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el periodico de saltillo
Diciembre 2014, ed. #310


León Trotsky, hoy

Alfredo Velázquez Valle.

La situación que actualmente se está viviendo en la nación y que refleja el grado de descomposición del sistema capitalista (visto así desde la perspectiva de los oprimidos o excluidos porque desde arriba, desde las élites económico-políticas esto funciona a las mil maravillas), lleva en su propio desenvolvimiento graves contradicciones que de no ser aprovechadas por las mismas capas sociales sacrificadas al capital, pasarán como otras tantas oportunidades tendidas por el propio sistema para su autoeliminación.

Los movimientos de masas que están presentándose en forma de marchas y/o mítines en contra de un gobierno que se ha descubierto tal cual es, es decir, represivo y al servicio de empresas trasnacionales y de grupos reducidos empresariales y políticos, corren el inminente riesgo de la desintegración y disolución si no cohesionan su fuerza e ímpetu en una sola dirección u objetivo concreto pero abarcador de lo que se desea.

La urgencia de una dirección que trace la estrategia y las tácticas en la lucha contra el Estado criminal al servicio de la minoría, es tarea principal de los demandantes ciudadanos llevados por sus circunstancias mismas a identificarse con todo agraviado por el sistema: ¡Ayotzinapa somos todos!

Coordinar las acciones que desestabilicen la legalidad del orden burgués, que obliguen a dimitir a los poderes constituidos y acelerar el proceso de descomposición del modelo neoliberal apuntalado por las reformas estructurales impulsadas desde fuera por el imperialismo estadounidense, obliga a las organizaciones que hoy están a la cabeza de esta ola de movilizaciones a sentarse y tomar acuerdos en la constitución de un partido de masas que involucren acciones tácticas que impliquen inteligencia y decisión.

Necesario será que este proceso de vertebración del movimiento se realice con el mayor de los cuidados; la cabeza de este movimiento, que deberá constituirse en revolución, tendrá que tener los sensores bien dispuestos para captar el pulso de las demandas populares, y la destreza para transformarlos en acciones que abran grietas profundas en el aparentemente sólido edificio del sistema.

Tarea nada fácil ésta, la de integrar una cabeza que mantenga el movimiento y lo haga de manera que este sea ascendente y abarcador (aún falta la participación de los obreros de la industria como las capas excluidas de soldados del ejército), pero imprescindible en el camino que conduce a la toma del poder de las propias masas; los acontecimientos se suceden de manera rápida, y el tiempo puede resultar un factor de suma importancia para no quedar fatalmente desfasados en la sucesión de acciones; para dar el primer golpe de mano, que puede ser decisivo y concluyente si se deja al Estado burgués tal oportunidad, la Dirección debe quedar consolidada a la brevedad posible.

Los presupuestos que las condiciones particulares de la nación manifiestan tener hoy, son indudablemente los referentes de los cuales deberá partirse para elaborar todo un plan de acciones encaminadas a la agitación de los sectores marginados, como de las distintas ramas de la actividad obrera que deberá representar el músculo que termine por acelerar el paso al encuentro del camino de una eventual rebelión dentro de esta revolución, que hoy comienza con la gota derramada del vaso pletórico de crímenes neoliberales que representan Atlatlaya y Ayotzinapa.

A diferencia de la guerra, la revolución no se planea, surge como una necesidad de las circunstancias específicas que han llegado a un callejón sin salida; ésta, la revolución, tiene una serie de condicionantes (y dentro de ella la insurrección) que los sectores lúcidos del partido proletario (y revolucionario), podrán sopesar y operar en beneficio de las masas. La ausencia de este partido, de un partido comunista con presencia nacional, en una situación de quiebre como la que hoy vivimos, marca lo que Trotsky advirtió como la fatalidad que acompañó a los movimientos de masas del mundo, al menos hasta antes de la primera mitad del siglo XX.

