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el periodico de saltillo
Mayo 2015
Edición No. 315


Mis sexenios (84)

José Guadalupe Robledo Guerrero.


La tercera y última etapa del sexenio enriquista

El 19 de julio de 2004 murió mi amigo Mariano López Mercado, y al igual que sucedió con otros, no me pude despedir de él porque andaba en mi acostumbrada vagancia. Mariano era un hombre bueno, con un envidiable nivel cultural, bastante bien informado, con gran conocimiento político, pero sobre todo ecuánime.

A Mariano, como a muy pocos elegidos, la divinidad le había permitido reeligarse con el creador y reconciliarse con la muerte, al dejarlo superar su crisis de salud seis meses antes.

La última vez que había disfrutado de su compañía, el tema de conversación fue su amor por la vida, pero también su aceptación de la muerte, él sabía que estaba cerca pero no le angustiaba: “Ya me andaba yendo en diciembre, dijo, pero Dios me permitió disfrutar lo hermoso de la vida el tiempo que me resta”, nos confesaba con gran ánimo a mi amigo el periodista Arturo Rodríguez García y a mí.

En su vida política Mariano ocupó importantes cargos políticos. Fue Senador, Diputado, Alcalde de Múzquiz y de Torreón, etc. “Sólo me falta ser gobernador”, decía. López Mercado tenía talento y vocación para el servicio público, y era uno de esos raros políticos con cultura, ameno conversador, siempre con sus inseparables puros que eran sus compañeros, testigos y confidentes.

Conocí a Mariano López en 1983, cuando yo escribía para El Sol del Norte. En cierta ocasión siendo Alcalde de Múzquiz, me habló para agradecerme un comentario que hice sobre su padre, el ex gobernador Raúl López Sánchez, el último coahuilense con verdaderas posibilidades presidenciales.

Le dije que la mayor parte de las ideas que había esbozado sobre su padre, me las había compartido Óscar Flores Tapia, quien lo admiraba y respetaba. Desde entonces cultivamos una sincera amistad, que como los buenos vinos fue incrementado su calidad con los años.

Siempre hubo entre López Mercado y yo una gran confianza, por eso conocí de su voz la intromisión política de Lucrecia Solano, protagónica esposa de Rogelio Montemayor, quien al comienzo de la campaña de Mariano en pos de la Presidencia Municipal de Torreón, le dijo amenazante: “Usted sabe que Rogelio (entonces candidato a gobernador) es el que decide quién será Alcalde, y aún así usted la buscó por otro lado”. La “pareja gubernamental” (Lucrecia y Rogelio) quería la alcaldía de Torreón para su cuate el trailero Francisco Dávila Rodríguez, quien ayudó a financiar la campaña.

Durante todo el tiempo, Mariano buscó conciliarse con Montemayor... y su esposa, pero no lo logró, por eso lo hicieron renunciar a la alcaldía antes de terminar su gestión, creándole un problema con los derechistas de Torreón, esos que no quisieron pagar el predial que adeudaban desde hacía décadas.

Para quitarle a Mariano la Presidencia Municipal de Torreón que había ganado con votos, Lucrecia y Rogelio alquilaron los servicios del entonces magistrado “enriquista” Germán Froto Madariaga y de la panista María del Carmen Fernández “Carmiña”, madre de Luis Fernando Salazar, y la que inventó “Mujeres por Torreón” que le sirvió a la “pareja gubernamental” para la destitución de Mariano...

En la edición de El Periódico... de septiembre de 2004, Jorge Arturo Estrada señala en su comentario que Javier Guerrero García y Miguel Arizpe Jiménez se habían incorporado a la carrera por la gubernatura de Coahuila a petición del gobernador Enrique Martínez.

Insiste en que uno de los afectados por la aparición en la contienda de Javier Guerrero y Miguel Arizpe, era Humberto Moreira, pues “desde hace cinco años ha navegado con la bandera de Delfín. A golpes de audacia y montado sobre los presupuestos de las dependencias que ha tenido a su cuidado, ha hecho intensa precampaña, con relativo éxito en las diversas regiones del estado”.

“Sin embargo, su galope ha sido poco terso. Sus operadores son torpes y descuidados. Sus cortesanos son aduladores y de poco seso. Estos factores lo han llevado a caer en la confrontación sin sentido. Lo hacen ver como inmaduro e incapaz. Lo han mostrado con una estatura menor a las necesidades de Coahuila”.

“Humberto por el momento trabaja la percepción de seguro ganador. Sin embargo, también se está formando la impresión, alentada por su círculo íntimo, de que no se someterá a las decisiones que no lo favorezcan. Trae el síndrome del Peje: la gente está con él y es la gente quien decidirá”

Al final de su análisis, Jorge Arturo señala: “Solamente dos aspirantes apuestan a ver debilitado al gobernador Enrique Martínez. Uno que nada le debe y que fue su adversario hace seis años (Jesús María Ramón). Y el otro que se lo debe todo (Humberto Moreira). Cosas de la política. Cosas de la condición humana”.

