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el periodico de saltillo
Agosto 2015
Edición No. 318


Cueva de San Vicente

Rufino Rodríguez Garza.

Cuatro años después regreso a la cueva de San Vicente. Con nuevas experiencias que pondré en práctica para estudiar las enigmáticas pinturas de este apartado lugar de Zaragoza, Coahuila.

Los acompañantes son otros, pero igual de interesados en el estudio de las antiguas culturas de la frontera de Coahuila. En esta ocasión la compañía fue de lujo. El arquitecto Jesús Ricardo Dávila, historiador, su esposa Rosy Ramírez de Dávila, pintora de temas de la prehistoria y su nieto Santiago Dávila, estudiante de secundaria y guía en el Museo del Desierto, el conocido fotógrafo profesional Miguel Ángel Reyna Flores y el conocedor del arte rupestre, estudioso de las ciencias biológicas, la zoología, la paleontología y magnífico fotógrafo, José Guadalupe Flores Ventura y el que ésto escribe; aprovechando este recorrido el cual me sirvió para sacar algunas nuevas conclusiones de los bellos murales policromados de San Vicente.

Para acceder al lejano sitio hay que solicitar los debidos permisos y las correspondientes llaves para cruzar puertas, rejas y falsetes. Para eso pasamos a Sabinas y el ing. Donato Arizpe amablemente nos facilitó el poder llegar a sus propiedades y otras tierras compartidas. Después salimos a Ciudad Acuña donde pasamos la primera noche; al día siguiente pasamos por el Ingeniero Agrónomo Rafael Rodríguez para encaminarnos al citado rancho.

La vocación de estos ejidos y propiedades privadas es la ganadería y recientemente algunos ranchos cinegéticos.

De Acuña y por pavimento llegamos a Santa Eulalia y a partir de allí sólo terracería, con partes buenas y otras no tanto. Pasamos por una ex hacienda, la de San Miguel, misma que se distinguió en su tiempo por ser un enorme criadero de caballos. Más adelante se llega a una borrosa señal que nos indica dar vuelta y caminar hacia el norte, y de allí va uno cruzando y vadeando el gran arroyo de la Zorra, el cual nace en la Serranía del Burro y desemboca en el vaso de la presa La Amistad. En varios lugares se observan charcos y la vegetación muy verde por las recientes lluvias.

Aunque ya había estado en estos lugares, en algún momento del viaje hubo que preguntar al único vaquero que vimos para ratificar la dirección, íbamos bien y llegamos al último falsete con candado después de tres horas de camino, penetramos y llegamos al rancho mismo que ha visto mejores épocas, lo cual lo demuestra la construcción de una pista de aterrizaje para avionetas por el antiguo dueño
Con desconfianza y recelo nos recibió el encargado del rancho, Manuel Vázquez Flores, las cuales desaparecieron al saber que pasamos por Sabinas a recoger las llaves para las puertas; entró en confianza y muy amablemente nos guió y acompañó al sitio con las pinturas antiguas hechas por sabe Dios qué nativos que habitaron estos alejados parajes.

Luego de un breve descanso y de preparar las mochilas con el agua, lonche, nuestros equipos de video filmación, partimos del rancho San Vicente al sitio, guiados por Manuel, por un maltratado y abandonado camino, lleno de maleza, que las lluvias propiciaron su crecimiento. El camino tiene fin, pues hay un momento en que se convierte en vereda. Se estacionaron las camionetas en lugares en que se pudiera dar vuelta a la hora de regresar.

La distancia del rancho a la cueva pasa de los dos kilómetros. Cargamos las mochilas y siguiendo la tubería que conduce el agua de un manantial permanente al tanque del rancho. Aquí empezó lo difícil de la marcha pues la pendiente es muy pronunciada.

Caminando despacio hasta llegar a un sitio donde está la toma de agua de la manguera. Después de un pequeño descanso continuamos el ascenso topándonos con grandes helechos, hongos de buen tamaño, que con suerte son comestibles, tropezando con una curiosa planta, una enredadera espinosa y que al decir de nuestro guía se le llama "cortamecates", nueces silvestres de un árbol llamado "nogalillo" y más plantas que dificultaban la subida. Se llega el momento en que se observa la cueva pero el llegar se complica pues la subida es casi en vertical. Con la ayuda de nuestros bastones y agarrándonos de la vegetación al fin pudimos acceder al lugar.

Llegar, quitarnos las mochilas, desprendernos de las camisas y tomar un respiro para reponer fuerzas, después del dificultoso "camino" para llegar a las pinturas.

Poco a poco los compañeros fueron llegando; Ventura y el fotógrafo Reyna, fueron a un cercano refugio que aunque con pocos motivos, éstos fueron de interés. Ya todos en el abrigo rocoso o cueva, procedimos a tomar notas del gran mural lleno de chamanes, unos grandes y otros pequeños pero que fácilmente sobrepasan de 100.

La boca del abrigo tiene una distancia de más de 60 metros. La profundidad del abrigo es variable pero llega a más de 10 metros y la altura de aquel refugio pasa de los 6 metros.

Esto de la altura es de suma importancia pues varias de las pinturas están precisamente en el techo. Siendo inevitable hacerse la rigurosa pregunta ¿Cómo se realizaron estas pinturas?, ¿Cómo construyeron andamios o escaleras para llegar al techo de la cueva?

Recordemos que la vegetación, aunque abundante en este lugar, gracias al manantial, carece de árboles o material leñoso para la construcción de las tarimas para pintar en ese dificultoso techo. Tampoco se contaba con herramientas metálicas para cortar la madera. Era la edad de piedra. Donde aún, en la época en que se pintó, no se había inventado el arco y la flecha. Esto nos conduce a pensar en la antigüedad de estos frisos, la cual puede ser de más de 2000 años antes del presente. Otra pista es la gran cantidad de propulsores o atlatl's que aquí se observan y que el compañero Ventura propone que no sólo son atlatl's sino que también pueden ser las lanzas o azagayas.

El Abrigo con pinturas, cuenta con un piso firme, rocoso que no le servirá de mucho a los arqueólogos, pues no podrán hacer las excavaciones correspondientes en la búsqueda de vestigios que den fe de nuestras modestas apreciaciones.

En los extremos del abrigo se pueden ver heces fecales de los osos. Osos que sabemos que los hay pues más de un cazador ha dado cuenta de la presencia de estos plantígrados. Una de las funciones de los vaqueros es la de revisar a diario las mangueras pues los osos las muerden y por lo tanto las revientan, siendo éste el motivo de que la tubería constantemente se tiene que estar reparando. Antes de entrar en materia, las pinturas, diremos que los pavos y venados se dejan ver por las tardes cuando se acercan al agua; pero ésto lo sabremos en la saga de esta emocionante visita a la Cueva de San Vicente.


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