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el periodico de saltillo
Diciembre 2015
Edición No. 322



La ronda de la muerte en noviembre

Salomón Atiyhe Estrada.

En la vieja Europa Lucifer se pasea entre los castillos góticos, por sobre los templos barrocos con sus gárgolas observándolo todo; fantasmas delirantes de poder traman la economía del mundo global desde los victorianos edificios de Londres y al decir de los estadounidenses “Dios vive en la Casa Blanca”, protectora de la confianza que todo el pueblo yanqui le profesa, al grado de jurar con la palma de la mano derecha sobre la biblia que todo lo que dirán es la pura verdad y nada más que la verdad, confiados en lo que dice en su moneda: “En Dios confiamos”.

En México, la muerte se pasea por todas partes. Coatlicue, la diosa azteca de la tierra, con sus garras de jaguar en lugar de pies y manos, simbolizando la muerte, reclama su vasija de piedra con la forma de jaguar, en la que los aztecas recogían la sangre de los sacrificados, resguardada por tanto tiempo en el Templo Mayor de Tenochtitlán, Coatlicue, está de pie, como mudo testigo del devenir histórico, viendo a su tierra como un depósito de memorias culturales ante la expresión de la violencia y la sangre que le arrebata a sus hijos inmisericordemente, no ya con el gusto de ofrecerse para el sacrificio, que salvará a muchos de la hambruna, sino asesinados por sicarios metamorfoseados en brujos malignos de la magia negra que le rinden culto a la Santa Muerte.

Ante este desorden se arma y se desarma el pensamiento del pueblo que se presta a las más fantásticas asociaciones; noviembre, mes de la muerte, pero también el mes de la Revolución Mexicana de 1910, extrema tensión de un cúmulo de contradicciones en los principios que incitaron a la lucha armada contra el porfiriano sistema de opresión. En los montes del sur del país llevan años intentando revivir a Zapata con todo el vigor de su legado, su leyenda y su historia, confrontarlo con sus ancestros indígenas, desenterrarlo, y en un momento consagratorio, instalarlo en un altar, en el mero Palacio Nacional, para que las autoridades salgan de su ceguera.

Una reivindicación del poder magnético y fulgurante de la lucha en sí misma en que han caído los grupos políticos en su insaciable carrera de enriquecimiento ilícito, sumiendo cada vez más en la hambruna y la vida insalubre y enfermiza al pueblo mexicano. Para esos 50 millones de mexicanos sumidos en la miseria, de indígenas abandonados a su suerte, el gobierno mexicano los tiene en una lenta pero letal tortura, ¿cómo no recordar a los verdugos de la inquisición?

Es obvio que cuando se habla del surgimiento de guerrilleros en las montañas del Estado de Guerrero o de las guardias comunitarias ya no se piense en subversores del orden nacional, pues el orden público lo han subvertido los políticos asociados con el narcotráfico que se atreven a secuestrar a grupos completos de personas, como a los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Iguala, desaparecidos, y desde el 26 de septiembre del año 2014, nadie sabe dónde están. Lo mismo de tanta fosa clandestina en varios estados a lo que la ‘autoridad’ sólo dice: ‘son ajustes de cuentas’.

México representa un cuadro hiperrealista donde la recreación y la aniquilación, la construcción y la destrucción es el orden de significaciones de un sistema corrupto en cuyas modulaciones interviene el humor al reírnos de todo, hasta de la muerte; el azar en que se encuentra nuestra economía; la crueldad con la que se aniquila a los ciudadanos; lo grotesco de las noticias en los medios de información tanto televisivos, como radio y prensa; al colmo del descaro y la complicidad con los trúhanes que saquean cotidianamente nuestras riquezas naturales y el erario público; la carroña y la muerte que acecha cada día; los delincuentes de cuello blanco; las autoridades judiciales coludidas; los diputados y senadores convertidos en depredadores de la patria; los partidos políticos, infectados de corrupción; un gobierno federal que no gobierna; una que otra sotana bondadosa, como la de Solalinde protestando por la muerte y falta de apoyo a los emigrantes; cardenales enmudecidos con su propia agua bendita; hombres de buena fe, que temerosos de perder sus privilegios de contar con trabajo prefieren guardar silencio; jóvenes estudiantes que toman las calles con la prevención de otro Tlatelolco…

Todo ello en concordancia con un movimiento abarcador que desajusta la armonía de una democracia, desbordante, donde para que la paráfrasis se cumpla cabalmente es necesario el desparpajo de reunir al Presidente de México y sus secretarios ante un altar rodeado de calaveras…obra concreta y fantasmal del desbarajuste que nos rodea. Es la decadencia de una guerra de independencia y de una Revolución Mexicana, cuyos fastos, a través de los años, se transformaron en polvo, ceniza, escoria…figuras de presidentes nacionales como Vicente Fox y Felipe Calderón empequeñecidos, horrendos, espuria región de sombras perdidas en la historia, en la maraña de discursos demagógicos que acaban desdibujando a los héroes que nos dieron patria y a los que lucharon por un sistema más justo, más digno para vivir.

20 de Noviembre, día en que veremos a la fuerza del aparato militar desfilar por las calles y a los aviones surcar el cielo mientras la gente se pregunta: ¿Y con toda esa fuerza no pueden contra el crimen organizado? Porque ya no basta con la verosimilitud de las figuras de verde olivo y sus relucientes armas, para los inseguros civiles esto pertenece al irreal mundo de las formas y las metáforas, algo que sólo funciona en el mundo del cine, en los iconos extraídos de la violencia de Hollywood que abarrota las pantallas chicas y grandes enseñándonos a matar con ‘heroicidad’ como los estadounidenses que confían en el Dios de la no muy cristiana Casa Blanca.

Francisco Villa, Emiliano Zapata, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Flores Magón y demás luchadores sociales deben permanecer quietecitos en el Monumento a la Revolución, en el santuario de los héroes. La muerte ronda en un México olvidado a su suerte, aprisionado por la globalización cuyos tentáculos extraen nuestras riquezas naturales como la minería, la forestal, la marítima, el petróleo… 20 de Noviembre sólo sirve para transparentar nuestra pasión histórica, nuestras inquietudes por otras épocas y formas de pensar, una luz iluminante que explica el pasado y el presente y el momento de la desviación en la construcción de la democracia.

Recordar es vibrar en el aire de nuestras voces las ideas de libertad, justicia social, orden y paz que aún nos tientan, nos seducen porque son vitales y orgánicas, y por ello, el pueblo se unificará en una sola voz para frenar la Ronda de la Muerte.

 
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