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el periodico de saltillo
Edición No. 299, enero 2014


México 2014: el neoliberalismo 20 años después

Carlos Alfredo Dávila Aguilar.

neoliberalismo

 

2013 fue el año en el que los entusiastas del viraje hacia el liberalismo económico de los 80’, vieron por fin cristalizados sus anhelos frustrados desde las reformas ‘incompletas’ de Salinas y sus sucesores. Al amparo de una imagen de conciliación nacional y de diversidad promovida desde el “Pacto por México”, la ambiciosa agenda legislativa de la administración de Peña Nieto logró salir avante, en parte gracias a un escenario político nacional en el que los principales partidos de oposición se vieron fuertemente debilitados tras la elección presidencial.

Hoy, veinte años después de la firma del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) -el gran paso hacia la liberalización promovido por Salinas-, podemos esbozar una idea de qué es lo que nos depara esta radicalización del liberalismo, analizando los efectos que ya han tenido este tratado y en general las políticas neoliberales implementadas desde los 80’ hasta la fecha.

Para empezar, es cierto que las cifras del comercio entre México y Estados Unidos han aumentado enormemente desde la firma del tratado. Vega Cánovas (2010) muestra que los flujos comerciales entre México y Estados Unidos alcanzaron los 263,000 millones de dólares e hicieron a México el segundo socio comercial de Estados Unidos (éste crecimiento acelerado se mantuvo sólo hasta 2001, aunque ha seguido creciendo modestamente). Otra cifra sorprendente: entre 1993 y 2008, el comercio total entre los tres países aumentó 221.6% y el comercio entre México y Estados Unidos se cuadruplicó durante el mismo periodo.

Pero, ¿qué significa esto en términos sociales? Para empezar, al analizar estas cifras vemos que en ellas, se incluye como “comercio internacional” al tráfico de las mercancías que una misma compañía transporta a través de la frontera para realizar en las maquiladoras de México alguna parte del proceso productivo, y que son devueltas a Estados Unidos o a algún otro país sin que existiera una transacción comercial. Esto, evidentemente no es comercio real, es un movimiento interno de la compañía que no debería contabilizarse dentro de estas cifras y que muy probablemente significa la mayor parte del cacareado “flujo comercial” aumentado entre ambos países.

En cuanto a “integración regional” (una de las banderas con las que se vendió el TLCAN a la población), más allá del aumento en cuanto a movilidad de capital, la integración real ha disminuido en muchos aspectos. Prueba de esta disminución han sido la construcción del muro en la frontera México-Estado Unidos y las leyes anti-inmigrantes que han proliferado durante los últimos años en varios estados como Arizona.

La militarización de la frontera inició desde la operación “Gatekeeper” de la administración Clinton 1994, (el mismo año en que se firmó el TLCAN). Evidentemente se esperaba que el impacto social del tratado detonara la migración hacia Estado Unidos, y el pronóstico fue correcto; aún con la militarización de la frontera, la migración de mexicanos hacia EE.UU. aumentó drástica- mente desde 1994 alcanzando máximos históricos en la segunda mitad de la década del 90’.

Aunque parece casi ingenuo apelar a la congruencia ideológica de los impulsores de estas políticas, cabe mencionar que según Adam Smith (padre del liberalismo económico) la “libre circulación de la fuerza de trabajo” es parte fundamental de un sistema de libre mercado, para que los precios de los salarios también se regulen por efecto de oferta y demanda ante la libertad del trabajador de elegir dónde trabajar. Pero, como quedó evidenciado tras la reforma laboral de 2013, el salario de los trabajadores es algo que interesa mucho a los dueños del capital y a los promotores del libre comercio; es algo que les interesa mantener bajo. No sorprende que la pobreza haya aumentado casi sostenidamente desde finales de los 80’ salvo por breves lapsos de modesta disminución.

Incluso para el grueso de la población estadounidense, el TLCAN ha traído repercusiones sociales negativas; de 1994 a 2001, el desempleo se incrementó drásticamente (según el US Department of Labor), y aunque se ha controlado relativamente, sigue siendo alto con 22 millones de personas desempleadas actualmente. No es de extrañar que el sentimiento anti-inmigrante se recrudezca en un panorama de escasez de empleos y de crisis económica.

El aumento de la migración es en gran parte consecuencia del gran desastre que significó la entrada en vigor del TLCAN para el campo mexicano. Los productores agrícolas nacionales evidentemente no estaban en condiciones de competir con los grandes productores norteamericanos (fuertemente subsidiados por el gobierno). Como los precios de los productores mexicanos no son competitivos, el gobierno ha dejado de invertir en el campo; el gasto público para actividades agrícolas se redujo 53% en términos reales del 90’ a la fecha y el crédito se contrajo en cerca de 80% generando un círculo vicioso de menos competitividad, y menos inversión pública.

Ahora México es un país importador de maíz: sólo entre el 95’ y 2005, las importaciones de maíz se duplicaron y se importa prácticamente todo de Estados Unidos. Mientras tanto, gran parte de los pocos cultivos mexicanos realmente productivos que reciben subsidios del gobierno mexicano (principalmente en Sonora), se destinan al maíz amarillo que se cultiva para la sostener la industria del etanol de Estados Unidos. Lo que esto significa es una grave pérdida de la soberanía alimentaria de México, que tiene repercusiones como el alza sostenida de la tortilla, por lo menos desde 2005 a la fecha (Banco de México).

La entrada en el TLCAN también significó grandes dificultades para las MiPyMes mexicanas, de lo que se deriva el enorme aumento en la economía informal que ha llegado hasta el 60.1% actualmente (INEGI) y que significa un grave problema de recaudación para el gobierno federal. Este problema de recaudación genera otro círculo vicioso: ante la insuficiente recaudación, el gobierno sube los impuestos a los contribuyentes cautivos, y esto a su vez propicia que más negocios migren a la economía informal.

Por otro lado, la posición de México en la política internacional a raíz del TLCAN ha sido extraordinariamente débil. La alta dependencia económica hacia Estados Unidos lo hace un actor completamente subordinado a la política estadounidense, mientras que el viejo liderazgo sobre América Latina ha sido claramente tomado por Brasil como potencia del MERCOSUR, y con un modelo económico alternativo al neoliberalismo en el que estamos más atrapados que nunca.

carlos0alfredo01@gmail.com

 
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