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el periodico de saltillo
Diciembre 2016
Edición No. 334


“Con la OEA o sin la OEA Castro ganó la pelea”

Adolfo Olmedo Muñoz.

El comunismo marxista se ha ido desvaneciendo en el aire enrarecido de un mundo globalizado, de un capitalismo salvaje que deshumaniza y sumerge cada vez más profundamente a las masas populares.

La esclavitud de hoy tampoco se parece a la de antaño. Hoy no hacen falta grilletes ni cadenas de hierro para someter a los pueblos y seguirles exprimiendo sus riquezas. Hoy las élites del poder cuentan, entre otros recursos, con una silenciosa y siniestra red de medios de comunicación, no sólo ya de los tradicionales, radio televisión o cinematografía.

Hoy las redes computacionales sustituyen con espeluznante facilidad a la voluntad popular, y si no que lo digan estúpidos como el tal Trump o el petiso Felipe Calderón que hoy quiere poner de marioneta a la mandamás de su casa, como presidenta de México; hágame usted el “refabrón cabor”.

Ante el peligro inminente del arribo a la presidencia de los Estados Unidos de un merolico esquizoide y un recrudecer del ancestral odio de la cultura (si es que se le puede calificar de cultura) yanqui por la cultura latina, exacerbando el odio racial en contra, principalmente de aquellos que por la voracidad imperialista, se han empobrecido en sociedades que hoy buscan en el mal llamado “sueño americano” un refugio vergonzoso y vergonzante.

En medio del más asqueroso servilismo de “gusanos” y testaferros de los fines de un capitalismo viviseccionador; de morgue o de asesinos seriales al más puro estilo gringo, es que se produce una flébil orfandad en el hermano pueblo cubano. Fidel ha muerto.

¿Cuál será el futuro inmediato y mediato, del último bastión de libertad en el continente americano, la isla de Cuba?

Difícil saberlo; y es que todo cambia, nada permanece como en su forma antecedente; como aquel ejemplo de que “nadie se baña dos veces en un mismo río”. Ningún río es el mismo, a cada fracción de segundo, es el mismo y es otro.

Pero hay ríos cuyos caudales, a pesar del tiempo, nunca perderán su majestad, porque no son las formas, las únicas que les han dado vida. Su tremolo chasquido; sus aromas, sus destellos y sus contenidos para las culturas ribereñas, no se olvidan, por lo menos en largos períodos de la historia.

Las aguas que han cruzado al Nilo, por ejemplo, cambiaron diariamente por milenios, pero el Nilo sigue siendo la cuna de una cultura cuya historia permea hasta nuestros días a muchas otras culturas.

De ese talante fue, es y seguirá siendo el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, icono imborrable de la conciencia histórica, no solo del continente americano, sino del mundo entero.

Admirador de la Revolución Mexicana, que junto con la cubana y la rusa, constituyen los hitos más importantes del devenir histórico social del mundo entero. Son muchas las bondades que generó la Revolución Mexicana, que permitieron por ejemplo, la incorporación en nuestra carta fundamental, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de los derechos sociales, como garantías sociales inmanentes, antes, mucho antes de que fueran incorporadas en otras constituciones, de países “avanzados”. De ese documento, y otros ordenamientos legales, abrevó Fidel un ideario de lucha dentro ya de su amada Cuba.

No pocos pueden hacer constar tales afirmaciones como el hecho de que a la vuelta de la primera calle de López, en el centro de la ciudad de México, donde se hallaba la Confederación Nacional Campesina, había un pequeño café: “La Perla” donde luego de visitar a sus amigos, se iba a estudiar el Código Agrario mexicano.

Fidel y la Revolución Cubana por su parte, han mostrado al mundo que un imperio tan voraz como el norteamericano, no puede doblegar por hambre a un pueblo digno de hidalgos orígenes.

Y no sólo eso, por más publicidad que emplearan los gabachos, nunca podrán alcanzar el prestigio y la universalidad de la medicina social que se cuenta en Cuba, como tampoco podrán acceder los yanquis a los niveles de cobertura de educación gratuita de una gran calidad, como se hace en Cuba.

Los gringos no podrán alcanzar esos niveles, pero el peligro ahora es que sin Fidel, se socave esa fortaleza social y a base de propaganda, como siempre lo han hecho, provoquen el demérito de esos y muchos otros valores de la Cuba que ha dejado el Comandante Fidel Castro Ruz.

La pregunta es pertinente. ¿Qué va a pasar con Cuba?, pero también con el resto del mundo. Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero cabe la esperanza fundada de que el pueblo cubano no pierda la memoria y recuerde en todo momento una frase de aquella canción revolucionaria que tanto escuchamos en el verano del 68 que dice: “Cuando la vida se pierde en el frente de batalla, no se mueren las ideas que iniciaron la jornada”.

El ideario cubano de ejercicio pleno de aquel postulado mexicano de la “no intervención en los asuntos internos de una nación” está hoy, más que nunca en peligro, ante la patológica retórica de odio que esgrime el virtual nuevo presidente Yanqui; un orate que segura- mente no escatimará esfuer- zos para tratar de doblegar finalmente al pueblo cubano.

No es difícil suponer que el tal Trump, aceite una perversa maquinaria de infiltración de gusanos a la isla de Cuba, con lo que mataría dos pájaros en un mismo tiro: deshacerse de un buen número de inmigrados y doblegar el orgullo isleño. Esperemos que prevalezca la independencia de Cuba ante el imperio Yanqui.

Es cierto, como dicen, que todos los sólidos se desvanecen en el aire, en una ley inexorable de cambio por el cambio mismo, pero es cierto también que todo cambio engendra a su vez la presencia de sus propios genes, y estoy seguro de que la hermana República de Cuba seguirá siendo digna defensora de la resistencia ante el voraz imperio Yanqui, y nunca olvidará la sentencia que el propio Fidel lanzara al mundo, de “Patria o Muer- te”, o aquella de: “Hasta la Victoria siempre”.

“Ya te vamos a enterrar, compañero luchador. En la lucha seguiremos, en pos de un mundo mejor”.

Lo que si lamento, es que ante nuevas condiciones, no alcance su sepulcro el Comandante, como reza la rebelde canción: “Yo quiero que a mi me entierren como un revolucionario; envuelto en bandera roja y con mi fusil al lado, envuelto en bandera roja y con mi fusil al lado”
Y pase lo que pase, finalmente el pasado ya no lo podrá borrar nadie, por lo que ahí queda aquello de que: “con la OEA o sin la OEA, Castro ganó la pelea”.

 
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