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el periodico de saltillo
Agosto 2015
Edición No. 318



Los alcaldes coahuilenses: cortos de miras y entendederas

 

Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente
aunque no haya río.
Nikita krushchov
(1894-1971) Político ruso.


Jorge Arturo Estrada García.

El ambiente de impunidad, las incapacidades y los vacíos de poder crean los ambientes propicios para la violencia y la delincuencia. En nuestras ciudades todo esto lo padecemos intensamente. Nuestras calles, barrios y colonias son territorios de la delincuencia. Las familias viven en la inseguridad. El peligro no ha terminado. Y los alcaldes de Saltillo y Torreón, ya sólo piensan en la siguiente elección. En la de ellos.

Los alcaldes son un cero a la izquierda. El tejido social está destruido. El contrato social está roto. Las corporaciones no han sido completadas desde hace cuatro años que comenzaron las depuraciones. Sólo escuchamos pretextos y quejas. Los delincuentes siguen operando. Los delincuentes lo saben y se apoderan de enormes zonas urbanas. Las promesas de Miguel Ángel Riquelme e Isidro López, que los llevaron a la presidencia municipal, siguen incumplidas, y se percibe que ya no lo lograrán.

Los alcaldes lo primero que deben comprender es que son empleados de los ciudadanos. Un mandatario no es el que manda, sino el que obedece, el que recibe mandatos. Entonces, ellos no reparten beneficios, sólo cumplen órdenes. No nos benefician con parques, pavimento y luminarias, ellos simplemente deben desquitar sus elevados sueldos, cumplir deberes y arreglar cosas. Son administradores temporales, no reyecitos.

Apenas llevan dos años, y ya están demasia- do ocupados construyendo sus proyectos personales. Ambos, sueñan con ocupar la silla de Carranza en el Palacio Rosa. Mientras, Torreón y Saltillo se deterioran, se rezagan y pierden competitividad en el entorno global. Cortos de miras y entendederas, sus ambiciones y egoísmos impiden el progreso armónico de las ciudades.

Sin cumplir con sus responsabilidades. Con desempeños de malos a mediocres. Se sienten capacitados para dirigir al enorme y complejo estado de Coahuila. Ya no les interesan sus electores y se concretan a operar en las élites de sus partidos y en las cortes de los poderosos.

En los dificilísimos momentos por los que Coahuila ha estado atravesando, apenas estamos saliendo de una cruenta guerra, que dejó nuestras calles llenas de ejecuciones, terror y balas; los presidentes municipales de la entidad, poco han aportado. Ni antes, ni ahora.
Si bien, podría decirse que los presidentes municipales han sido anulados por el peso de los gobernadores. También es cierto que han nadado “de muertito”, para no responsabilizarse de la construcción de obras y la seguridad que las ciudades demandan para su progreso. Ya hasta el gobierno estatal tiene que entrarle al bacheo.

Se habían salvado, pero para ellos ya llegaron las épocas de las vacas flacas. Su discurso se repetirá permanentemente: “austeridad, posponemos obras, despidos, más deudas, créditos, proyectos inconclusos, lamentos, servicios deficientes, etc.”

La alcaldía de Saltillo, en tiempos recientes, ha producido dos gobernadores, ambos con problemas por corrupción y lavado de dinero con las autoridades de los Estados Unidos: Humberto Moreira y Jorge Torres. Entre ellos, hay varios encubridores de los desfalcos y desórdenes financieros de sus antecesores: Miguel Ángel Riquelme, Jericó Abramo, José Ángel Pérez y Fernando de las Fuentes.

También, varios ex alcaldes se convirtieron en diputados y senadores, y suspirantes al Palacio Rosa aunque nunca legislaron en favor de los ciudadanos: Memo Anaya, Rosendo Villarreal, Jorge Zermeño, Luis Fernando Salazar.

