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el periodico de saltillo
Marzo 2015
Edición No. 313


Mis sexenios (82)


José Guadalupe Robledo Guerrero.

Tercera etapa del sexenio enriquista

Para principios de marzo de 2004, la partidocracia nos había regalado varios ejemplos de la corrupción en que se revuelcan los políticos de todos los partidos. En el internet circulaban los videos que los exhibía haciendo negocios ilícitos a la sombra del poder.

En alguno de esos videos se mostraba a Jorge Emilio González Martínez “El Niño Verde” en negociaciones con alguien que le ofreció un soborno de dos millones de dólares, para que le ayudara a liberar unos terrenos protegidos cerca de Cancún con el fin de usarlos en la construcción de una zona hotelera que afectaba la flora y la fauna del lugar al destruir la zona de manglares. Cuando la denuncia se hizo pública, Jorge Emilio González sólo dijo: “Me chamaquearon”.

Asimismo vimos en los videos grabados por el constructor Carlos Ahumada Kurtz entregándole fajos de billetes a René Bejarano Martínez entonces diputado de la Asamblea del D. F. y coordinador parlamentario de la Fracción del PRD.

Según Carlos Ahumada, entregó los videos para denunciar que estaba siendo chantajeado y extorsionado por dirigentes y funcionarios públicos del PRD. Ahumada también le había dado dinero a Carlos Imaz y Ramón Sosamontes. En sus declaraciones Carlos Imaz aseguró que el dinero que él había recibido se lo había entregado a Rosario Robles Berlanga. Bejarano y Sosamontes también dirían que el dinero que les dieron lo habían entregado a la entonces presidenta del PRD.

Quedó claro que Carlos Ahumada utilizó lo oficios del entonces senador panista Diego Fernández de Cevallos y del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, con quienes llegó a un acuerdo para dar a conocer los videos en Televisa y conseguir protección por la acusación de fraude de 31 millones de dólares que tenía el constructor.

La intención del video era dañar la imagen de Andrés Manuel López Obrador, quien se desempeñaba como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, y se le reconocía como precandidato presidencial. René Bejarano -hombre que ocupaba un lugar muy cercano a AMLO- fue enjuiciado, encarcelado y finalmente absuelto un año después.

Seguramente porque Rosario Robles tenía una relación sentimental con Carlos Ahumada, eran novios pues, la forma en cómo se manejó el escándalo de un lado y del otro fue cruel, intenso y pasional. Finalmente Rosario Robles renunciaría a la dirigencia nacional del PRD y posteriormente abandonaría el PRD, partido del que había sido cofundadora. Según Rosario Robles, su error fue haberse enamorado de Ahumada. Ella siempre vio este escándalo como un asunto del corazón, no de la grosera corrupción en la que se revuelcan los izquierdistas del PRD, incluyéndola a ella.

Eran tiempos en que los “respetables” empresarios salinistas Alonso Ancira y Xavier Autrey, propietarios (¿o prestanombres?) de Altos Hornos de México, estaban prófugos por robarse los impuestos.

Por esos días, Enrique Martínez le había filtrado a los electoreros que se iría del gobierno de Coahuila antes de terminar su mandato para buscar la candidatura a la Presidencia de la República. Sin embargo, en ninguna de las opiniones periodísticas nunca se dijeron las posibilidades reales que tenía EMM para conseguir la candidatura presidencial del PRI.

En aquella ocasión mucho se dijo -de acuerdo a las filtraciones del gobernador- que el más probable para ocupar el interinato guberna- mental era José María Fraustro Siller, porque además de ser el amigo más cercano a Enrique Martínez, también era el más confiable para él. También se mencionaba como posible interino a Javier Guerrero García, pero en segundo lugar.

Desde entonces quedó muy claro que Chema Fraustro era mal visto por los grupos priistas coahuilenses. Se hablaba de su arribismo, de su inexperiencia política, de su ideología de derecha y de su servilismo con el cacique empresa- rial de Saltillo, Javier López del Bosque. Pero aún con esa animadversión priista, seguramente no hubiera habido ninguna oposición a su nombramiento, pues los políticos “cupuleros” como les llama Jaime Martínez Veloz, no se opondrían.

Pero lo cierto es que el ambiente político de Coahuila se encontraba convulso y muy revuelto, producto de la ausencia del gobernador en el Estado, por tal motivo las filtraciones amenaza- doras eran el pan de cada día.

Según los enriquistas: el gobernador estaba muy molesto por la desatada campaña que traían algunos precandidatos del PRI, a quienes les advertían que si no se alineaban, corrían el peligro de que Enrique Martínez a última hora decidiera sacarse de la manga a un tercero en discordia, o en su defecto apoyar a un panista para que lo sucediera en el gobierno de Coahuila.

