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el periodico de saltillo
Junio 2014, No. 304


El credo judeocristiano ¿en crisis? (parte I)

• La indigna inversión de un sacrificio,
Resultó el icono más rentable de toda la historia
• El arte, cómplice o rehén


Adolfo Olmedo Muñoz.

Nada en la historia humana, ni siquiera el abominable saqueo que realizó España durante la colonización de América en los siglos XVI, XVII y XVIII, ha sido tan rentable para sus creadores intelectuales, como la invención del Cristo mártir, presuntamente sacrificado por los romanos, veinte siglos atrás. El “legitimado” (los judíos siempre han buscado y hallado cómplices) saqueo asciende a billones de billones en monedas que inventan y manipulan o en oro, piedras preciosas, reliquias, arte, y múltiples formas de sometimiento como fuerza de trabajo, fuerzas sociales, fuerza intelectual y de vez en cuando, con “transfusiones” revitalizadoras de nuevos y mejores genes, para la tribu endógama que se atribuye la creación del icono de la figura en cuestión; el “cordero de dios”. Sistemático saqueo a través del dinero bancario con que acostumbran emascular a naciones enteras, desde intrincadas redes financieras internacionales.

Es claro que los creadores del subliminal icono, son perversos no tontos, y habrá que reconocerles la habilidad para mantener la ignorancia de los gentiles a la par con la creencia de sus mentiras. Esto es, el engaño perfecto; un embustero habilidoso y un ignorante convencido.

Habrían muchos cabos sueltos que comentar, pero de los que parece no inquietar a nadie más que para continuar haciendo el caldo gordo a esa élite semita que guarda el control de los medios más influyentes de comunicación; los sistemas de seguridad nacional más sofisticados y las bóvedas bancarias más repletas y seguras, todo ello alrededor de el mundo al que se han empeñado en “globalizar” desde hace más de dos mil años, bajo el signo de sus patrañas de “pueblo elegido”.

Su propaganda es sencilla: Todo aquel que los juzgue, es “enemigo de Dios”, “Engendro del mal”, “Genocida”, “Pro nazi”, mientras ellos se califican como buenos, inteligentes (consecuentemente los demás no lo son), trabajadores (cuando lo único que saben es especular, o ¿conoce a algún albañil judío?, ¿ha sabido de alguno?).

Lo que es evidente es que son maestros del engaño, artificio que se reviste de fantasías, algunas hasta catárticas, aunque su base es sofista.

Mantener la especulación, la intriga, el suspenso, han sido de sus armas preferidas. Una muestra relativamente reciente de sus especulaciones se puede apreciar, incluso de manera amena e interesante, en el curso de dos filmes que desde el punto de vista de entretenimiento, nos parecen agradables, pero que en realidad no son más que un reforzamiento a aquella tesis que dice: “Repite una mentira un millón de veces y se convertirá en verdad”, sentencia que le achacan a un germano del siglo veinte, pero que, como hemos visto y constado en la historia, iniciaron su uso aquellos mercaderes nómadas de los desiertos de la península arábiga y polisones de navegantes del Mediterráneo, desde antes del reinado de Tiberio Druso, Claudio I , cuya moral junto con la de su esposa Mesalina, dieron pié a que el oportunismo sionista avanzara prontamente. Mentiras a medias arrancadas de medias verdades, lo cierto es que en ocasiones nos resulta luego, difícil hilvanar muchos conceptos vertidos en esas crónicas sofistas que como “El Código Da Vinci” y “Ángeles y Demonios”, narran de manera hasta sabrosa lo que sabemos que forma parte de una mitología, la judeocristiana, reinventada en lo que llaman el “nuevo testamento”, acordado prácticamente a partir del concilio de Nicea en el año 325, bajo la égida de Constantino, quien había tomado el poder del Imperio Romano, siete años antes, luego de una victoria en la que acuñó otro “afortunado” slogan publicitario harto rentable para el dogmatismo judeocristiano: “In hoc signo Vinces”; con este signo vencerás.

Desde entonces la Iglesia (Católica Apostólica y Romana) ya en manos de los híbridos –pues no hay que olvidar que durante todo el cristianismo primitivo, durante los primeros 300 años, exigía que para ser cristiano, había que convertirse primero en “judío”, por lo que la pureza de sangre que presumen, es otra falacia. Como tampoco es verdad la inmensa mayoría de embustes que se codifican en los llamados “testamentos”, donde se refieren usos y costumbres de tribus nómadas en su proceso de socialización, y mediante las cuales crean incluso metáforas como la de la inmaculada concepción. Cualquier antropólogo, hasta de medio pelo, podría hoy confirmar que ricos mercaderes, ya viejos, pagaban muy bien servicios sexuales, no solo con fines de placer sexual, sino con fines también de una procreación inducida. Además de muchos otros arrumacos. Usos como los que hoy se catalogarían como “donación o compra de espermas” para sus “esposas” (que por cierto eran y siguen siendo, aunque en jaulas de oro, algo poco más que un mueble), y que en ese entonces eran más un vientre de reproducción, que el concepto que tenemos ahora, para que pudieran engendrar hijos “especiales” para determinadas tareas, como la que ahora nos ocupa.

Esas y muchas otras prácticas sionistas fueron escondidas de manera codificada, para alejar a los legos, de sus verdaderas intenciones, aunque buscando siempre y por supuesto, la aceptación ingenua de sus mentiras, mientras esos agrestes arrieros, iban y venían hurtando de aquí y de allá, no solo los bienes materiales que les encanta acaparar, desde que inventaron el monopolio durante los años de bonanza egipcia, sino también conocimientos, por lo que pudieron formular ideas religiosas sincréticas interesantes, tomando tantito de Egipto, algo de Babilonia, de la India, incluso de China pues obviamente les atrajo la magia de las palabras de Confucio y desde luego la magia religiosa de los griegos, quienes desde siglos antes, hablaban ya del sustantivo Kristos como “El Elegido”.

Los usos y costumbres imprimen en el ser humano y su extensión como grupo social, características catalogables a la postre. Por ello, no solo son identificables, sino blanco del repudio y rechazo de otros grupos sociales con ideología menos voraz y más humana que la de ellos.

De todo ello se integró el grupo sibilino de patriarcas de tribus que se dieron a la tarea de recopilar las más sofisticadas formas de sometimiento, a través, sobre todo, del innato temor humano a lo desconocido y su necesidad de consuelo divino. Para lo cual, por desgracia, la humanidad ha estado dispuesta a dejarse someter mediante no poca ingenuidad de su parte, y sí mucha perversidad judía.

Ante ello y mucho, pero mucho más, nadie puede negar que, la ínfima “inversión” sionista del sacrificio de un “revoltoso profeta” le ha facilidad réditos insospechados desde entonces y que difícilmente aceptarán que se los quiten… Hasta que se consolide, la nueva doctrina, en la que también, por cierto, están queriendo ya meterlas manos. El cristianismo está seriamente devaluado, el protestantismo empieza a ceder y dejar de ser útil a los fines sionistas, el paganismo se atropella por hallar nuevos placeres, pero sobre todo nuevas formas de sometimiento, a través del sexo “libertinizado”, por ejemplo.

Se está ya en la búsqueda del poder intergaláctico, o de la creación del superhombre, a “imagen y semejanza” de los intereses sionistas, del pasado y del futuro: el poder absoluto.

(Continuará).


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