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el periodico de saltillo
Abril 2015
Edición No. 314


Mis sexenios (83)

José Guadalupe Robledo Guerrero.


La tercera y última etapa del sexenio enriquista

En junio de 2004, en una nota perdida de la prensa local, se dio a conocer que el ex Procurador montemayorista Humberto Medina Ainslie “El Chucky, había sido citado para responder a una demanda de la PGR, por haberse robado mercancía incautada y bajo su custodia en el tiempo en que fue Procurador de Coahuila.

El tráfico de influencias a la que siempre respondía Ramiro Flores Arizpe, Presidente del Tribunal Superior de Justicia, de inmediato dio resultados, y en pocas horas Humberto Medina Ainslie fue exonerado de lo ilícitos que le imputaba la justicia federal.

Como resultado de un juicio exprés, y para justificar el dictamen de la justicia coahuilense, se dio a conocer un escueto informe en los periódicos, perdido entre las páginas. Según la nota, el juez no le encontró ningún delito al ex Procurador Medina Ainslie, pues las mercancías incautadas y supuestamente robadas eran granos, que el filantrópico ex Procurador había canalizado al DIF para que se ayudara a los pobres.

Sin embargo, como siempre sucede en estos casos, no se dijo quién recibió los granos, ni qué granos eran, tampoco se constató cómo fueron canalizados al DIF, no se dio ninguna prueba. Al menos los periódicos no informaban de ello. Pero lo más importante, es que las mercancías que se documentaron como incautadas por la Procura- duría al mando de Medina Ainslie, no eran sólo granos, sino aparatos electrodomésticos, principalmente lavadoras y refrigeradores, los cuales desaparecieron , incluso hasta se dijo en su momento que dichos aparatos habían sido comercializados en una conocida tienda de autoservicio de Saltillo, en donde el entonces Procurador Humberto Medina Ainslie era de los principales socios.

Desde luego estos casos no son del interés de los traficantes de la justicia, como Ramiro Flores Arizpe, menos aun si el delincuente, además de ser un colega de ellos, se desempeñaba en esa época como asesor jurídico del entonces gobernador de Nuevo León, Natividad González Parás.

Para festejar el resultado del juicio exprés, en donde se exoneró al ex Procurador de todos los ilícitos de que lo acusaban, a finales de junio comieron en el restaurante “La Canasta”, Humberto Medina Ainslie y el Procurador Ramiro Flores Arizpe. Lo dicho, los delincuentes se tapan con la misma cobija y se protegen entre ellos...

Para ese entonces el entonces director del Hospital Universitario de Saltillo (HUS), Hugo Rogelio Castellanos Ramos, seguía asustando con el petate del muerto, y en tono amenazante exigía más recursos de la UAC, a través de la columna “Politicón” del periódico Vanguardia en donde uno de sus hijos es administrador.

El mensaje que Hugo Castellanos envió, es que si la Universidad no le proporcionaba los recursos que había solicitado, renunciaría a la dirección del Hospital Universitario.

Hugo Castellanos presumía ser compadre del gobernador Enrique Martínez, debido a ello era una de las familias felices del sexenio enriquista: Hugo era director del Hospital Universitario; su hija Betha Castellanos era secretaria de Salud; y su yerno (esposo de Bertha) Sebastián Zepeda Contreras era director del Centro Estatal de Urología, creado con dinero gubernamental y el cual era (¿o es?) manejado como negocio privado por el urólogo de la familia feliz.

La supuesta renuncia de Hugo Castellanos fue considerada como su mejor decisión, pero obviamente no renunció, pues ya se había encariñado con la silla de director, y con los falsos halagos de los ineptos y corruptos que lo rodeaban y le sacaban buen provecho.

Por otro lado, decían los enterados, antes de pedir más recursos, Hugo Castellanos debe rendir cuentas sobre las cantidades millonarias que gastó en la compra de equipos médicos y en las remodelaciones nacas (de nuevos ricos) que realizó Castellanos en el Hospital Universitario de Saltillo.

Y es que como compadre del Ejecutivo, Hugo Castellanos recibió millones de pesos del gobernador Martínez, nadie sabe cuántos, para que pusiera al día el nosocomio universitario. Nunca rindió cuentas, pero algunos de sus empleados cercanos se hicieron ricos de la noche a la mañana.

Hugo Castellanos -decían sus conocidos- cambio mucho cuando se hizo cargo del HUS, antes era modesto, sencillo y presumía de consultar gratis a la gente que no tenía ni para trasladarse a su lugar de origen. Ya como director, con su hija secretaria del gabinete estatal y con su compadre como gobernador, Hugo se olvidó de la gente pobre y la arremetió contra ellos. Por órdenes de él se secuestraba a los pacientes dados de alta si no tenían para pagar su cuenta completa.