Sus acciones han sido las de la clase política actual: actuar dócilmente con sus mecenas y la partidocracia, y operar a espaldas de los coahuilenses. Se han ganado a pulso la desconfianza de los ciudadanos en la clase política, en los partidos y en sus palabras.

El paso, de muchos de ellos, por las presidencias municipales ha resultado tóxico para muchas de generaciones de coahuilenses. Los alcaldes son, y han sido, un cero a la izquierda. Son retratados como trepadores, incapaces para cumplir a cabalidad con sus cargos; y sólo buenos para los negocios y para promoverse.

Poco o nada resuelven en sus cargos: el transporte, la seguridad, el pavimento, etc. son pésimos. Tenemos rezagos enormes. Son de miras y entendederas cortas. Sus proyectos, son negocios personales, ocurrencias y parches. Sus planes de desarrollo son Patito y de copy paste. Sin diagnósticos profundos y precisos, los proyectos son incompletos e insuficientes. Cortos de miras y entendederas, dijimos. Sus colaboradores son improvisados. Ya para cuando aprenden es hora de irse.

Desafortunadamente ellos dejan marcas indelebles en la historia de las ciudades. Sus errores se acumulan, y llegan a pesar como lastres. La calidad de vida se deteriora, las oportunidades y el progreso de cancelan. Entonces, el ambiente de impunidad, las incapacidades y los vacíos de poder crean los ambientes propicios para la violencia y la delincuencia.

Sistemáticamente se dilapidan las oportunidades y los presupuestos de miles de millones. Se trabaja poco y los resultados son escasos. Montan y mantienen burocracias enormes. Y, construyen proyectos y plataformas políticas con base en el erario municipal.

Ni siquiera pueden contratar policías, mucho menos prepararlos. Presumen pavimento y remodelaciones en unas cuantas calles. No recuerdan ni cómo, cuándo y en donde gastaron los miles de millones. Inauguran banquetas, baches tapados, canchitas, bebederos y cursos de zumba como si se tratara del puente El Baluarte.

En todo momento, se muestran muy preocupados en lograr grandes presupuestos. Gritan alarmados cuando no los completan o se los rebajan. Están angustiados cuando hay recortes. Y entonces deciden aumentar las recaudaciones inventando multas cada vez más caras. Lo hace “preocupados por nuestro bien”, “ante todo el bien común.”

En contraste, son buenos para gastar y malos para pagar. Aunque las obras más sencillas siempre se les complican: porque llueve, porque hace frío, por las normatividades, “porque los recursos no bajan”.

Igualmente son muy malos para pagar completo y a tiempo. Siempre van retrasados y luego, ya ahorcados los proveedores, dictan quitas. Pareciera que los más inefables personajes son elegidos como encargados de las finanzas. Muchos de ellos ni le saben, ya que siempre andan con déficits.

No hay presupuesto que les alcance. Siempre los sorprenden la inflación, la baja del precio del petróleo, las devaluaciones, los ajustes presupuestales, etc. Pero parece que disfrutan el no pago a los proveedores. Gozan haciéndolos padecer. Casi siempre los funcionarios se dan tiempo de construir fortunas al amparo de los presupuestos.

Acostumbrados a ganar elecciones sin necesitar a los coahuilenses, ya preparan sus campañas, aunque sus administraciones son reprobadas por los ciudadanos. Pero saben que las elecciones se ganan comprando votos a quienes los venden en cada barrio y colonia. Ya saben en dónde viven y cuanto cuestan. Ni siquiera hay que buscarlos.

Simplemente se compran los votos. Y hasta lo hacen en abonos. Deciden los programas y obras sin atender las necesidades reales. Sólo tienen prioridad los programas clientelares. Basan sus éxitos en que la partidocracia y la clase política han logrado anular a los ciudadanos. Aprovechan su apatía y la pasiva indignación. Navegan sobre las olas del abstencionismo.

