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el periodico de saltillo
Diciembre 2016
Edición No. 334


Las trumpadas de Donald

Manuel Padilla Muñoz.

En las primeras horas de la madrugada del miércoles 9 de noviembre la sorpresa casi me derrumba: la ventaja de Donald Trump (¿Tiene nombre de pato o se hace? sobre su oponente Hillary Clinton parecía definitiva y el locuaz sería el próximo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, el país más poderoso del mundo. Como autómata me dirigí a consultar a mi mejor amigo y consejero, mi maestro, pastor y guía, atalaya de sabiduría: Google, en busca de las causas de la próxima tragedia no solamente para México sino para todo el mundo.

Casi instantáneamente me remite a los teóricos de las profecías, quienes empiezan a dar a conocer la profecía 112 del más famoso profeta que ha conocido la humanidad moderna: Nostradamus, que establece que “El bufón que no era tomado en serio (supuestamente Donald Trump) se impone a la dama de grandes sueños (¿Hilary Clinton?) y gobierna con mano de hierro a una poderosa nación sobre la tierra (¿Estados Unidos?). Cumple varias de sus promesas de odio. La tierra entera comienza a sufrir sus primeros estertores de muerte”.

En su campaña, Donald Trump mostró su odio y xenofobia hacía los mexicanos que se encuentran en Estados Unidos -donde se estima que hay unos 34.6 millones de connacionales- asegurando que le enviamos el lumpen de la sociedad, malhechores, drogadictos y traficantes de drogas y que, de ganar la presidencia de los Estados Unidos, lo primero que haría sería expulsar a esos mexicanos y construir un muro a lo largo de toda la frontera de más de 2 mil kilómetros para que no regresen al país de las rayas y las estrellas.

No es de dudarse que muchos malos mexicanos emigraron al país del norte y representan un grave problema social. Pero no todos son así: también hay buenos mexicanos jóvenes que, ante la falta de oportunidades en nuestro país por culpa del gobierno y los malos políticos arriesgan sus vidas cruzando los desiertos en busca del “sueño americano”, y que al lograrlo como indocumentados, se dedican a realizar trabajos que -parodiando a Vicente Fox-, ni los negros quieren hacer, para sostener a sus familias que dejaron en su terruño mexicano.

A esos millones de mexicanos Donald Trump no los quiere. Es más, los odia y quiere que los mexicanos paguemos la muralla, llamada “muro rosa”, despojándolos, como gravamen, del 35 por ciento de las remesas que esos indocumentados envían a sus familiares. En el año 2015, esas remesas fueron del orden de 25 mil millones de pesos. Las familias mexicanas utilizan ese dinero para comer, pagar deudas y renta.

¿Entonces, a qué mexicanos quiere Donald Trump? Quiere, y les abrirá las puertas del vecino país del norte y posiblemente hasta con honores recibirá a personajes como a Moreira, el de la impagable megadeuda en Coahuila; al ex gobernador de Veracruz Javier Duarte, el más grande delincuente de ese estado hoy prófugo de la justicia; Guillermo Padrés Elías, ex gobernador de Sonora, ya en la cárcel; Jesús Reyna García, ex gobernador interino de Michoacán, ya detenido; Rodrigo Medina, ex de Nuevo León; Eugenio Hernández Flores, de Tamaulipas; César Duarte, de Chihuahua; Jorge Herrera Caldera, de Durango; Miguel Alonso Reyes, de Zacatecas; Roberto Borge, de Quintana Roo y posiblemente hasta la pareja presidencial. Puros delincuentes de “cuello blanco”, como lo habrá notado; ladrones que, con sus familias, amigos y protegidos robaron muchísimos millones de pesos al pueblo mexicano y gozan de total impunidad.

Pero Donald Trump no tiene un pelo de tonto; como buen empresario que es a estos malos mexicanos no los quiere porque sean personas que, con sus conocimientos puedan engrandecer a los Estados Unidos; no, los quiere allá para que se lleven todo el dinero robado al pueblo mexicano y luego confiscárselos. De esta forma, imaginemos de las fortunas que se embolsaría el gobierno norteamericano, suficientes para construir otro muro entre EU y Canadá y convertirse así en una enorme prisión, aislarse prácticamente del mundo exterior, como lo hicieron los chinos hace miles de años al construir la muralla; pero cuando éstos salieron del aislamiento se convirtieron en la potencia que ahora son.

Los teóricos mexicanos de situaciones de emergencias aseguran que a los mexicanos solamente nos queda, como solución ante un gobierno del nuevo aprendiz de Hitler, un movimiento de resistencia. Convocan a que el presidente Enrique Peña Nieto se sume a ella y, a su vez, llame a todos los mexicanos a llevarla a cabo. No es una descabellada idea. Y algunos hasta proponen un plan de acción.

Ante la gravedad del caso, a los mexicanos no nos queda más remedio que actuar en consecuencia con medidas extremas: invadir los Estados Unidos.

¿Pero cómo? si tienen el mejor ejército del mundo, incluyendo a sus temibles “fuerzas especiales”, la mejor tecnología y nuestro modesto ejército sería derrotado en unas cuantas horas. Solamente nos queda utilizar el arma más poderosa que tenemos: la comida mexicana. Enviarles millones de tacos y gorditas aderezados por las salsas más picantes que los gringos no soportan. Chiles picantes de los más poderosos, serrano, jalapeño, piquín, de árbol, salsa Valentina y hasta chile habanero y chile payaso. Es decir les ganaríamos por el estómago.

Cuando de esta manera lográramos dominarlos nos apoderaríamos de sus instituciones, recorreríamos el “muro rosa” que pretende Trump a la mitad de Estados Unidos para recuperar lo que nos quitaron o bien decretaríamos la República de Aztlán. Les enviaríamos otros millones más de indocumentados y pondríamos el congreso en Disneylandía al fin y al cabo nuestro legisladores son igual de payasos aquí que allá y les ordenaríamos hacer miles de leyes que, como en México, son adornos constitucionales pues nunca se cumplen; especialmente la ley 3 de 3.

Luego, para que aprendan a “amar a Dios en tierra de indios” les enviaríamos a los mayores delincuentes políticos mexicanos; a los Moreira, a Padrés, a los Duarte, de Veracruz y Chihuahua y toda esa ralea de pillos. Estoy cierto que esto no lo soportarían.

Para rematar, sus enormes cultivos los sembramos de mariguana para volverlos más locos ya que son el país que más droga consume, bajo el lema de “que sólo los caminos queden sin sembrar”. Abriríamos las puertas de México solamente a las gringas; para mejorar la raza; la de ellas, claro.

De pronto, fuertes toquidos sonaron en mi puerta que me despertaron y volvieron a la realidad; el primer cobrador del día.

manuelpadillaperiodista@hotmail.com

 

 
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