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el periodico de saltillo
Enero 2015
Edición No. 311



Plataforma política

Salomón Atiyhe Estrada.

Es sintomático los temas que hoy en día seleccionan los estudiantes para elaborar su discurso de oratoria con el que participan en el Taller de Oratoria que imparto.

A todas luces se ve que el descontento social es ya general en todos los sectores sociales y las diferentes edades; ya no se trata de quitarle a nadie la venda de los ojos, no hay más tiempo para la inocencia; no se puede hablar de adoctrinamiento o de ejercer influencia entre las jóvenes conciencias, de eso se encarga el mismo sistema político-social. La problemática que deja avanzar el gobierno, sin frenarla, es el principal instigador e impulsor del descontento general.

Les comparto un discurso de oratoria, un ejercicio para redactarlo con exordio, salutación y cuerpo: introducción, inducción y deducción (exhorto):

La corrupción en México detiene las ruedas de la historia

Compañeros, el civismo no consiste en rendirle culto al frío mármol de las estatuas, sino en ser mejores ciudadanos.
En la divina comedia, libro inmortal escrito por el divino Dante, se puede leer: “pierdan toda esperanza. Estamos todos en el infierno”

Honorable jurado calificador.
Estimados maestros.
Compañeros concursantes.
Culto público que me escucha.

La comparación de esta sentencia escrita por Dante, con la corrupción en México, no se atribuye al simple uso de un recurso literario para darle elocuencia a mis palabras, es, una verdadera realidad. Estamos todos en el infierno y hemos perdido toda esperanza, de poder combatir al peor de los flagelos que detienen la rueda de la historia en nuestra patria, la maldita corrupción.

Es la peste que aniquila la conciencia de los mexicanos.

Es el virus maligno que atenta contra la civilización.

México ocupa el deshonroso lugar entre los treinta países más corruptos del mundo.

En México todo se arregla con una “mordida” dicen los extranjeros que buscan fortuna en nuestro país.
Y no me refiero sólo a las pequeñas cantidades que nos quitan los policías, los agentes de vialidad, los burócratas deshonestos por arreglar cualquier asunto o tramite oficial, los directores de algunas escuelas y los maestros que lucran con las calificaciones en un México de reprobados, maestros que quizá también pagaron por su plaza una buena cantidad a sus dizque “líderes” sindicales.

Me refiero, también, al saqueo de nuestras riquezas arqueológicas, de nuestras riquezas que generan los recursos naturales, como la venta clandestina de petróleo en los mercados clandestinos, todo, a ciencia y paciencia de los senadores y diputados, políticos corruptos a quienes también les embarran el dinero en las manos y en la putrefacta conciencia.

En México todo se vende y se compra, todo tiene su precio, todo se convierte en mercancía, hasta la moral, la ética y la autoridad, pues sólo así, nos podemos explicar el crecimiento desmedido del crimen organizado, de la narcoviolencia que atenta contra los ciudadanos indefensos en este estado fallido, donde los malandros se pasean, viven, roban y asesinan impunemente.

Compañeros que me escuchan, la corrupción es un engendro del infierno, un ácido que socava a cualquier país colocándolo en el atraso económico, social, cultural y humano, pues el que acepta un acto de corrupción le vende su alma al diablo.

Sin embargo, no estoy de acuerdo con perder toda esperanza, pues la esperanza nace en el cielo, en la iluminación, en la luz divina del conocimiento y del entendimiento, armas poderosas para vencer a la corrupción y vivir en un país libre de pecado, libre del infierno terrenal, donde reine la paz, la armonía y la solidaridad.

Yo los exhorto a señalar con el índice de fuego a todo aquel mal sujeto, mal funcionario público, que pretenda extorsionarnos y llamarle por su nombre. Corrupto miserable.
Existen miles de formas de combatir a estas lacras, pero la primera es identificarlos y denunciarlos por todos los medios para luego mandarlos al basurero de la historia, y construir en su lugar un México más digno donde podamos vivir en paz, con un desarrollo efectivo en todas las áreas. Compañeros, ustedes tienen la palabra.

 
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