Al siguiente mes, en su mismo espacio, Jorge Arturo complementa la información y dice: “En su estilo abierto, Enrique Martínez ha expresado, en varias ocasiones, para retratar al desbocado que: Los que le saben no necesitan mensajes y los tarugos no le entienden, y para el que madruga está el que no duerme”.

“Lo más curioso es que, entre los aspirantes, Humberto destaca como el de menor fortuna y principalmente como el más gastador. La maquinaria que ha creado consume billetes por toneladas. De ahí la presencia relevante de lenones en el círculo de amistades”.

“El Gran Chaparral, un conocido burdel de Saltillo, en donde se realizó la célebre reunión de la estructura, ‘fue cortesía de un amigo’ confesó Humberto. Lo que no mencionó ni los reporteros publicaron fue que el propietario es Jesús Contreras, el Zar del Giro Negro. Ellos inyectan dinero al proyecto moreirista y reciben toda clase de bendiciones para sus negocios. Una mancha más al tigre”.

Por su parte, el secretario de Gobierno, Raúl Sifuentes Guerrero, era el enemigo de todos los precandidatos, él también quería ser gobernador, pero se lo impedía el requisito de tener en su currículum un cargo de elección popular como lo exigía el estatuto del PRI, pero había dos aspirantes a los que francamente no quería: Humberto Moreira y Javier Guerrero, pero Enrique Martínez nada hacía por evitar los golpes bajos y las intrigas palaciegas de su secretario de gobierno.

Por estos días, Raúl Sifuentes había iniciado un pleito con Jaime Martínez Veloz. Acostumbrado a agredir desde el anonimato, Raúl alquiló algunos mercenarios para que a través de “periodicazos” calumniaran a Jaime, quien no estaba en Coahuila, ni jugaba en la política aldeana de nuestro estado.

El pleito comenzó por una declaración que Martínez Veloz le dio a la prensa, en donde destacó el trabajo de su amigo Javier Guerrero García entonces secretario de Finanzas, y se regocijó de que se mencionara como precandidato al sanpetrino. Jaime acusó a su agresor, pero nada sucedió. Por alguna razón, EMM no terminaba con la actitud rijosa de su subalterno.

A finales de octubre, el hecho más comentado en los ambientes de la política y el periodismo, fue la pública aclaración-acusación que Raúl Sifuentes le hizo al periodista Arturo Rodríguez por señalar sus nefastas prácticas policiacas.

No era la primera vez que Arturo recibía una nota “aclaratoria”, meses antes Vanguardia había publicado otra belicosa carta que envió un empleado de Sifuentes en la Secretaría de Gobierno: Luis Efrén Ríos, conocido en el mundo periodístico como “Fingetalento 10”.

En su carta aclaratoria Raúl Sifuentes señala que Arturo lo difamó y calumnió, “con la notoria intención de causarle daño a mi imagen pública y a mi honor, expresando falsedades sin sustento ni pruebas”, pero Raúl nada dijo sobre las acusaciones que Arturo le había publicado.

Arturo había acusado a Raúl Sifuentes de haber estado atrás del escándalo de que hicieron objeto a la directora del Icocult, Rosa del Tepeyac Flores. También lo acusó de estar usando mercenarios disfrazados de periodistas para agredir a Martínez Veloz, lo cual el mismo había denunciado en un par de radiodifusoras.

En lugar de amedrentarse, Arturo Rodríguez volvió a sus andadas “difamatorias”, y días después le dedicó a Sifuentes su columna en Vanguardia, dando a conocer algunas denuncias judiciales que el secretario de Gobierno tenía por algunos delitos, entre ellos, el robo de gasolina de los ductos de Pemex.

En ese momento que la intriga palaciega, los golpes bajos y el “fuego amigo” del Palacio Rosa, era el modus operandi del secretario de Gobierno, me hizo recordar dos anécdotas que me confió Óscar Flores Tapia en nuestras largas charlas sobre la condición humana de los políticos aldeanos de Coahuila, que tienen que ver con la intriga y los golpes bajos.

1.- Por alguna razón que no viene a cuento, durante una temporada hubo una guerra sin cuartel entre dos importantes colaboradores del gobierno florestapista: Juan Pablo Rodríguez Galindo, director de Jaapas (Simas) y Enrique Martínez y Martínez, Presidente Municipal de Saltillo. Uno era su amigo de años, y el otro su alcalde favorito.

El pleito en cuestión se daba a través de los periódicos de aquel entonces. Un día si y otro también se tiraban a matar ambos funcionarios. Esto tenía molesto a Flores Tapia, hasta que un buen día decidió terminar con ello.

En uno de sus tantos viajes a la ciudad de México, Flores Tapia le pidió a su secretario de Gobierno Roberto Orozco Melo que lo acompañara al aeropuerto. Allí, con su estilo bronco, le ordenó que hablara con Juan Pablo y Enrique, para que de su parte les dijera que a su retorno quería ver que ambos habían terminado con su pleito.