Obviamente que esta filtración guberna- mental se fundamentaba en el análisis de los cortesanos enriquistas y del propio EMM, de que el único jugador en el ajedrez de la sucesión era Enrique Martínez, y el resto sólo eran espectadores o piezas movibles en el juego enriquista.

Según se especuló, el tercero en discordia con el que amenazaba el gobernador era Miguel Arizpe Jiménez, quien no estaba buscando la gubernatura, pero no le haría el feo si se la regalaban. Los oficiosos y cortesanos ya tenían también el nombre del panista al que apoyaría Enrique Martínez para que lo sucediera: Ernesto Saro Boardman, en ese entonces Alcalde de Ramos Arizpe.

En el análisis enriquista, Enrique Martínez también era mano en las decisiones del PAN, pues con el supuesto apoyo que EMM le brindaría a Saro Boardman, de golpe y porrazo se anulaba a los precandidatos panistas más relevantes: Jorge Zermeño, Juan Antonio García Villa, Manuel López Villarreal y Guillermo Anaya Llamas.

Lo verdaderamente cierto era que los precandidatos andaban desatados, precisamente por la ausencia de Enrique Martínez en Coahuila. Se la había pasado en la ciudad de México auscultando sus posibilidades y cabildeando el apoyo para su aspiración presidencial, mientras tanto los precandidatos priistas coahuilenses se la pasaban haciendo campaña política y ordenando encuestas a los periódicos para mostrar que las intenciones del voto los favorecía.

Pagar encuestas cuyo resultado favorezca al que las ordena siempre me ha parecido una jalada, que sólo creen los que las pagan, y recordé una anécdota que viví en 1993 cuando el candidato priista, Rogelio Montemayor, andaba en campaña por la gubernatura.
En ese tiempo, Armando Castilla Sánchez, propietario del periódico Vanguardia, no se había puesto de acuerdo con Montemayor en el monto del convenio publicitario de su campaña política. Castilla, conocedor de las debilidades de los políticos, había hecho una estrategia para doblegar a su difícil cliente.

Un día estando platicando con Armando Castilla en su oficina, le comunicaron que alguien deseaba verlo. -Que pase, ordenó Castilla, al mismo tiempo que me decía: -Quédate, no hay problema, es cuestión de unos minutos.

De inmediato entró un sujeto elegantemente vestido, cortés, con toda la finta de vendedor, quien se disculpó por la interrupción. Era el representante de una de las tantas,agencias que se dedican a realizar encuestas, al parecer de Monterrey.

Sin perder el tiempo, el tipo abordó el asunto que lo había traído a Saltillo: “Señor Castilla, vamos a realizar la encuesta que nos ordenó, pero quere- mos conocer algunas precisiones para no equivo- carnos con sus expectativas, por eso quisiera que nos señalara el universo de la encuesta”.

Castilla le indicó algunos fraccionamientos y colonias, en donde la mayoría de los habitantes eran simpatizantes del PAN y por lo tanto enemigos del PRI. Desde ese momento, el resultado de la encuesta se sabía de antemano: El PAN sacaría la ventaja, y el PRI sería repudiado.

En los días siguientes se leyeron en Vanguardia los resultados de la encuesta dirigida. Castilla me demostró que los resultados de las encuestas pueden adecuarse a las estrategias de quien las paga, sin necesidad de mentir, sólo había que realizarlas en el lugar adecuado. Si se quiere beneficiar al PAN, hay que encuestar a los habitantes de las colonias clasemedieras y de los fraccionamientos residenciales; o si se quiere que el PRI sea el beneficiado, entonces hay que encuestar a los ciudadanos que viven en la periferia, en los sectores donde domina la pobreza, allí donde el PRI distribuye las dádivas de los programas de gobierno.

De todas manera, Montemayor no cedió, al contrario se opuso a las pretensiones de Castilla, quien radicalizó su línea editorial. Pero hubo otro camino para el acuerdo: Jorge Masso Masso, quien tratando de conciliar, invitó a comer a ambas partes. Aún así no se logró el convenio publicitario, y disgustado el candidato priista se levantó de la mesa, arguyendo que tenía otro compromiso.

Antes de que Montemayor saliera de la casa donde había sido la comida, Jorge Masso le dijo a su socio Castilla las palabras mágicas: -No seas tonto “Gordo”, Montemayor va a ser el gobernador, y durante seis años vas a tener problemas económicos si no llegas a un acuerdo con él.

Castilla, que en cuestión de negocios escuchaba a Masso, se levantó de la mesa, alcanzó a Montemayor, cruzaron palabras en la puerta y se despidieron afectuosamente. Castilla retornó a la mesa y le dijo a Masso: “No hay problema, Masso, somos amigos, primero hay que hacerlo gobernador y luego ya veremos”.

