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el periodico de saltillo
Octubre 2015
Edición No. 320


Mientras la CIDH nos pone como lazo de cochino, “anarcoramplones” hacen del “68” una comedia “paliata”

Adolfo Olmedo Muñoz

“Qué tiempos aquellos señor don Simón”. Resulta verdaderamente insultante; falto de ética y de buen gusto, el querer (o aceptar por ineptitud) comparar a un puñado de dementes anárquicos, guachos de una sociedad amorfa, con aquella generación que sí puso en peligro su vida y si luchó por ideales ciertos en busca de un cambio y una democracia de lo que hoy hacen mofa, empañando la memoria de quienes se quedaron en el camino dando la cara; de frente a la tiranía, y la obsolescencia de un sistema, que desde entonces, no es el mismo aunque la CIDH, diagnostique (luego de cinco días de “estudio”) que estamos “ligeramente arriba de la barbarie”.

Las únicas ocasiones que llegamos a cubrirnos el rostro durante aquel fatídico 1968, fue para no respirar los gases lacrimógenos, y otra ocasión que para el que escribe será inolvidable por la emoción, el orgullo y patriotismo con que nos entregamos en aquella lucha, cuando avanzamos en la llamada Marcha del Silencio, que corrió del Museo de Antropología al Zócalo de la ciudad de México, donde una mayoría de los participantes se cubrieron la boca como ejemplo de una protesta callada pero firme de la voluntad de aquellos jóvenes que no tenía ni el uno por ciento de las garantías de que hoy abusan guachos parasitarios de nuestro sistema político, que aun está -hay que precisarlo- inacabado.

En aquella ocasión, se rompió el silencio de los manifestantes, desembozados en el momento en que los contingentes fueron pisando la Plaza Central, y se incorporaban a la estrofa que del Himno Nacional, entonaban los miles de jóvenes ya reunidos, en una plaza que por la noche, fue desalojada con brutal violencia por personal de limpia del Departamento Central, cuyo titular era Alfonso Corona del Rosal, uno de los tres políticos que se disputaban la nominación a la candidatura presidencial, junto con Emilio Martínez Manotu y Luis Echeverría Álvarez.

Estos tres personajes, contaban con contingentes manipulados por hábiles líderes estudiantiles, que por aquellos años formaban parte, casi obligada, de una clase política en formación, y que eran subvencionados desde algunas dependencias gubernamentales, como el Departamento del Distrito Federal que fue cuna de organismos como el de los “Charros”, incrustados en el medio obrero; los “Panchos” que pretendían la manipulación estudiantil y que durante algún tiempo fueron subvencionados por un personaje que entonces despachaba en el piso 5 de la torre de rectoría de la UNAM, Gustavo Carvajal Moreno; o como el tristemente célebre de los “Halcones”, que fue desenmascarado tres años más tarde, cuando el enfrentamiento de estudiantes con fuerzas aparentemente policiales o paramilitares que habían sido entrenadas en el Estado de México bajo la tutela de Jorge Eduardo Pascual López, y que se suponía habían sido formadas para vigilar el orden durante los Juegos Olímpicos de 1968. Pugna, ese 10 de junio de 1971, de la que Luis Echeverría -para entonces Presidente- se cobró la cabeza política de Alfonso Martínez Domínguez, y así apagar una nueva insurrección estudiantil, pero “premiado” luego como gobernador de Nuevo León.

Los miembros de aquella generación del 68, no podemos defender un sistema político corrupto y cínico que aun se vive en nuestro país, pero tampoco debemos permitir que cualquier hijo de nadie, pretenda que se vive el oscurantismo total en nuestra sociedad.

Debemos hacer, de una buena vez, un juicio real y honesto de lo que ocurrió aquel año, del que debemos recordar, se hallaba enclavado en un ríspido proceso preelectoral, por la presidencia de la República, pero además, como en muchas otras ocasiones de nuestro país, México era escenario involuntario de una sorda pero despiadada lucha del capitalismo norteamericano contra el comunismo de la entonces Rusia (URSS), que ya habían enfrentado sus fuerzas, en París, en Checoslovaquia e incluso en los Estados Unidos en una universidad californiana.

México tenía también la presión internacional que ponía en duda la capacidad de nuestra sociedad para llevar a cabo los Juegos Olímpicos. El Presidente Gustavo Díaz Ordaz de carácter hierático, poco a poco cedió ante la proliferación de conflictos sociales que la ineptitud política, la prepotencia y brutalidad policiaca así como la inmadurez de una sociedad sometida al indigno silencio de la ignorancia, fueron el caldo de cultivo que oscuros intereses aprovecharon para la movilización estudiantil que culminó ese 2 de Octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, de la que aun no se sabe a ciencia cierta, y ni se sabrá, cuántos muertos resultaron.

