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el periodico de saltillo
Edición No. 299, enero 2014


Sólo eso nos faltaba, Riquelme un pequeño Cesar


Augusto Hugo Peña Delgadillo.

Los gobiernos todos, deberían estar en manos de los mejores hombres
de cada sociedad, eso es democracia; ser gobernado por ladrones
es cleptocracia, y por los peores, es kakistocracia.

 

“¡Ya basta de lamentos!... Vamos a hacer de Torreón un emporio, nada de quejas, a trabajar, Torreón requiere de todos, y los esfuerzos de todos, para hacer de nuestra ciudad una entidad progresista” Si Miguel Ángel Riquelme no echa esa hablada, revienta. Solo a una mente sin luces y carente de trayectoria política se le ocurre, en su primer día de trabajo al frente de la alcaldía de una ciudad que ha padecido cuatro años de un saqueo de sus arcas, descarado y procaz decir, que ya no es tiempo de quejarse sino de unir los esfuerzos para sacar adelante las miserias que provocó su antecesor en la presidencia municipal. Yo invito a lo contrario, lamentémonos y sigamos quejándonos de los pésimos gobiernos que hemos tenido que padecer. El problema de Torreón es ese precisamente, la falta de lamentos y quejas de parte de la ciudadanía. Si él en su discurso de toma de protesta fue capaz de proferir una barrabasada, nosotros tenemos el derecho de demandarle que cumpla con sus obligaciones y que no se haga el machito, que trabaje y bien.

Esta balandronada de Riquelme merece una respuesta contundente de todos los ciudadanos; no nos invita a colaborar con su gobierno, nos amenaza y advierte que dejemos de lamentarnos y de quejarnos por tener en suerte, en mala suerte, la desgracia de tener gobiernos sinvergüenzas e inútiles como el de Eduardo Olmos. Invito a mis conciudadanos a decirle a Riquelme, ¡Ya basta de politiquería mafufa y ladrona! Ya basta de encubrimientos, si Riquelme no esclarece los fraudes de SIMAS, y los de las compras de terrenos y fincas para la Placilla mayor, el estacionamiento y el edificio de la presidencia, nos manda, sin recato algunos, un recado muy marcado, de que va a seguir siendo el sirviente de Rubén Moreira, y que no es servidor de los habitantes de Torreón. Es primordial entonces, no quitarle el ojo a la actuación de Riquelme si no queremos que a la vuelta de cuatro años, nuestra ciudad sea el rancho más grande de La Laguna.

Lo que deberíamos hacer los ciudadanos de Torreón, en efecto, es dejar de lamentarnos y quejarnos que los gobiernos de Saltillo y de Durango capital, son los responsables que La Laguna se haya rezagado de los dos polos de gobiernos estatales; los culpables e irresponsables más que responsables, son los políticos laguneros –del PRI y del PAN- y sus pandillas. Saltillo crece, progresa y se embellece; la ciudad de Durango se desarrolla espléndidamente, mientras Torreón, Gómez Palacio, Lerdo y los otros municipios de Coahuila y Durango, languidecen a la zaga del progreso y desarrollo. Cuando teníamos solo una universidad, Torreón crecía, hoy con 29 universidades, se achica, los egresados de todas las carreras andan buscando chamba de lo que sea para sobrevivir. Nuestras grandes empresas que no son nuestras, no cooptan ni el 4% de los egresados de las universidades. También los ciudadanos somos culpables de la situación precaria, porque hemos dejado correr las cosas hasta el límite de la miseria, no hemos sabido exigirle a nuestros gobernantes que se pongan a trabajar, que ya dejen de robar a manos llenas, que crean polos de desarrollo no de miseria, en eso y en muchas cosas más, todos hemos sido culpables.

La sombra de Rubén Moreira, estoy cierto que le cobija, porque su principal tarea ante el gobernador es la de tapar las trapacerías de Olmos; a Rubén Moreira le cubre la sombra de su hermano Humberto, quien ha llegado de regreso de su madre patria, a echar balandronadas, y de Peña Nieto, quien fue -para su campaña mediocre y harta de topillos electorales- el beneficiario de los robos al erario coahuilense. Ya de regreso de Barcelona, a donde fue a redondear el negocio de las privatizaciones del agua de Saltillo y Ramos Arizpe, Humberto Moreira, se ha quejado amargamente que la gente lo tilde de ladrón y ratero. ¿O sea, pretende que le agradezcamos el habernos defraudado, haberse ido, no sin antes haber dejado al estado endeudado a un nivel inexplicable, como jamás lo había hecho gobierno alguno? Eso solo se le ocurre a una cabeza hueca de ideas políticas pero harta en soberbia y desmesura. ¿Vamos a dejar de lamentarnos el que nos hayan robado y que pretendan seguir defraudándonos? ¡Bueno!... esa es una tarea que cada una de las víctimas –los ciudadanos en general- asumamos. Él ha dicho ahora que retornó amenazante, musculoso y muy hombrecito, que va a ajustar cuentas con quienes lo han difamado. ¡Difamado, qué barbaridad y desvergüenza! O, ¿usted qué opina, apreciable lector?

ah.pd@hotmail.com

 
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