Desde hacía meses Castellanos no había cesado de politizar los asuntos internos del HUS e insistió en polemizar con aquellos que señalaban los errores que cometía al frente del nosocomio.

Por ejemplo, sin autocrítica de por medio, Castellanos insistió en denunciar -sin proporcionar nombres- el influyentismo de autoridades, políticos y regidores, que según él, lo presionaban para que hiciera condonaciones a quienes si podían pagar los servicios hospitalarios, poniendo énfasis en su villano favorito: Francisco Navarro Montenegro, quien lo sacó de quicio, porque no lo pudo encarcelar luego de un enfrentamiento entre ambos.

Hugo Castellanos también polemizó con periodistas, diputados y profesionistas, sin haberle dado respuesta a las críticas que le señalaban. Nunca habló sobre las altas tarifas hospitalarias y las privaciones ilegales de la libertad de los pacientes que no tenían para liquidar el total de su cuenta.

Debido a ello, meses antes, concretamente a principios de 2004, por falta de tacto y sensibilidad de Hugo Castellanos comenzó un enfrentamiento con el líder cardenista Francisco Navarro Montenegro.

El motivo del pleito es que Navarro Montenegro, como era su costumbre, había apoyado a una familia humilde que tenía a una hija internada en el HUS por un accidente vial. El padre de la muchacha, bloquero, se encontraba lesionado e impedido para trabajar. La madre estaba enferma y los abuelos habían perdido la vida en el accidente.

Por esta situación familiar, no tenían para pagar de inmediato la cuenta hospitalaria, que por 13 días internada ascendía a 23,773.44 pesos, razón por la que los familiares hablaron con Hugo Castellanos, solicitándole tiempo para liquidar la cuenta, pero se encontraron con la actitud prepotente y déspota del director del HUS, quien les negó el plazo solicitado y ordenó retener a la paciente como garantía del pago de su cuenta.

Los familiares de la joven acudieron con Navarro Montenegro, quien las acompañó hasta el estacionamiento del hospital, mientras los padres de la “secuestrada” se las ingeniaban para sacarla del HUS.

Finalmente lograron liberarla, mientras Hugo Castellanos, en una de sus acostumbradas rabietas, ponía una demanda en contra de Francisco Navarro Montenegro por haber desafiado su poder al haber contrariado sus órdenes. En respuesta, los familiares de la muchacha lesionada demandaron al Hospital por privación ilegal de la libertad.

Hugo Castellanos politizó aun más el intrascendente suceso, utilizando a algunas trabajadoras del Hospital para denunciar a los medios de comunicación la “agresión” que había sufrido el HUS de parte de Navarro Montenegro. Se le olvidaba a Castellanos que Francisco Navarro había sido el único político que había apoyado para que no se privatizara el HUS, cuando Rogelio Montemayor intentó vender el nocosomio, es decir hacerlo privado.

Gracias a Navarro, a algunas trabajadoras y a periodistas comprometidos, Hugo Castellanos pudo ser director, porque impidieron la privatización montemayorista, mientras Hugo Castellanos apoyaba a su pésimo director: Miguel Ángel Talamás Dieck, autor del encarecimiento de las tarifas hospitalarias, de la retención ilegal de los pacientes pobres, precursor del despotismo y el que propuso la privatización del Hospital, mismos errores que defendía Hugo Castellanos.

Por eso no fue extraño que una de las primeras decisiones de Hugo Castellanos como director del Hospital fue imponerle el nombre de Talamás Dieck a una de las salas del HUS.

Quienes conocían la situación del HUS sabían que quien verdaderamente le hacía daño al Hospital Universitario era Hugo Castellanos, pues a pesar de las críticas, nunca quiso corregir los errores de su responsabilidad: altas tarifas, mal servicio, despotismo, retenciones ilegales de los enfermos y despilfarro, ya que según los trabajadores, Castellanos había ocupado su tiempo en adornar el HUS con un gusto decorativo naco, semejante al de los nuevos ricos.

Por otro lado, Hugo Castellanos siempre se rodeó de lo peor de los trabajadores universitarios: ladrones, flojos, irrresponsables, intrigosos y manipuladores. Todos unas “fichitas”.

Finalmente, los familiares de la paciente que había sido secuestrada, consiguieron el dinero y pagaron la cuenta “hasta el último centavo”, para terminar con el escándalo que había propiciado Hugo Castellanos, quien se ostentaba fanfarronamente de ser el más influyente coahuilense en el gobierno “de mi compadre Enrique Martínez”...

