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el periodico de saltillo
Junio 2014, No. 304


… dieciocho letras de coros escolares


Alfredo Velázquez Valle.

La Escuela Socialista implementada en diciembre de 1934 por el Estado mexicano, marcó el inicio de un tiempo en que se glorificó al trabajador.

Nunca antes estuvo el Estado mexicano tan cerca de la clase trabajadora como hasta ese entonces. Escuela, trabajadores y comunidad se volvieron el trinomio de un discurso que manejó un gobierno nacional urgido, a su vez, por las demandas incumplidas a una población que recién salida de un movimiento armado, aún tenía pendiente el cobro de dichas facturas históricas, plasmadas en la Constitución de 1917.

La Secretaría de Educación Pública cardenista, dirigida brillantemente por el licenciado veracruzano, Gonzalo Vázquez Vela, llevó la misión de inculcar en la niñez el amor por el trabajo campesino y el trabajo obrero. Sus planes y programas, cargados de un fuerte sentimiento fraterno hacia la clase proletaria, hicieron por ello mismo, una dependencia donde los anhelos de redención social hacia los desposeídos, cristalizaba, si no en lo económico, sí en la toma de conciencia, de los hijos huérfanos de una revolución que llegaba, al fin, a las aulas, a las escuelas.

La lucha épica de la población mexicana contra la ignorancia, los fanatismos y la religión, que en el pasado habían causado graves y profundos males a la nación, como lo eran las enfermedades, las guerras y el atraso, vivía ahora uno de los momentos más altos en su embate al añejo y fisurado muro de las intolerancias, que impedía el acceso al verdadero conocimiento (científico-materialista) y a la verdadera fraternidad (conciencia de clase).

La toma de conciencia de clase, la adquisición del conocimiento “racional”, la organización sindical y la cooperación comunitaria para una mejor calidad de vida, a través de campañas populares como la campaña anti alcohólica, la campaña pro higiene o de forestación y del día del árbol, entre otras, tuvieron en la escuela pública socialista su punto neurálgico, donde la relación escuela-comunidad, quedó soldada por la práctica, por la comunión de objetivos, de anhelos por lograr, por retos que sobrellevar.

El estado cardenista, tiene así, en la escuela socialista, uno de sus más grandes logros; al plantear, a través de ella, los verdaderos lazos que mantienen a una sociedad en relación, develó, sin más, aquellos intereses económicos y de clase que, escudados en un discurso demagógico, dan cohesión a una sociedad de mercado, a un país capitalista como el nuestro.

En septiembre 8 de 1937, en pleno auge de la Guerra Civil Española y cuando la ofensiva del dictador fascista, Gral. Francisco Franco avanzaba sobre la republicana Asturias, el Inspector de las Escuelas Oficiales de la Primera Zona, con sede en Saltillo, profesor Bernardo Ramos y Salas, remitía a los maestros de las escuelas oficiales de la entidad federada, una lista de dieciocho letras de “coros escolares” para implementarse en las clases de canto. Todo ello en el espíritu del artículo tercero que, como se ha anotado, reformado bajo un enfoque socialista, pretendía cultivar en la tierna y virgen mente del niño, lo que en España se pretendía extirpar con sangre y fuego: la legitimidad republicana, el saber científico, los derechos laborales, y la democracia socialista.

El oficio 54/exp. 01 (MX0530AHSEPCFIC23E1), dirigido a los maestros de la ciudad por el dicho profesor Ramos y Salas, relativo a estos coros, termina con el siguiente parágrafo:

“Con este motivo, manifiesto a ustedes que algunos coros pueden cantarse con la música que en los mismos se indica; otros pueden estudiarse como recitaciones o cantarse con una música que pueda adaptarse al metro del verso.”

A continuación se presenta a tu mirada la letra del Himno Agrarista y una selección de dichos coros que permiten observar a través de esta hendija llamada Archivo Histórico, algo de la vasta producción de documentos que dan testimonio de la escuela socialista y de un tiempo, finalmente, ya ido; tiempo el cual, es fiel testigo de los anhelos, los sueños y los afanes de un héroe colectivo, tan antiguo como el tiempo, llamado trabajador.


Himno agrarista

Coro:
¡Campesino del mundo! ¡Mi hermano,
¡Alza el puño! ¡Levanta tu voz!
¡Y que un símbolo brille en tu mano:
-media luna de acero- la hoz!
Estrofas:
En la lucha dejamos cien veces
Tanto bronco alarido de guerra,
Tanto charco de sangre en la tierra,
Tanto muerto mirando al azur,
Que fue triunfo la clara esperanza
Y verdad el anhelo infinito,
Que engendrara en la audacia de un grito:
“¡Tierra libre!” el Caudillo del Sur.
Y después de las rudas batallas
Y después de los épicos lances,
Que debieran decirse en romances
De metálica fuerza triunfal;
Hecho ley el anhelo agrarista,
A bregar en más ancha palestra
Redimiendo esta tierra, que es nuestra,
Al calor de la lucha social.
¡Campesino del mundo: ésta ha sido
Nuestra pugna tenaz y violenta,
En que más de una marca sangrienta
Rubricó nuestro pecho viril!
Y hoy tenemos, al fin, conquistadas,
Una gloria: el anhelo cumplido;
Una tierra ya propia: el ejido…
¡Y una clara defensa: el fusil!

Autor: A. Sierra Madrigal, Música: Francisco Domínguez.

Al obrero
Obrero que vas a la fábrica
Yo tu amigo quiero ser
Pues sé que cosas muy buenas
también tú sabes hacer.
Un buen día de visita
A la fábrica yo iré,
Me enseñarán muchas cosas
Y yo las aprenderé.
Letra: Alfonso del Río.

El corrido del obrero
Yo les cantaré señores
El corrido del obrero,
Y les pintaré a colores
De su vida los sucesos.
Los obreros eran antes
Unos hombres sin derechos
Que por no morirse de hambre
Se vendían en vida y cuerpo.
A las fábricas oscuras
Y a talleres muy hediondos
Se metían desde criaturas
Y salían viejos y locos.
La energía se les quemaba
Amasando los caudales;
El patrón gastaba plata
Y ellos cobres miserables.
Las jornadas de trabajo
Las marcaba el sol de día,
Y la luna, en su reemplazo
Por las noches las medía.
No importaba que murieran
De cansancio los obreros,
Con tal que no se perdieran
Las ganancias del dinero.
Esa vida de los pobres,
que parece que no vale,
fue exprimida por los hombres,
para hacerla capitales.
Todos esos intereses,
provocaban muchas guerras
y a encontrar horror y muerte
iba siempre la clase obrera.
Con revuelo de campanas
Voy a dejar de cantar
Estas cosas inhumanas
Que me puse a recordar.
Pero pronto me regreso
Por las ramas del romero,
Para cantar el progreso
De las luchas del obrero.

 
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