Entonces, con tan malos alcaldes no sorprende que haya más pobres. Hay más empleos con salarios bajos. Hay más obreros. Más desempleo de profesionistas. Más PIB per cápita, en Coahuila, pero mayor desigualdad.

Se genera cada día más inseguridad, con más pandillas. El tejido social es ya inexistente en muchas zonas. Las corporaciones no crecen ni en calidad ni en cantidad suficientes. Hasta hay menos patrullas y se disparan los robos, extorsiones, asaltos y crímenes. No hay capturas, mucho menos condenas. Cero eficiencia. Impunidad alarmante.

Isidro López resultó un fiasco. Ricardo Aguirre ya sabíamos que es mucho ruido y pocas nueces. Miguel Riquelme es un político a la antigüita, con poco trabajo de alcalde en las calles y mucha dedicación para cortejar a las élites. Recorre más kilómetros de carretera que en gastar suelas en las colonias de Torreón.

Isidro se desgastó rápidamente por rodearse de personajes cuestionables recomendados por el tío Rosendo Villarreal, algunos reprobados en las pruebas de control y confianza. López Villarreal conserva a Jorge Salcido Urroz, y le permite sus protagonismos y excesos en operativos. Salcido también involucra a Isidro en cuestionadas medidas de fotomultas y cámaras, mal operadas y peor monitoreadas. Hay sospechas de negocios con las cámaras y los taxímetros. El 82 por ciento del presupuesto de Saltillo se va en nóminas.

Entre las pocas cosas que ha hecho, Isidro decide comprar terrenos millonarios para favorecer a sus cuates y parientes. Quieren arreglar arroyos que pasan por sus propiedades y fraccionamientos. Curiosamente, los millonarios de Saltillo escogieron el paso de las aguas negras de la ciudad para edificar sus mansiones y club campestre. Ahora hay que arreglar eso y claro hacerlo con el dinero de los saltillenses. Para eso está Isidro.

Vemos muchas excusas y muchos lamentos entre los alcaldes. Montones de propaganda. Y enormes ambiciones. Los políticos locales son pésimamente evaluados. Pero son los más fuertes en la tierra de tuertos. Temerosos de Broncos, se sacan leyes bajo las mangas.
En contraste, se perciben ciudadanos apáticos, divorciados de la cosa pública. Descon-fiados y poco conscientes. Se preocupan por sus familias, inseguridad, carestía, bajos salarios, problemas sociales que acechan a sus familias, pero no atinan a presionar a sus alcaldes y diputa- dos. Sólo miran el árbol y se olvidan del bosque.

La otra parte de la ecuación se ausentó en Coahuila. Los ciudadanos ya no acuden a las urnas. El progreso y los sueños se cancelan.

La corrupción rápidamente avanza sobre todo y sobre todos, hasta que su erradicación se hace prácticamente imposible, porque amordaza a cualquier persona u organismo capaz de arrojar la primera piedra.

Escribió el filósofo español Fernando Savater: “los políticos son todo lo malos que los dejamos ser. Y serán peores si la sociedad no les pone límites. Hay que empezar a castigarlos de forma muy severa. Deben estar controlados, aunque sea, por el miedo: sea éste el de perder sus puestos, a las leyes, a la opinión pública o a su propia vergüenza”.

El político enriquecido sólo es soportable cuando lo compensa con gestos de estadista y concreta los proyectos que la comunidad necesita. O que por lo menos sea simpático, o que cuente buenos chistes. Ni de esos tenemos ya.

Se detecta miedo, desinterés y desconfian- za, en diversas dosis, que paralizan a ciudadanos y los alejan de la participación comunitaria. La consolidación de la democracia y la alternancia se aleja. Las transformaciones deben darse desde lo local, hay que exigir más trabajo, más eficiencia y mejores resultados a los presidentes municipales. Sin embargo, no podemos esperar mucho de ellos. Están reprobados pero podríamos encontrarlos de nuevo en las urnas.

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