México no es el mismo desde entonces, y no todo cambio ha sido para bien, pero ni remotamente estamos en las mismas condiciones que prevalecían antes del “68” En ocasiones, he dicho, incluso ante algunos ex miembros de aquel movimiento, como Sócrates Amado Campos Lemus, que lamentable- mente pagamos muy cara la experiencia y fuimos en alguna medida traicionando nuestros propios ideales. Precisamente por un exceso de idealismo, por el que nos lanzamos en busca de una democratización de nuestros mecanismos políticos, sociales y culturales, pero propiciamos el abaratamiento de las actividades intelectuales, políticas y sociales que prevalecían.

No fuimos capaces de reconstruir, previendo el constante arribo de vividores de las políticas sociales, como no fuimos capaces tampoco de reconformar una saludable clase política. Hoy a 47 años de “aquella noche” vivimos otra clase de tiranía, la de una corrupción galopante que hipócritamente, hasta los pseudo intelectuales, endilgan tan sólo al PRI.

Por comisión u omisión todos somos culpables de que nuestro país sea, aun, una nación inacabada, pero más que todo, porque le seguimos haciendo el juego a personeros de los más oscuros intereses, nacionales y extranjeros.

Muchos fuimos del grueso de los contingentes del movimiento estudiantil del 68, pero los pocos que estuvieron cerca de la toma de decisiones, desde el auditorio de la Facultad de Ciencias de la UNAM como Marcelino Perelló o Gilberto Guevara Niebla, tendrían hoy la oportunidad de reorientar el rumbo de los cambios que se anhelaron entonces y ahora. Pero en honor a una verdad histórica, tendrían que denunciar a quienes les subvencionaron entonces, y eso, dudo que lo haga ¡nadie!

Un primer paso para el esclarecimiento de una verdadera historia, será repudiar todo tipo de comparación de revoltosos oportunistas de ahora con aquellas luchas de las que incluso en el seno del clero eran mucho más limpias. Ni qué comparar a cualquiera de aquellos militantes de la “teología de la liberación” o incluso obispos que como Méndez Arceo desde Cuernavaca, tenía el reconocimiento de intelectuales de todo el mundo, a los “maromeritos” de hoy a los que les encanta exhibirse en circos hasta de tres pistas, o como “ajonjolíes de todos los moles”...

Y cambiando de tema, donde se ve la presencia de algunos de esos cambios que han ocurrido en nuestro país, no para bien sino para esconderse más cobardemente, en los oscuros meandros de las redes sociales que con la mayor frescura y cinismo, ocupan los espacios para un juego sucio de la política.

Lamentablemente el pueblo, que no tiene ni para tragar, menos para andar de chismosos en las “redes sociales”, no tienen el mismo peso de los que, teniéndolo todo no sacian su voracidad de poder. Mismo poder alcanzado por la hipócrita y cedida (por el propio sistema en virtud de presiones extranjeras, léase los Estados Unidos), alternancia que emplean para favorecer finalmente al pequeño sector de correligionarios.

Usted ya sabe quienes son y por tanto, debemos aprender de esos nuevos cambios, para reformar las reglas del juego político. Una de ellas, es la de descalificar toda diatriba, infundio, injuria o descrédito que sea manejado anónimamente.

El uso de esas formas “nuevas” de hacer política no hacen más que revelar el miedo que algunos sectores tienen de que algún político, logre sus pretensiones. Política sucia que no puede esgrimirse ni para denostar otras conductas inapropiadas. El enmascaramiento, es también un acto de corrupción.

Víctima de esta nueva forma de hacer política, es el ingeniero Noé Garza Flores, que podrá tener varios defectos, pero tiene también muchas otras cualidades que como personaje de la política, podrían ser de utilidad para la sociedad de donde es oriundo. No le saquen; bien dicen que el miedo no anda en burro...

Por último, aunque nunca he sido partidario de dar cabida en mis debates intelectuales intrínsecos (mis pensamientos y elucubraciones) a la supina estupidez, hay momentos en los que no me queda más que lamentar, que la opinión pública sea desorientada con tanta impudicia, desacreditando a la sociedad mexicana.

México no merece los calificativos y los infundios que un puñado de extranjeros desorientados, manipulados e ignorantes de la vida social de nuestro país, viertan aseveraciones de las que no tienen bases reales.

Tampoco vamos a tapar el sol con un dedo, hay muchas injusticias y muchos abusos, pero debemos ser más objetivos y ver no solamente una foto de la película. México es mucho, pero mucho más de lo que son los países de esos “censores” de la CIDH.

 
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