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el periodico de saltillo
Agosto 2015
Edición No. 318



El error de Porfirio Díaz: mantenerse en el poder

 

“La tiranía está en la esencia del poder”
W. Shakespeare.


Jesús M. Moreno Mejía.

A 100 años de su muerte, se sigue analizando el absolutismo del Gral. Porfirio Díaz como Presidente de México y, sobre todo, el por qué se le considera todavía un auténtico tirano, odiado por muchos y a la vez querido por otros. Nadie puede negar que el régimen de Díaz logró significativos avances para México en su época: la consolidación de una red ferroviaria nacional, que lo mismo servía para transportar personas, ganado, productos agrícolas e industriales; el servicio de la energía eléctrica y algunas obras de progreso material; la entrada de divisas a través de empresas extranjeras, etc., logrando se hiciera popular su lema de gobierno “Paz, orden y progreso”. ¿Pero a cambio de qué se obtuvieron esos logros, y a favor de quién? Pues es de sobra conocido que hizo uso del Ejército y de las fuerzas del orden público en contra de quienes clamaban una auténtica justicia social y económica a favor de los jornaleros agrícolas, los mineros y obreros en general.

Por todas las injusticias que se dieron fue que prendió la mecha de la revolución en 1910, e incluso se dieron algunos intentos anteriores al 20 de noviembre en contra del régimen porfirista, incluyendo un levantamiento armado en Viesca, Coah. Tal como ocurre en la actualidad, la mayoría de la población de hace 100 años estaba constituida por una gran mayoría de gente de pobreza extrema, una clase media conformista y unas cuantas personas que tenían el poder económico en sus manos: los ricos hacendados, los empresarios y los gobernantes que se enriquecían de la función pública, tal como ocurre hoy en día.

El historiador Enrique Krauze refiere que Luis González señala en su libro “La Ronda de las Generaciones”, que Porfirio Díaz gobernó hasta principios de 1890 con el apoyo de destacados hombres de su progenie, pero que en cierto momento le faltaron a causa de enfermedades y la muerte de algunos de ellos, sustituyéndolos por otros personajes ilustres de finales del siglo XIX, conocidos en conjunto como los “Científicos”. En efecto, la historia refiere que el monopolio del poder y el control de la vida política y económica de México, recayó en las decisiones de los “Científicos”, o sea el círculo de personajes alrededor del dictador, que se pronunciaba por administrar el Estado con base en la filosofía positivista y el darwinismo social, y no en el liberalismo jacobino. Este selecto grupo estaba constituido por altos funcionarios del régimen porfirista, importantes financieros, latifundistas, profesionales y miembros de la intelectualidad burguesa, que llegaron a controlar los principales puestos políticos del gobierno, al grado tal de que 24 de los 27 gobernadores estatales pertenecían a dicha élite. Los Científicos acapararon los grandes negocios de la época: los contratos de obras y servicios públicos, bancos, industrias, comercio y grandes inversiones, fueran nacionales o extranjeras, pero especialmente de origen europeo. La idea de ese grupo de élite era que nuestra nación fuera gobernada por una oligarquía criolla, estrechamente ligada con el capital extranjero, pero ese sueño se topó con la autocracia de Porfirio Díaz.

El dictador pensó en dejar la Presidencia al general Bernardo Reyes, quien fuera gobernador del estado de Nuevo León, pero luego se arrepintió, no obstante haber asegurado en la famosa entrevista que concediera al periodista estadounidense James Creelman, en 1908, que no buscaría nuevamente la reelección en 1910 y que daba la bienvenida a la contienda electoral a otros aspirantes, refiriéndose tácitamente a Reyes. Enrique Krauze opina acertadamente que el paso de la estafeta al general Bernardo Reyes “era la escena crucial del libreto que Díaz no supo escribir, al aferrarse al poder y la gloria (de su persona)”, y con ello “no sólo instauró una gerontocracia, sino que bloqueó el paso a dos generaciones completas, cuya edad fluctuaba entre los 30 y 60 años edad, al quedar sin visos de participación”.

“El propio Porfirio debió entenderlo: a los 41 años de edad se había levantado en armas contra Juárez y Lerdo de Tejada por motivos similares (añade Krauze). De haber cedido el poder, un sector de la clase media se habría incorporado a la vida política, impulsando por vías de la reforma, no de la revolución, los necesarios cambios sociales: Sindicalismo libre, control de los recursos naturales, educación masiva e incluso una reforma agraria. Ese fue el definitivo error histórico de Porfirio Díaz”. Finalmente, el tirano tuvo que renunciar y huir de México al ver al país incendiado, llevando como destino París, Francia, donde falleció hace 100 años, sin que sus restos pudieran descansar en su tierra, como eran sus deseos, y que ahora pretenden hacerlo algunos de sus familiares y seguidores de hoy en día. ¡Hasta la próxima!

 

 
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