En las siguientes semanas, ya en plena campaña, en las páginas de Vanguardia ya no era el PAN el predilecto de los coahuilenses, sino Mon- temayor que se había convertido en el salvador de Coahuila. El candidato del PRI era a quien la mayoría ciudadana quería como gobernador... según indicaban los resultados de las encuestas.

La principal debilidad de los políticos y sus partidos, es que le dan mucha relevancia a las encuestas dirigidas, pagadas por los beneficiarios de los resultados, pero que nadie las cree. Hoy está claro que las encuestadoras y sus encuestas no cuentan con la credibilidad de la ciudadanía.

Por aquel entonces, abril de 2004, leyendo la prensa me percaté que el personaje que se había alquilado para actuar como Juez y dictar las órdenes de aprehensión a Manuel Flores Revueltas y a Pedro Aguirre Castro, ex Rector y Ex Director Administrativo de la UTC, era ni más ni menos que el delincuente Alberto Campos Olivo, uno de los dos sicarios que el 10 de junio de 1995 baleó mi carro a las afueras de mi domicilio particular, disparando desde un carro de su propiedad.

Para darle a conocer el asunto, escribí una carta al gobernador, la cual entregué al intrigoso Francisco Niebla Vargas, funcionario entonces de la Secretaría de Gobierno, para que se la entregara a Enrique Martínez. Nunca hubo respuesta, ni siquiera sé si Niebla entregó la carta, o si al gobernador le había valido madre mi queja, lo cierto es que el delincuente continúo en su puesto.

El 7 de junio de 2004, en la comida que ofreció el gobierno del estado para celebrar el día de la Libertad de Expresión, se le entregó un reconocimiento a Ernesto Julio Teissier Flores por su labor periodística.

En ese evento de simulación extrema, uno de los oradores oficiales fue Armando Fuentes Aguirre “Catón”, quien aseguró que Ernesto Julio era un ejemplo de trabajo, siempre regido por el principio de que la libertad de prensa es para ejercerse plenamente.
Por supuesto, “Catón” no pone en duda la libertad de expresión ni los peligros que ésta conlleva, finalmente por contar chistes no hay riesgo alguno, menos aún si se es parte de la corte sexenal, como “Catón” acostumbra cada seis años.

“Catón” no tuvo empacho en exaltar a Ernesto Julio Teissier, pues ese era su papel como orador gubernamental, pero “Catón” -al igual que muchos de su generación- conocen la historia negra del homenajeado por el gobierno enriquista, historia que nunca se ha aclarado.

La historia es la siguiente: A principios de los setenta, luego de la masacre de la Plaza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, se corría la versión -nunca desmentida- que Ernesto Julio Teissier había sido el autor de un libro difamatorio y de circulación selectiva, titulado “¡El Móndrigo!”.

En dicho libro, el autor difama a los principales miembros del Consejo Nacional de Huelga que aglutinó a los dirigentes del movimiento estudiantil de 1968, y dirigió la huelga de la UNAM y la lucha contra el autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz, que terminó con el asesinato de un número hasta ahora desconocido de estudiantes y gentes del pueblo que se había reunido en la Plaza de Tlatelolco para realizar un mitin.
Por tal razón, el 7 de junio de 2004, el gobierno enriquista, seguramente a sugerencia de Luis Horacio Salinas Aguilera, homenajeó a Ernesto Julio Teissier Flores, y de paso a su méxima obra: “¡El Móndrigo!”.

Por aquel entonces leí el libro de Rafael Loret de Mola “Destapes”, en donde el autor da a conocer chismes y datos sobre la vida de algunos precandidatos presidenciales. De la mayor parte de ellos, Loret de Mola abunda en sus relaciones políticas y económicas, pero respecto a Andrés Manuel López Obrador señala un caso, que según el autor, no quiere recordar AMLO, entonces precandidato perredista.

El libro relata un accidente que de niños tuvieron Andrés Manuel y uno de sus hermanos. Al estar jugando con una pistola, Andrés Manuel mató a su hermano; lo que le hizo recordar al autor el caso de los niños Salinas de Gortari (Raúl y Carlos), cuando jugando a hacer un fusilamiento, mataron a una niña que trabajaba de sirvienta en su residencia.

Rafael Loret también aborda en caso del suicidio de la esposa de otro precandidato Presidencial, el gobernador de Hidalgo, Manuel Ángel Nuñez Soto, y cuenta el poco profesiona- lismo con que las autoridades judiciales de Hidalgo trataron el suicidio de la primera dama de ese estado.

Loret de Mola da a conocer las especula- ciones de que la esposa del gobernador de Hidalgo no se había suicidado, sino que fue asesinada por su esposo, el gobernador Manuel Ángel Nuñez...

(Continuará).
La tercera etapa del sexenio enriquista...

 

 
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