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el periodico de saltillo
Marzo 2014, No. 301


el chapoCarlos Marx sobre Simón Bolívar


Alfredo Velázquez Valle.

La imagen marxiana de un Simón Bolívar tan desconocido como desconcertante modifica, claro está, la percepción que de él se tiene.

El papel por él desempeñado en la lucha de las oligarquías criollas sudamericanas por sacudirse la tutela ibérica, perfila ya, desde entonces, la dinámica de los procesos sociales que se desarrollarían con el tiempo en Hispanoamérica: la lucha de facciones de la oligarquía nativa y el consecuente caudillismo por hacerse del poder político regional.

Por una parte, el interés de las naciones capitalistas que emergían como potencias mundiales boicoteaban y arrebataban al imperio español sus intereses económicos en América, y para ello usaban a pseudo caudillos que debilitarán el poder colonial hispano que entorpecía el expansionismo mercantil de Inglaterra, Francia y Holanda. Detrás de las victorias de independencia, dice Marx, estaban los ingleses o legiones extranjeras.

De otra parte, la élite criolla de estos países a la vez que era usada, ella misma usaba a la población, al pueblo, en sus luchas tanto de independencia con respecto a España como entre sí por el botín que representaba la toma del poder dejado por los españoles.

En efecto, al quedar vacío el espacio ocupado por los españoles, los criollos venezolanos (mantuanos) entraron en una lucha de facciones que en el fondo representaba el reacomodo de intereses de clase, expresado por el dominio territorial y su posesión formal en términos de repúblicas confederadas o centralizadas en algún gobierno dictatorial.

En este panorama de transición y reacomodo de fuerzas, Bolívar representó fielmente la volatilidad del momento, la inestabilidad y el caos que el mismo movimiento de las fuerzas productivas, en revolución, conllevaba.

Ladino, cruel, traidor, cobarde y tirano, además de ególatra, Bolívar mismo nunca llegó a comprender el carácter mismo de la lucha de independencia: la emancipación de una nación de la tiranía de otra.

Su sueño boliviano, era el sueño de un dictador, no el de un libertador. Soñaba con dominar más que en liberar, en sojuzgar y reprimir más que en soltar y desarrollar. Era aristócrata por su origen, y por ello anclado a una visión de clase que jamás abandonó y que guió sus pasos como un reyezuelo en busca de su cohorte y su corona.

 
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