Por esos días, a inicios de 2004, El Periódico... documentó que en su Segundo Informe, el entonces rector de la UAC, Jesús Ochoa Galindo, había recibido un inusual espaldarazo del gobernador Martínez al referir que la Universidad estaba aplicando sus recursos con niveles de excelencia.

Sin embargo, esta apreciación gubernamen- tal quedaba desmentida con las múltiples evidencias de despilfarro, la más reciente era la edición de lujo de un libro que llevó el pretencioso título “El Patrimonio Artístico Universitario”, en donde se muestran los rarísimos “tesoros” que aun quedan en la UAC, después de los constantes saqueos que ha sufrido la Universidad.

Dio pena que se haya editado el costoso libro para mostrar la pobreza del patrimonio universitario, pero más pena provoca que Ochoa Galindo haya utilizado ese mamotreto para incluir en sus lujosas páginas una supuesta reseña histórica de la UAC, firmada por un extraño a la Universidad: Gerardo Segura.

La referida reseña está muy alejada de la realidad, sobre todo en lo que se refiere a los dos trascendentes movimientos estudiantiles que modificaron la estructura de la Universidad, dándole un nuevo orden jurídico, reordenando sus funciones y permitiendo la participación de los profesores y estudiantes en las decisiones de la Máxima Casa de Estudios de Coahuila.

Por su contenido, la “reseña” se asemejaba a un boletín gubernamental. Allí se despolitiza la historia, se minimiza la conciencia universitaria y los motivos que generaron la Autonomía Universitaria y el Movimiento Pro Dignificación de la UAC.

Lo lamentable del caso, fue la insensibilidad de Jesús Ochoa Galindo y su desprecio por el intelecto de profesores y estudiantes, quienes son los más indicados para realizar la Reseña Histórica de su Alma Mater, no los burócratas que atienden los intereses de quienes los mantienen en nómina.

No hay duda pues, que Jesús Ochoa Galindo es un burócrata, usufructuario de los cambios universitarios, él además es “chico tec” egresado del ITESM, por lo que es lógico su desprecio por los movimientos estudiantiles.

El mamotreto editado sobre el exiguo Patrimonio Artístico Universitario, no era el único caso que mostraba la nula creatividad y el despilfarro de Ochoa Galindo. Allí estaba la reciente edición de una serie de compactos de la música del Grupo Takinkai, que tiene décadas de ser lo único que promueven los rectores, como si la creatividad artística de la UAC se hubiera terminado al momento de la fundación de ese grupo, que dicho sea de paso se fundó en la Preparatoria Nocturna, a principios de los 70 del siglo pasado, y su primer nombre fue: Grupo Emiliano Zapata, también hacían teatro.

Otro caso, eran los autores cuyos libros estaba reeditando la UAC de Jesús Ochoa, mismos que han sido editados en su momento por cada uno de los rectores que ha tenido la UAC en los últimos 50 años.

Hay muchas otras áreas en donde los recursos que provee la sociedad -no el gobierno- a la UAC son malgastados y despilfarrados: nóminas, viáticos, comelitonas y borracheras en lujosos y caros restaurantes, festejos, viajes, etc.

Y si le entramos al desarrollo y crecimiento de la UAC que tanto han presumido las autoridades universitarias, podemos constatar que tal crecimiento se asemeja al de un niño con síndrome Down, que crece físicamente, no mentalmente.

En ese tiempo, el Rector Jesús Ochoa Galindo se preparaba para reelegirse, su campaña estaba en proceso. Hacía 8 años que el grupo de los “Chicos Tec” al que pertenece Ochoa Galindo se habían apoderado de la UAC con el apoyo de dos gobernadores también “chicos Tec” egresados del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM): Rogelio Montemayor Seguy y Enrique Martínez y Martinez.

Los principales miembros del grupo de los “Chicos Tec” son: José María Fraustro Siller, Jesús Ochoa Galindo, Ismael Ramos Flores, Blas Flores Dávila y Mario Alberto Ochoa Rivera, que aunque haya egresado de una universidad patito, tiene el mismo perfil que sus compañeros de grupo.

Estos corruptos personajes, bien hubieran hecho en tomar conciencia del Ser y Deber Ser de la autoridad universitaria y de las funciones y valores de la Universidad, para que hubieran comprendido que la falacia de excelencia administrativa, la tergiversación de la historia, la simulación profesional, el atraso académico, científico y cultural, el desprecio por el intelecto, la ausencia de la verdad, la marginación del talento, la indignidad, la corrupción, el servilismo y la ignorancia, nada, pero absolutamente nada tiene que ver con aquello de que: “En el Bien Fincamos el Saber”...

(Continuará).
Tercera y última etapa
del sexenio enriquista...

 

 

 
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