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el periodico de saltillo
Diciembre 2014, ed. #310


La soledad de la impotencia

La impunidad, un cáncer que Peña Nieto no podrá extirpar solo


La sociedad mexicana se mece entre el despotismo de la incapacidad rastrera, la crueldad de la barbarie, la incultura y
miseria espiritual por un lado, y la cobardía de la complicidad, la ignorancia de la ley
y la orfandad cultural incubada desde un estado imperfecto.


Adolfo Olmedo Muñoz.

El llamado “Decálogo” del Presidente Enrique Peña Nieto, ha causado, entre muchos que se dicen más civilizados o intelectuales que los demás, un “agravio” que por motivos políticos ocupan para desacreditar a las instituciones, vengar derrotas electorales, proteger estancos capitalistas, encubrir crisoles de fanatismos y destruir consciente o inconscientemente lo poco que queda de un Estado Mexicano.

Antes de sentar al Presidente en el banquillo de los acusados, habría que preguntarnos, entre muchas otras cosas: ¿Cuáles son los motivos para que una horda de salvajes hagan acto de presencia durante cualquier manifestación, fundada o infundada; legítima o ilegítima, para arrasar y saquear comercios privados u oficinas gubernamentales?; ¿Quién o quiénes sostienen a esos enajenados “animales” que actúan tan impunemente?

¡¿Dónde esta la verdad de los acontecimientos, si no hay quién tire una primera piedra?! Me parece muy oportunista también, la actitud de organismos que se dicen protectores de derechos humanos, que se interponen ante la autoridad, para “defender” los “derechos” de la escoria humana.

Es muy fácil (y hasta cierto punto muy sospechoso) para todos esos culteranos, reprobar toda acción del Estado, más por intereses políticos o por envidia que por una razón jurídica. La razón jurídica que debiera permanecer por encima de todas las pasiones humanas; para eso se inventó el Hombre, un código de conducta, para frenar la barbarie, ¡su propia barbarie!

Su actitud está arrinconando a una administración que ante los ladridos de una jauría carroñera, ha tenido que maniatarse, “para no ser desacreditada” de tal modo que pueda frenar la intención de superación económica, social y cultural.

Yo no voy a cuestionar,… ahora… actos de abuso de autoridad, que a manera de “pleito ratero” se esgrimen para encubrir verdaderos actos de violación a la justicia y la paz social.

Poco a poco se presiente el “encarcelamiento” de un Estado a manos de perversos sujetos irracionales, cobardes, corruptos, que son evidentemente solapados y auspiciados por el crimen organizado. Y no me estoy refiriendo únicamente a la asquerosa mafia de drogadictos, sino al crimen organizado desde las cuevas fanáticas, de las catedrales del imperio capitalista o de una obtusa y trasnochada ideología comunista. ¡Ya no existe el comunismo! La supuesta rebelión anárquica del pueblo, acaba con el pueblo.

Urge un nuevo pacto social en nuestro país, producto de una nueva rebelión, pero de la razón: La “ratio legis”, “Res non verba”; la razón jurídica, hechos y no palabras. Es incuestionable que hay que corregir las instituciones, no para crear nuevas leyes, sino para que cumplan sus cometidos. La impunidad en nuestro país ha sido hasta hoy un mal endémico pero es tiempo de iniciar el barrido de la inmundicia. No se puede pensar en enjuiciar por el momento a cientos, miles, cientos de miles y hasta millones de corruptos (una muy diversa escala ciertamente) que pululan, no sólo en Guerrero, sino además en Oaxaca, Chiapas, Tamaulipas, Nuevo león, Guanajuato, Jalisco, en el Distrito Federal, en Puebla, en Morelos, Sinaloa… etcétera, etcétera.

Se requiere hoy más que nunca, un cambio de mentalidad; un tránsito de la acusación punitiva, sobre todo la de sinrazón, a la corrección y prevención de nuestras enfermedades sociales.

No voy a deshacerme en ditirambos a favor de Peña Nieto. Quizá no lo valga, pero la intención de mejorar, venga de donde venga, hay que aceptarla, apoyarla y velar por que se lleve a cabo. El cómo y cuándo, nos toca a todos los mexicanos. Y para ello, están, y muy bien pagados cientos de “parásitos hasta hoy” de intelectuales, dentro del sector público como el privado, que también tiene su altísima cuota de corrupción, aunque sus corporativos lloriqueen lo contrario.

El problema es sustantivo, es de fondo, es para intelectuales honestos de la política y las ciencias sociales y de la salud pública (psicología social), pero sobre todo es para HOMBRES, escrito así con mayúsculas, pues la verdadera sociedad mexicana, ha perdido la casta, al ver cometer tan salvajes atropellos vandálicos, saber de secuestros y asesinatos, de incluso “amigos” y compañeros de escuela. ¡No es posible que dejemos correr tanta barbarie!

Por ello es necesaria la participación de todos, el problema es hallar la forma de cómo aterrizar un sistema nacional de combate a la corrupción. Dejen de lado el onanismo verborréico; leyes, México las tiene, hace falta quién las cumpla y quién las imponga.

Y repito lo que en algún comentario anterior enuncié: La aplicación de la ley sin el uso de la razón se convierte en soberbia y secuaz de despotismos o tiranías. El ejercicio de la razón, sin el uso de la ley, es cobardía, debilidad, o al menos “inocencia” que engendra también la impunidad.

La razón jurídica ha de estar al servicio de la razón social.

 
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