencia. Los niveles de pobreza, al igual que en Oaxaca y Guerrero, rebasan el 90 por ciento. La riqueza se acumula en unas cuantas manos, hay una gran explotación y abuso de parte de los empleadores, medio salario mínimo reciben las indígenas como empleadas domésticas y de fondas, la inmensa cantidad de niños trabajan y son explotados, no juegan ni van a la escuela, haciendo tareas de adultos, tal como vive Cristóbal, un pequeño de cinco años que con gran habilidad limpia las mesas, recoge trastes, acomoda sillas y sirve las tortillas en un restaurancito del pintoresco mercado del pueblo. Futuro sin esperanzas.

El encuentro con los viejos amigos fue bastante agradable, hacía diez años que no los veía, un sinnúmero de anécdotas compartidas, la Plaza de Santo Domingo y su templo de un estilo barroco exuberante en su fachada principal, que difícilmente se aprecia por la gran cantidad de puestos de venta de artesanías y ropa típica realizada en las comunidades. Otro lugar compartido fue el cerrito de San Cristobalito, donde las fogatas y tambores generan una convivencia fraterna.

En ese típico mercado a donde acuden los indígenas a ofrecer sus productos o a adquirirlos, ahí hay una inmensa variedad de granos, frutas y verduras cultivadas por ellos de origen orgánico. Este lugar es de un inmenso colorido y muy efervescente, un hervidero de gente acude a hacer sus compras: gallinas, guajolotes, atol agrio o de granillo y pozol (bebida maya de maíz y cacao), tamales, tacos de chipilín, de hierba santa, queso, puerco y pollo. Agua de chaya o taxcalate para refrescar. Entre muchas cosas que se pueden consumir.
Siguiendo la ruta trazada nos dirigimos a zona arqueológica de Toniná, abordando un colectivo que nos llevó al poblado de Ocosingo en un recorrido de dos horas y media por la vieja y curveada carretera de los altos de Chiapas, llena de comunidades. Finalmente estábamos frente a la gran pirámide, muchos descubrimientos nuevos, tumbas, habitaciones, pasadizos subterráneos, laberintos, estucos y altorrelieves, una asombrosa arquitectura que refleja la cosmovisión de nuestros ancestros que tiene que ver con los nueve niveles del Inframundo maya y el tzolkin, calendario ritual o libro de los destinos. En Toniná sólo se ha descubierto alrededor de un cuarenta por ciento del total de la zona arqueológica.

En espera que los caminos a Oaxaca fueran abiertos, decidimos visitar unas comunidades y pueblos indígenas. El primero fue San Juan Chamula, comunidad tzotzil que ha sido escenario de serios conflictos religiosos, de donde salió un gran número de expulsados que se refugiaron en San Cristóbal en el cerro de La Hormiga, hoy lugar de alta peligrosidad, el lunar más feo del paisaje local, con grandes templos evangélicos y luteranos que parecen fortalezas, refugio y guarida de delincuentes y vendedores de enervantes. Al lado, desde hace más de 20 años están presentes los tzotziles islámicos, los seguidores de Mahoma.

Visitamos la iglesia principal que está dedicada a San Juan Bautista, dos días antes de su celebración en las fiestas de la víspera, veinte pesos por persona, el boleto se compra en la presidencia municipal. A la entrada del templo se indican las prohibiciones: no gorras ni sombreros, tampoco fotografías. Había procesiones en su interior, música, rezos, muchísimas velaciones y flores, ofrendas y sacrificios de gallinas negras, los adultos comulgando con pox (bebida alcohólica fermentada de maíz y ololiuqui, un psicotrópico de uso ritual). Además, tragos de refresco para expulsar a los chamucos o al mal a través del eructo.

También estuvimos en uno de los Caracoles o comunidades zapatistas autónomas y libres: Oventik, a una hora de San Cristóbal, muy cerca de San Andrés Larráinzar donde se dieron los diálogos por la paz y la justicia con dignidad entre el gobierno y el EZLN. Oventik goza de un gran colorido, pues casi todas sus casas y espacios comunitarios están bellamente decorados con pintura mural de temas revolucionarios y elementos prehispánicos. En el momento que lo visitamos vimos niños jugando a la entrada de la comunidad y actuaban con cierta disciplina militar.

Quienes nos atendieron portaban sus pasamontañas, aproximadamente media hora fue el tiempo que tuvimos que esperar para recibir nuestro permiso para el ingreso. Más tres horas y media de recorrido y visita a sus cooperativas de artesanías. Nuestro guía, un viejo miembro del consejo, nos acompañó con buen ánimo, hizo mucho esfuerzo por comunicarse, pues no habla español, pero sí lo entendimos, su actitud era cálida y amigable, sonreía, afirmaba o negaba, respondiendo que era feliz.

