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el periodico de saltillo
Julio 2015
Edición No. 317



Gasto excesivo

 

Samuel Cepeda Tovar.

Una de las cuestiones que más duelen e incomodan a la mayor parte de la sociedad, es conocer sobre el despilfarro que con frecuencia llevan a cabo los políticos y representantes populares cuando se trata de recursos eminentemente públicos, sobre todo cuando las carencias lastiman a más de 53 millones de mexicanos que viven en la pobreza, según cifras del CONEVAL.

Y es que el reciente viaje del presidente Peña Nieto a tierras londinenses sin duda ha salido demasiado caro, pues el costo del mismo ascendió a más de siete millones de pesos, y quizá lo que más molesta es conocer a detalle los gastos de esa suma considerable de recursos públicos: más de 840 mil pesos en hospedaje, comidas en hotel de cinco estrellas que costaron 32 mil pesos, comidas fuera del hotel de más de 33 mil pesos, renta de 12 limusinas con un costo de un millón de pesos, alimentos en el avión de primera calidad con un costo de casi un millón y medio de pesos, entre otros gastos.

Pero no han sido los únicos gastos exorbitantes que ha realizado el actual mandatario, pues en lo que va de su sexenio, se ha gastado en aretes, mancuernillas, corbatas, mascadas, chalinas de seda y hasta artículos decorativos casi los 2 millones de pesos, todo con costo al erario. El Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext), el Banco Nacional del Ejército Fuerza Aérea y Armada (Banjército), la Nacional Financiera (Nafin), el Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), entre otros, han sido los clientes de los diseñadores Cristina Pineda y Ricardo Covalin, al adquirir dichas prendas como “regalos promocionales” o como parte de “uniforme institucional” de las dependencias antes mencionadas. De igual manera, en la pasada reunión de jefes de Estado en Bruselas, Bélgica, el costo de la habitación del presidente fue de 48 mil pesos por noche.

Desde luego que estos son considerados gastos de “representación” y acordes a un jefe de Estado. ¡Qué lejos estamos de aquel pensamiento de Benito Juárez!: “Bajo el sistema federativo, los funcionarios públicos, no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad. No pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala”.

Sinceramente no sé si un mandatario pueda prescindir de gastos ostentosos y acudir reiteradamente al despilfarro, sobre todo cuando vive en un país en el que más de la mitad de los habitantes viven en la pobreza. Desconozco hasta qué punto pueda permear la cordura y la austeridad cuando de dinero ajeno se trata, sobre todo si es de origen público. El fin justifica los medios decía Maquiavelo, el problema, es que tanta representatividad no deja ver un fin claro que justifique el gasto excesivo.

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