En una serie de textos, León Trotsky, se nos revela como el gran estratega de la revolución rusa; como el revolucionario lúcido, con la correspondiente capacidad de organización y de improvisación, requerida en una situación de suma inestabilidad, creadas por la marea revolucionaria, con sus flujos y reflujos, sus horas de decisión e indecisión.

Hoy que México vive una situación de profunda crisis de Estado, cuando las capas marginadas del sistema neoliberal mexicano se han lanzado a las calles a demandar la renuncia del presidente y su gabinete; cuando la protesta social se extiende al cuestionamiento mismo de la estructura del sistema capitalista, cuando las capas medias se hacen eco de las justas demandas por la abrogación del sistema de corruptelas, injusticias y violencias que representa el sistema partidista mexicano, es bueno volver la mirada al profeta armado del arquetipo de las revoluciones socialistas: la revolución rusa.

En el tomo II de la Historia de la Revolución Rusa, en el capítulo XX, Trotsky, de manera magistral, lúcida, describe una parte importante del proceso revolucionario; de cómo su propio desenvolvimiento dialéctico puede llegar a ser una insurrección victoriosa del proletariado sobre sus opresores. Lo intituló: “El arte de la Insurrección”.

Dentro de este capítulo encontramos algunos pasajes demasiado “ad hoc” al momento crucial que vivimos:

“Como resultado de su incapacidad manifiesta para sacar al país del callejón, las clases dirigentes pierden fe en sí mismas, los viejos partidos se descomponen, se produce una lucha encarnizada entre grupos y camarillas y se centran todas las esperanzas en un milagro o en un taumaturgo. Todo esto constituye una de las premisas políticas de la insurrección… La nueva conciencia política de la clase revolucionaria, que constituye la principal premisa táctica de la insurrección, se manifiesta por una furiosa hostilidad al orden establecido y por la intención de realizar los esfuerzos más heroicos y estar dispuesta a tener víctimas para arrastrar al país a un camino de rehabilitación.”

De acuerdo con lo referido, podemos diagnosticar que: Hay incapacidad, más que manifiesta, del gobierno de la república por resolver los problemas más acuciantes que hoy nos devoran: pauperización de las masas trabajadoras, desempleo, inseguridad y corrupción con impunidad y exclusión con discriminación. Existe un remedo de milagro (operado por un taumaturgo mayor), llamado “reformas estructurales”, y por último, se expande una conciencia política manifiesta y demandante, y tal parece, dispuesta a todo. ¿Qué elemento faltará a estas premisas de la insurrección? Exacto, el partido revolucionario, el partido del proletariado que organice el descontento, que lo conduzca y lo lleve a la toma del poder. ¿Existe o habrá que conformarlo?

Por último, considerar que el propio Estado neoliberal a través del gobierno federal intentará, por todos los medios legales e ilegales (a que decirlo) diluir, reprimir o cooptar el descontento organizado de las masas (se está cocinando, ahora mismo, una disposición legislativa en contra del derecho a la manifestación pública en San Lázaro), obliga forzosamente al proletariado de todos los ramos y/o sectores de la producción, a informarse, solidarizarse, organizarse, y constituir (llegado el caso), comités de autogobierno en tanto órganos que vayan desplazando el monopolio de poder que ejerce el Estado de las minorías. Para ello requiere, así mismo, volver la mirada hacia el pasado, hacia la historia de nuestras luchas y sus experiencias y obtener de ellas las lecciones que nos permitan actuar con inteligencia, con rapidez y decisión.

En esta coyuntura nacional, León Trotsky nos ha dejado el mejor de los testamentos: sus experiencias como revolucionario, y como teórico de primer orden de las luchas proletarias por su liberación del capital y sus personeros: los burgueses de toda laya y sus bufones a sueldo: los políticos de oficio.

Quizá sea tiempo de retomar su lectura; cierto estoy que habremos de obtener respuestas claves y contundentes que nos permitan avanzar hoy en este camino de titanes que es la revolución social.


 
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