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el periodico de saltillo
Diciembre 2016
Edición No. 334


Fascismo hoy…

Alfredo Velázquez Valle.


“El fascismo no puede consolidar su poder
sino destruyendo las organizaciones obreras.”
L. Trotsky.


Las características que la política económica y social han manifestado como un proyecto general de “desarrollo” implementado desde la década de los años ochenta del siglo pasado ha tenido, en su esencia, los rasgos más característicos de lo que L. Trotsky denominó “fascismo”.

En efecto, la derechización de las modificaciones, adiciones y cambios que ha sufrido la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, nos ha permitido afirmar, apoyados en la teoría desarrollada por L. Trotsky sobre el fascismo, que el proletariado mexicano tiene hoy un gran problema como clase social y que como tal es el centro de la política de golpe y exterminio que este régimen, característico del sistema capitalista en periodos de excepción, aplica a la clase trabajadora como único medio posible de salvación –de la cuota de plusvalía y de la clase explotadora- bajo condiciones de pauperización generalizada de los niveles de vida de esta clase revolucionaria como de aquella que tiene encima de sí: la pequeña burguesía.

Así, las llamadas “reformas estructurales” implementadas a inicio del actual sexenio, han resultado no ser parte de la crestería, sino más bien el remate del edificio que comenzó a ser construido en tiempos del ex presidente de la “renovación moral”, Miguel de la Madrid Hurtado.

La bóveda, sobre la cual está sentada toda la filigrana y chapitel mismo de esta arquitectura de sistemática represión, que llamaremos neofascismo, fue edificada en el relativo corto periodo de treinta años atrás; treinta años que han terminado por desdibujar los rasgos del proletariado en un Estado como el nuestro.

Es decir, la nueva legislación laboral, la criminalización de la actividad sindical, la precarización del trabajo y la ausencia –por represión- de organizaciones proletarias, independientes y contestatarias, nos ha conducido a una lamentable condición no ya de trabajadores asalariados; más bien, parias empobrecidos, y extranjeros en nuestro propio país.

Pero ¿Cómo caracterizaba Trotsky al fascismo en 1932, un año exacto antes de que Adolfo Hitler fuera nombrado Canciller Imperia de la entonces aún República de Weimar?

Previamente, hemos de puntualizar que las condiciones no son las mismas, por supuesto, que las que hoy está padeciendo la clase trabajadora mexicana pero habrán de darnos los soportes para poder interpretar y actuar sobre el propio fenómeno que tal parece hoy se ceba sobre el país.

Bien, dicho contexto en el cual se hallaba Alemania a inicios de la década de los años ´30 del siglo pasado, era de extrema polarización de las condiciones políticas que experimentaba el grueso de la población trabajadora que encontraba en la acelerada industrialización y producción de bienes para la economía de guerra por venir, un camino que se bifurcaba: o la revolución o el fascismo (barbarie).

De ahí que Trotsky, desde el exilo forzoso en la Isla de los Príncipes (Prínkipo, en Turquía), se diera a la tarea de explicar pacientemente a la atribulada como ineficiente y burocratizada dirigencia del Partido Comunista Alemán la estrategia y la táctica que se debía emplear para frenar la amenazadora tendencia del nacionalsocialismo (nazismo) por allegarse el poder del Estado.

Para ello, comenzó por explicarles a los dirigentes de dicho partido (stalinizado) lo que era el fascismo.

Dice:

“El fascismo es un sistema de Estado particular fundado en la exterminación de todos los elementos de la democracia proletaria en la sociedad burguesa. El objetivo del fascismo no consiste sólo en romper la vanguardia del proletariado, sino también en mantener a toda la clase en un estado de fragmentación forzosa. Por eso, la exterminación física de la clase obrera más revolucionaria es insuficiente. Esto quiere decir destruir todas las organizaciones autónomas y voluntarias, aniquilar todos los puntos de apoyo del proletariado y exterminar los resultados del trabajo de tres cuartos de siglo de la Socialdemocracia y los Sindicatos. Hay que tener en cuenta que sobre este trabajo se apoya también en última instancia el Partido Comunista.” (Trotsky, 1973)

Del triste desentendimiento a las palabras del profeta desterrado por parte del partido títere de Stalin y desatinadamente llamado “comunista alemán”, nos da cuenta la Historia y los millones de víctimas que resultaron de tan fatal error.

Víctimas que, volviendo a nuestra realidad, pueden ser las mismas –con diferente nombre- si las condiciones, en que como clase asalariada permanece, no son radicalmente transformadas; en efecto, circunstancias que tristemente permanecerán inalteradas, inamovibles, si en nuestros órganos representativos se siguen tolerando las dirigencias criminales, las élites burocratizadas y, por sobre todo, la indolencia y la falta de una conciencia sólida de clase que permita la unidad obrera y las correspondientes acciones que frenen, por de pronto, las tendencias derechistas fascistoides (que no nazis) de quienes nos tienen en la indigencia económica y social: la élite empresarial y sus correspondientes representantes ante el pueblo: su clase política y su casta policíaco-militar.

Para terminar, es necesario un examen de conciencia profundo y honesto si queremos ser factores de cambio; quiero decir con esto que, ante la embestida del aparato de Estado mexicano contra los trabajadores asalariados del país y ante la nueva amenaza que se erige en la frontera norte con la llegada a la Casa Blanca de un nazi en línea, será preciso de nuestra parte hacer dicho escarceo personal para saber de qué herramientas disponemos (teóricas y prácticas) para plantar cara a este par de enemigos históricos de la clase única llamada a transformar las condiciones del país; la única clase, incluso, llamada a hacer la revolución mundial: los trabajadores del campo y la ciudad, aquellos a los cuales arengó Marx en un año también nefasto para nuestra patria: 1847.

Aquel año, el imperialismo norteamericano cerceno de nuestra patria su mitad territorial por un acto de robo, por pillaje puro y simple. Hoy, esa misma casta de ladrones internacionales (fascistas de hoy) pretende reducirnos, por medio de su aparato económico y militar y en alianza con las traicioneras élites nacionales, a la semi esclavitud más espantosa y la precariedad más insoportable.
¿Resistiremos?

Hoy, como ayer: la respuesta está en saber plantear correctamente el problema: ¿Será nación contra nación? ¿Raza contra Raza? ¿Fanáticos religiosos contra fundamentalistas religiosos? O en definitiva ¿Habrá de ser ¿clase contra clase?

Bibliografía

Trotsky, L. (1973). ¿Y AHORA...? En L. Trotsky, ALEMANIA, LA REVOLUCIÓN Y EL FASCISMO (pág. 12). México, D.F.: Juan Pablos Editor.

 

 

 

 

 


 
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