Seguimos insistiendo en ir a Oaxaca; pero no se pudo, al contrario, las acciones de bloqueo del magisterio con apoyo de la sociedad civil se intensificaron, los comentarios de la población son de aceptación y solidaridad hacía el movimiento magisterial, no de indiferencia ni de contrariedad. De regreso al hostal teníamos la llamada de uno de esos viejos amigos: César Corzo, descendiente de uno de los más connotados héroes de la Reforma y la Intervención Francesa en Chiapas, Ángel Albino Corzo, quien fue gobernador interino y luego electo de su estado, honrado liberal que murió pobre, al igual que nuestro icono liberal Juan Antonio de la Fuente. Por su obra fue nombrado Benemérito del Sur.

César es un artista talentoso y muy creativo, posee una cultura amplia, en especial de nuestra historia y sus bases ancestrales, con su humildad característica nos invitó a subir al pico más alto del valle, el cerro de Huitepec, un lugar al que siempre quise acceder, desde ahí se puede observar además de San Cristóbal, toda una serie de comunidades y pueblos indígenas, así como sus campos de cultivo de una gran variedad de hortalizas y flores.

Esta montaña en su nivel más alto se encuentra a 2700 metros del nivel del mar, accedimos por una pequeña vereda de pendiente muy pronunciada, muy húmeda y peligrosa, de inmensos árboles y grandiosos helechos, casi a rastras y muchas veces cubiertos por la vegetación; en un pequeño paraje tomamos un descanso, la brisa y las nubes nos invadían; luego fuimos a un manantial a cargar y beber agua pura de la montaña, finalmente llegamos a la cima, invadida de antenas de los canales televisivos de Tuxtla y de Los Altos, tomamos algunas fotos e iniciamos el descenso por otro camino de concreto y de tránsito vehicular, el que da servicio a esas comunidades agrícolas que se encuentran en el cráter del volcán, ya que el cerro de Huitepec es un volcán inactivo, que contiene una gran cantidad de agua. Paisajes maravillosos, las lugareñas nos vendieron flores de astromelias, crisantemos y azucenas que abundan en este lugar, flores que en la noche estaban adornando la cálida y simpática cabaña-taller de nuestro amigo César que se encuentra escondida entre los árboles de esta inmensa y bella montaña.

Convencidos de no poder llegar a Oaxaca, decidimos comprar boleto de regreso a México, confiados nos quedamos en San Cristróbal dos días más disfrutando de una fuerte y prolongada lluvia, visitamos el Museo Na Bulón, que está dedicado al rescate de la cultura lacandona enclavada en la selva del mismo nombre, último vestigio maya puro que las religiones judeocristianas y sus secuaces no han podido exterminar.

También visitamos el Museo del Ámbar, que cuenta con una colección muy amplia de esta resina fosilizada y que están trabajadas esculturalmente por los artistas y lapidarios chiapanecos; además pudimos apreciar una gran cantidad de piezas de ámbar que contienen insectos y vegetales hasta de veinticinco millones de años de antiguedad. El Museo de Ámbar está ubicado en el barrio de La Merced en un antiguo convento en restauración.

San Cristóbal atrapa, es un lugar multicultural, sus mujeres indígenas cada día se occidentalizan más, abandonan sus costumbres, vestuario y hasta lengua, decoloran sus cabellos, depilan sus cejas, resaltan sus formas curvas, pero sobretodo esos ojos preciosos y únicos de los pueblos mayas, envidia de las mestizas y de las occidentales rubias, europeas y sajonas, que pululan por estos lugares en búsqueda de todo tipo de experiencias y diversiones.

Los bloqueos se intensificaron, ya no fue posible tomar el autobús en la terminal de San Cristóbal de las Casas. Tuvimos que trasportarnos a Tuxtla Gutiérrez para abordar el autobús, viajamos en un colectivo por la carretera antigua, todos mareados después de dos horas de curvas pronuncia- das. El chofer del taxi que abordamos para la terminal de los ADO, inmediatamente nos interpeló, al ver que éramos norteños nos habló del bloqueo de los maestros, de su solidaridad y disposición a pelear junto a ellos, advirtiendo que si el corrupto gobierno los reprimía: “ya dijimos, que por cada muerto más, caerá uno del gobierno”, mientras golpeaba sus manos al son de la marimba.

 
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