“Obviamente, dijo OFT, Orozco Melo cumplió mi encomienda tal y como se la había ordenado”... ¿Y qué pasó? le pregunté al ex gobernador ansioso de saber el desenlace.

“Pues que querías que pasara -gruñó Flores Tapia- cuando volví de México ambos fueron a esperarme al aeropuerto agarraditos de la mano”, dijo en tono burlón y soltó una carcajada.

Sorprendido le pregunté: ¿Tanta obediencia le guardaban? -“No hombre, contestó encogiendo los hombros, les mande decir con Orozco Melo que si no terminaban con su pleito, a mi regreso quería ver sus renuncias sobre mi escritorio. Estaba cabrona la opción, ¿O no?”, concluyó Flores Tapia.

2.- En otra ocasión había un sujeto que cobraba como “asesor” o “lamepatas” como Flores Tapia llamaba a sus cortesanos, que cada que había alguna crítica para su gobierno se la daba a conocer personalmente a primera hora.

“Me hacía encabronar, para que de alguna manera contestara. Hasta que un día que amanecí encabronado, cansado de sus lambisconerías le dije: Óyeme cabrón, no hay nadie que hable bien de mi gobierno”. -Si jefe -me contestó- el 99.9 por ciento habla muy bien de usted y su gobierno. Pues no parece, le contesté, siempre vienes con intrigas, me haces encabronar y me pones de malas. Por eso he decidido mandarte mucho a chingar a tu madre. Y se acabó”.

Así de fácil fueron las enseñanzas que EMM no aprendió de OFT, pues nunca las puso en práctica con sus cortesanos “lamepatas”...

Por otro lado, en el circo electorero de Coahuila, en donde hasta los tontos se sienten capaces de “servir” al pueblo desde los cargos públicos bien pagados, hemos presenciado patéticas muestras de comicidad y cinismo. Sin embargo, a pesar de tantos payasos y merolicos nadie nos había despertado el interés de reseñar las barbaridades de estos mesiánicos maniaco-depresivos, como el ex alcalde saltillense, el panista Manuel López Villarreal.

Para hacernos reir, el 12 de septiembre, el periódico Vanguardia le realizó una entrevista pagada a Manuel López Villarreal entonces diputado federal, que le sirvió para quemarse incienso y auto halagarse.

Según Manuel se daba tiempo para ¡trabajar! como diputado, atender a su familia, jugar futbol y practicar su fe católica “no sólo de palabra”, pero también se definió como un hombre tranquilo, conciliador, equilibrado y muy religioso, y de paso pontificó que los sacerdotes son el elemento fundamental para esparcir los valores, y me pregunté: ¿Qué valores podían diseminar por el mundo los homosexuales, pederastas y pedófilos curas católicos? ¡Ah, qué Manuel!

En esa entrevista, Manuel López amenazó con ir en el 2005 por el principal cargo público de Coahuila, el de gobernador, y presumió que en su partido, el PAN, lo destacaban por presidir la Comisión de Economía en la Cámara de Diputados, pero aclaró que este nombramiento no era producto de la casualidad, pues el grupo parlamentario del PAN había valorado su preparación, trayectoria y capacidad.

López Villarreal aseguró que estaba seguro de su triunfo por la gubernatura, porque había dejado buenos antecedentes cuando estuvo al frente del Ayuntamiento de Saltillo. Sin duda Manuel también vivía en su mítica “Manuelandia”.

Casi al borde de las lágrimas, Manuel López aseguró estar arrepentido de no tener capacidad de hacer más bien por la gente, y se lamentó no haber hecho más, habiendo tanta miseria, pobreza y falta de valores en la sociedad.

Finalizó su hipócrita perorata, manifestando su gran admiración por la madre Teresa de Calcuta, y conmovido exaltó su frase: “Dar hasta que duela”. Ante todo esto, sólo un comentario tiene cabida: ¡Qué poca madre!...

En octubre de 2004, Enrique Martínez inició el proceso de la sucesión. Pero no fue el Quinto Informe de su gobierno el que marcó el evento, sino los cambios que hizo en el CDE del PRI y en el Instituto Estatal de Educación para Adultos (IEEA) sin que nadie se enterara y sin filtraciones.

A Raúl Sifuentes le quitó la dirigencia priista nombrando a Miguel Arizpe presidente del PRI estatal en lugar del “sifuentista” José Luis Flores Méndez “El Chapo”, personaje corrupto, servil y “lamepatas”. Y a Humberto Moreira le restó fuerza en el IEEA, el bastión más importante de su campaña, nombrando como directora a María del Carmen Ruiz Esparza, y retirando de ese cargo al moreirista Samuel Rodríguez Martínez...

(Continuará).
Tercera y última etapa del sexenio enriquista...

 

 

 

 
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