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el periodico de saltillo
Febrero 2015
Edición No. 312


Crónicas de un saltillense agringado

 

Héctor Alejandro Calles Valdez.

Tres fueron los datos más útiles que averiguaron sobre la vida de Jordi. Vive solo. Saca puntualmente la basura los jueves a las cuatro de la tarde. Es un gran aficionado al fútbol soccer. Jordi había cometido decenas de fraudes a través del Internet. Sólo podía imaginar los rostros de sus víctimas. Nunca tuvo compasión al engañar, al mentir. El dinero aplacaba cualquier ansiedad producto de la culpa.

Jordi trabajaba a sus clientes por semanas. Era amable, lisonjero. Les hacía creer un genuino interés en sus obras artísticas, luego les arrojaba el gancho. Les pedía dinero para publicar algún compendio de arte en Sudamérica, en España o en cualquier otro lugar. Pocas veces fallaba al pedirles depósitos a las cuentas bancarias que abría bajo nombres falsos.

Una vez que acumulaba lo suficiente cerraba la cuenta y abría otra. Siempre había otro grupo de incautos en las vastas comunidades o bitácoras de la infinita red del ciberespacio. La vanidad de sus víctimas era el factor que determinaba su gran éxito como estafador. Pobres imbéciles. Jordi había creado tras de su elusiva presencia en la red una gran cantidad de odios. En su abismal egoísmo nunca se percató de que había realmente molestado a alguien poderoso, que a su vez conocía a alguien a quien también le gustaban los juegos peligrosos y ahora le observaba de cerca.

Jordi estaba cegado por sus constantes triunfos y preparaba su siguiente estafa. Tenía puesta su mirada sobre una comunidad de escritores, la mayoría poetas aficionados, fáciles de engatusar con la falsa promesa de publicarles una antología grupal. Jordi era un depredador natural. Se sabía sin competencia. “Les he metido gol a esos poetas de mierda” solía decir cuando completaba uno de sus trabajos.

Estaba seguro que nadie sabía a ciencia cierta donde vivía, ni cuál era su verdadero nombre. Se sentía protegido bajo la sombra de su virtual anonimato. Esa gran confianza sería su perdición. Ese jueves exactamente a las 2 de la tarde alguien deslizó un sobre bajo su puerta. Tenía impreso en vivos colores un balón de fútbol soccer y decía “Te vas porque te vas…”. Al reverso decía, “Al mundial de Brasil”.
El sobre era difícil de abrir, extraño. Jordi tuvo que romperlo. Es una lástima, los sobres rotos no sirven para coleccionar. Tiró los restos a la basura. El contenido era una postal y un sello. Decía, “Sólo cien ganadores podrán irse al mundial y tú puedes ser uno de ellos” Jordi había caído redondo. Aquello era bastante razonable, cien ganadores. Continuó leyendo, “Durante los juegos del Mundial en Brasil los ganadores de este concurso tendrán que vestir nuestra marca exclusiva de ropa deportiva”, “Habrá miles de fabulosos premios”.

Definitivamente Jordi quería saber más, aquello sonaba interesante. “No olvides depositar esta postal con todos tus datos en la oficina de correos antes del jueves 14 de….”. Ese día era jueves 14. No había tiempo que perder. La oficina de correos cerraba a las seis de la tarde. Jordi se apuró a llenar los datos. Cuidadosamente lamió el sello y lo pegó en la postal. Antes de irse sacó la basura. Afortunadamente, alcanzó a depositar la postal en la oficina de correos.

Ese jueves por la tarde Jordi murió en plena calle. Fue un paro fulminante al corazón dijo el médico forense. La postal, el sello y el sobre, es decir, las evidencias del envenenamiento, habían desaparecido para siempre. Los poetas de mierda le habían metido un gol a Jordi.

“Les he metido gol” Cuento corto de Héctor A. Calles
Sito web: http://www.hectorcalles.com
Contacto: hector_calles@hotmail.com

 
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