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el periodico de saltillo
Edición No. 299, enero 2014


Paulo Freire: La pedagogía de la esperanza

Jesús Salas Jáuregui.

Paulo freire

Paulo Freire conoció desde niño la realidad del noreste brasileño, en el que hasta hacia poco se vivía en la esclavitud y que por aquellos tiempos las clases rurales vivian en relaciones laborales de opresión, marginados del proceso social, político y económico y sin participación alguna en las decisiones para el país.

Es ahí donde se introduce Freire que intenta que sus coterráneos rompan su pasividad y silencio, que reconozcan la fuerza de su unidad transformadora, que adquieran la capacidad crítica para relacionarse con la sociedad y que se liberen de sus ataduras, única posibilidad de cambio en la sociedad. Se inserta en las nuevas ideas revolucionarias que existían en América latina en los años 60, imbuido del lenguaje de liberación surgido de las corrientes más avanzadas del catolicismo que provocaron la teología de la liberación, y utilizando elementos de la dialéctica marxista para la visión y comprensión de la historia.

La pedagogía de la esperanza, como pedagogía humanista y liberadora tendrá dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo en la praxis, con su transformación y, el segundo, en que una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso permanente de liberación.

Paulo Freire se ocupa de los hombres y mujeres no letrados, de aquellos llamados los desarrapados del mundo, de aquellos que no podían construirse un mundo de signos escritos y abrirse otros mundos, entre ellos, el mundo del conoci- miento sistematizado y el mundo de la conciencia crítica. Porque para Freire: el acto educativo no consiste en una transmisión de conocimientos, es el goce de la construcción de un mundo común.

En la concepción bancaria el sujeto de la educación es el educador el cual conduce al educando en la memorización mecánica de los contenidos. Los educandos son así una especie de recipientes en los que se deposita el saber. El único margen de acción posible para los estudiantes es el de archivar los conocimientos, convertidos en objetos del proceso, padeciendo pasivamente la acción del educador.
De este modo, a mayor pasividad, con mayor facilidad los oprimidos se adaptaran al mundo y más lejos estarán de transformar la realidad. La educación bancaria es, por tanto un instrumento de opresión.

La propuesta de Freire es la educación problematizadora que niega el sistema unidirec- cional propuesto por la educación bancaria, ya que da existencia a una comunicación de ida y vuelta, y elimina la contradicción. Ambos se educan entre sí mientras se establece un diálogo en el cual tiene lugar el proceso educativo. Con la educación problematizadora se apunta claramente hacia la liberación y la independencia, pues destruye la pasividad del educando y lo incita hacia la búsqueda de la transformación de la realidad, en la que opresor y oprimido encontraran la liberación.

El diálogo es un fenómeno humano que nos revela la palabra, de la que podemos decir que es el diálogo mismo. Por ello hay que buscar la palabra y sus elementos constitutivos. Descubrimos que no hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende que no sea praxis, de ahí que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo.

La palabra inauténtica no puede transformar la realidad, pues privada de su dimensión activa, se transforma en palabrería, en mero verbalismo, palabra alienada y alienante, de la que no hay que esperar la denuncia del mundo, pues no posee compromiso al no haber acción. Sin embargo, cuando la palabra hace exclusiva referencia a la acción, se convierte en activismo, minimiza la reflexión, niega la praxis verdadera e imposibilita el diálogo.

Los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión. El diálogo implica un encuentro de los hombres para la transformación del mundo, por lo que se convierte en una exigencia existencial. No podemos dejar de recordar que para Freire la palabra tiene dos fases constitutivas indisolubles: acción y reflexión. Ambas en relación dialéctica establecen la praxis del proceso transformador.

La reflexión sin acción, se reduce al verbalismo estéril y la acción sin reflexión, es activismo. La palabra verdadera es la praxis, porque los hombres deben actuar en el mundo para humanizarlo, transformarlo y liberarlo.

El método de Freire es fundamentalmente un método de cultura popular, que, a su vez, se traduce en una política popular: no hay cultura del pueblo sin política del pueblo. Por este motivo, su labor apunta principalmente a concienciar y a politizar.

Freire no confunde los planos político y pedagógico: ni se absorben, ni se contraponen, lo que hace es distinguir su unidad bajo el argumento de que el hombre se hace historia y busca reencontrarse; es el movimiento en el que busca ser libre. Esta es la educación que busca ser práctica de la libertad.

La metodología surge de la práctica social para volver, después de la reflexión, sobre la misma práctica y transformarla. De esta manera, la metodología está determinada por el contexto de lucha en que se ubica la práctica educativa: el marco de referencia está definido por lo histórico y no puede ser rígido ni universal, sino que tiene que ser construido por los hombres, en su calidad de sujetos cognoscentes, capaces de transformar su realidad.

La manera en que Freire concibe la metodología quedan expresadas las principales variables que sirven de coordenadas al proceso educativo como acto político y como acto de conocimiento; estas son: la capacidad creativa y transformadora del hombre; la capacidad de asombro, que cualquier persona tiene, sin importar la posición que ocupe en la estructura social; la naturaleza social del acto de conocimiento y la dimensión histórica de éste, otras características del método de Freire son su movilidad y capacidad de inclusión.

Por ser una pedagogía basada en la práctica, está sometida constantemente al cambio, y a la evolución dinámica y reformulación. Si el hombre es un ser inacabado y este ser inacabado es el centro y motor de esta pedagogía, es obvio que el método tendrá que seguir su ritmo de dinamicidad y desarrollo como una constante reformulación.

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