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el periodico de saltillo
Septiembre 2015
Edición No. 319


San Vicente: las pinturas

Rufino Rodríguez Garza.

Llama la atención lo variado de los colores con los que los antiguos pobladores plasmaron los grandes y pequeños motivos de la cueva de San Vicente. Destaca el rojo, el marrón y diferentes tonos de éstos; abundan también los colores negro, amarillo, café y otros que se pueden observar en las fotografías tomadas.

Para otros investigadores o aficionados, hay la creencia de que también se jugó con el color blanco... pero en esta visita y tras minuciosa observación se llegó a la conclusión de que lo que parece un personaje en blanco no lo es. Resulta que al golpear la roca, se desprende piedrecillas que dejan un fondo color blanco. Pero es el color natural de la roca y en donde no se utilizó ningún pigmento de este color.

El Chamán en blanco tiene un recuadro en color obscuro en el bajo vientre. Esto es lo único que se pintó, lo demás de ésta figura está labrado en la roca. Aquí hay que celebrar la inteligencia de los nativos para figurar tal color. Una característica de las figuras chamánicas es que en todos los casos los brazos están en posición horizontal o levantados hacia el infinito en una postura de petición o de “oración”.

El sitio bien pudo estar dedicado a diferentes ritos como el de cacería, o manifestaciones guerreras por la presencia de las azagayas o lanzas y los abundantes propulsores o atlatl's.

Lo de la cacería es por las herramientas que acompañan a los chamanes y por la presencia de un animal: el bisonte. Aunque es necesario para pavos y osos; cabe hacer la observación de que los plantígrados no están representados en los tableros.

Otra característica de los chamanes aquí pintados, es el que cuentan con las extremidades superiores e inferiores muy desproporcionadas al tamaño del torso. Éste es inmenso en comparación con lo pequeño de las piernas y brazos.

Algunas figuras chamánicas cuentan con tocados en la cabeza que bien pudieran ser de plumas de pavo o de águilas. Más de uno da la impresión de que se trata de orejas de liebre o conejo pero lo que en realidad pintaron fue el tocado de plumas.

En ninguno de los casos se aprecian ojos nariz o boca; la cabeza está simulada en forma redondeada por encima de los hombros y tampoco, en ningún caso se observa el cuello, pues la cabeza está a la altura de la parte superior del torso.

También se aprecian chamanes que tienen la impresión o están radiados, que son de un color pero que el perfil es de un color diferente. Cuando menos hay un caso de un chamán con rayos hacia el interior.

Otro caso especial es el de un chamán radiado, de color amarillo pero flotando, en posición horizontal. Un solo caso de un personaje chamánico partido en dos, justo en la parte media del torso.

De la fauna diremos que hay representaciones de reptiles (serpientes) y una que pudiera tener influencia mesoamericana pues se parece a una serpiente emplumada (Quetzalcóatl). También dos animales cuadrúpedos no identificados, aparte de un bisonte perfectamente representado.

Aquí el panteón de los dioses es abundante. El compañero Ventura y yo creemos que la cantidad de chamanes pasa de 100. Al igual que en Texas o en Australia algunas representaciones pudieran ser de “chamanes cactus”.

Muchos son espectaculares, con más de dos colores, con alturas hasta de dos metros, pero en su gran mayoría son pequeños con sólo extremidades superiores, y otros muy esbeltos pero con tocado y con atlatl's en las manos.

La principal característica que puede significar un estilo propio, es que en el interior del torso contienen unos recuadros en otros colores, algunos son bicolor y otros cuentan hasta con cuatro cuadros diferentes. Todos tienen una línea que envuelve a la figura.

No sólo hay chamanes, también hay figuras geométricas en colores negro y rojo que podemos relacionar con vulvas por aquello de la fertilidad, pero otras figuras dibujadas son soles radiados que seguramente tienen que ver con la astronomía, tema en el que los nativos eran diestros para saber el cambió de estaciones, épocas de caza o de recolección, así como símbolos de orientación pues sabían perfectamente la salida y puesta del sol (oriente y poniente) y por consiguiente intuían lo que conocemos como norte y sur.

Los chamanes, todos tan diferentes, fueron elaborados por personas compenetradas con sus tribus, gente que de alguna manera alteraba su estado de conciencia para comunicarse con los seres superiores o del inframundo. Ellos pedían por la sanación de los enfermos o por la caza abundante y sin heridos, por la recolección de frutos pero sobre todo por la lluvia tan necesaria para la vida.

El pintor, léase chamán, entraba en trance y plasmaba en las paredes del refugio sus vivencias producidas por el éxtasis, ellos alteraban su estado de conciencia mediante el ayuno o la ingesta de plantas alucinógenas como el peyote o el toloache, pero también con la danza prolongada y acompañada con música repetitiva y monótona de algún tambor o flauta.

Otros dibujos son totalmente abstractos, donde los colores son muy vivos y que pudiéramos relacionar con “fosfénos”, que según el diccionario “es un fenómeno caracterizado por la sensación de ver manchas luminosas causadas por presionar la retina o corteza visual”.
El sitio está apartado, en un lugar de difícil acceso, es de los sitios “privados” donde se realizaron ritos propiciatorios.

El estado de conservación es bueno, el vandalismo es relativo y los estudios de las pinturas de San Vicente son escasos o nulos.

Aprovecho para agradecer al antropólogo Lorenzo Encinas por sus acertados comentarios a propósito del chamanismo. A los compañeros de viaje al lugar, me refiero al fotógrafo Miguel Ángel Reyna, a José Guadalupe Flores Ventura, al arquitecto J. Ricardo Dávila, a la señora Rosy Ramírez y al explorador novel Santiago Dávila. También y en primerísimo lugar al ing. D. Arizpe Cepeda y al guía Manuel Vázquez Flores.

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