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el periodico de saltillo
Julio 2015
Edición No. 317



Esclavos satisfechos

 

Fidencio Treviño Maldonado.

Ricardo Flores Magón, uno de los pocos periodistas mexicanos que merecen llamarse “anarquista”, dentro de sus críticas decía que: “No hay peor habitante en un país que el que se considera un esclavo satisfecho”. Desde luego Flores Magón vivió en la zozobra, perseguido tanto por el porfiriato, como por los huertistas y los carrancistas; esto por las fuertes críticas periodísticas que llevaba a cabo en contra del sistema que ya perduraba. Nuestro conformismo en México ha rebasado todos los niveles habidos y por haber, una obediencia ciega a las reglas que dicta el poder emanado por los que fueron escogidos por el pueblo para servirle, y sin embargo parece ser que este poder encierra todo lo contrario, porque una vez otrogandoles el control, ellos dictan a su libre albedrío sus reglas, y como ha quedado demostrado, nos consideran sus esclavos. Pareciera que la enfermedad política nacional nos ha infectados a todos, una sociedad convertida en servidumbre humana, en donde el control está en manos de los individuos que dominante y despectivamente gobiernan y los miembros de esta súper tribu parecen aceptar sus papeles de subordinados.

El ser esclavo satisfecho es tener miedo, adquirir un comportamiento de autómata, sin libertad y sin bandera que defender. algunos no sólo se rehúsan a buscar su libertad, sino antes le temen y para desgracia de los mexicanos y personas de otras naciones, la libertad está en retroceso y la esclavitud va progresando. La educación conductista e informal que nos vende el Estado conduce a ello, amasada entre programas que ni forman ni mucho menos informan, sólo califican; de paso millones de jóvenes con estudios universitarios o truncados están condenados a trabajar 10 o más horas diarias, a ser siervos de las maquilas, a engordar a los monopolios y a quedar atrapados en la telaraña del neoliberalismo, telaraña que no mata, sino que atrapa y es imposible salir entre juegos, alcohol, bailes, aparatos de comunicación modernos y la mala copia en la impostura de la moda que nos hacen ser esclavos conformistas, felices, enfermos, contagiados, y lo peor; satisfechos.

Millones de personas creen que el éxito individual es el que los salvara, sin embargo es parte de la comedia humana entrar a la hoguera de las vanidades, en una guerra no armada pero con competencia muy feroz, que muchas de las veces algunos conferencistas inspiradores alientan con programas cocinados, llamados de superación y que puede ser para el individuo un triunfo pírrico y de paso o siempre, sirviendo a los intereses de los capataces del país; lo grave de esto es que no sólo en este país, nuestros gobernantes en sus delirios enfermizos de grandeza, hacen que nos confrontemos en nuestra propia explotación y miseria, y no pobreza material, sino la miseria espiritual que ronda en nuestra mente, y es cuando perdemos todo porque dejamos de luchar. Tenemos que entender que los políticos, la mayoría de los funcionarios y los dirigentes de partidos son los mejores matemáticos sociales, que aunados a la tecnología de cables, plásticos, cementos, combustibles, asfalto, ladrillos, metales y vidrios que ellos controlan, son simples cazadores humanos disfrazados, a los que casi siempre ignoramos, pero inconscientemente obedecemos hasta llegar a ser prisioneros o esclavos de sus proyectos, pero eso si, satisfechos.

La verdadera libertad no está hecha ni es construida por y con privilegios, sino que está cimentada sobre deberes y obligaciones, hay que luchar para tenerla y merecerla; la otra, la que vivimos en este país, es una libertad condicionada, es un traje a la medida del mexicano, el mismo al que retrató don Porfirio Diaz hace más de un siglo y después en los años cincuenta del siglo pasado, nuestro Nobel de Literatura Octavio Paz en su “Laberinto de la Soledad”. Un país como el nuestro en donde la libertad es conocida como libertinaje, está supeditada a las limitaciones que el Estado hegemónico pone basado no en leyes, sino en costumbres, circunstancias y casualidades, nunca encaminada a la verdadera libertad del hombre, tal vez porque en la mayoría de los mexicanos aun subyace el síndrome de Juan Diego; ser el más humilde de los seres.

kinotre@hotmail.com


 
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