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el periodico de saltillo
Abril 2014, No. 302


Las primaveras de la libertad

A mis hijos, Nadia Libertad y Jesús Carlos,
especialmente a nena, que a sus 3 años de edad,
participó en la transformación de la universidad
.


Jesús Salas Jáuregui.


Las primaveras que se viven luchando, siempre parecen prolongarse demasiado y paradójicamente tienden también a hacerse muy cortas, porque parafraseando a Eduardo Galeano suelen ser “días y noches de amor y de guerra”, en donde los días nos parecen muy grandes y las noches se nos hacen muy pequeñas.

Porque las guerras de todos los días (de 1973 que nos dio la autonomía y 1984, que nos devolvió la dignidad) comenzaban con la luz del día y terminaban llegando la noche. Pero que bonitas nos parecieron las estrellas de ese gran día de campo, de dos meses, como bautizó Marco Antonio González a la marcha, “de la libertad” en la primavera de 1984, por algo lo decía, pues de sus vivencias en este acontecimiento se escribiría un buen libro, pero esperemos que él lo haga algún día, con esa gran lucidez que lo caracteriza.

Evocando el 73 y con el 84, nos resultaron dos primaveras sumamente embriagadoras, las llevamos de lo urbano a lo rural, nos apropiamos de los espacios del campo y la ciudad, que antes veíamos tan lejanos porque los considerábamos de los otros, de los que nos dominan, jamás un movimiento en Coahuila había sido tan apoyado por el pueblo.

Como dijera Hegel, “la historia se repite dos veces” y agregó marx “una como tragedia y la otra como farsa” y ahora, en 1984, nuevamente estábamos frente a uno de los funcionarios que el movimiento de autonomía no le gustó nada, era Secretario General del Gobierno en el sexenio de don Eulalio Gutiérrez. Y en 1978 regresaba al escenario universitario como candidato a la Rectoría, Gestión que se prolongó por seis largos años.

Villegas Rico llega a la Rectoría, con una institución que estaba limpia de “comunistas”, plantas de profesores completas principalmente de las escuelas de Economía de Torreón y Saltillo, de la escuela de Ciencias Políticas de Torreón, habían sido despedidas injustificadamente. El sindicato de trabajadores manuales y administrativos (STAMUAC) había sido prácticamente desaparecido, y en su lugar se creó el Sindicato de trabajadores de la UAC, (STUAC), organización que quedaba a modo de las autoridades universitarias. Su antecesor (Melchor de los Santos) luego de tres años de enfrentar a la izquierda finalmente había ganado la batalla, a costa incluso de sacrificar su propia reelección.

Estas condiciones y su cercanía con el gobierno federal, favorecieron la asunción de Oscar Villegas Rico. Durante su rectorado, los niveles de la academia descendieron considerablemente con excepción de algunas escuelas que mantuvieron su independencia: Arquitectura, Ciencias Químicas, Medicina de Torreón y no pasaba de allí. Después de estar en los primeros lugares del país, ahora la universidad aparecía en el panorama nacional, como una de las últimas. Además se abrían las puertas, para que la designación de los subsecuentes rectores fuera decidida por el gobernador en turno, aun guardando todas las formas estatutariamente establecidas.

Los mismos procedimientos que había utilizado al pretender en 1973, imponer a Jorge Mario Cárdenas, ahora se le revertían de nuevo, al intentar heredarle la rectoría a Valeriano Valdés. Once años después Villegas frente a la historia de la universidad, sufriendo las dos veces sendos juicios sumarios, uno que le dio a la universidad como sentencia ejecutoria la autonomía y el otro le devolvió la dignidad.

En ambos casos los universitarios decidimos ponerle la cara a la imposición, salimos a la calle, a la carretera, con la cara al sol, así se hace la historia y nosotros decidimos no faltar a la cita, tomamos la Rectoría, cerramos las escuelas, hicimos esa gran marcha de la dignidad, que duró dos meses, nos adueñamos de las carreteras de entrada y salida a Saltillo, ayudados por ese gran espíritu solidario que tienen los traileros, atravesando sus pesadas unidades en el camino, mientras se echaban una siestecita de horas acostados en el pavimento, bajo las cajas de sus tráileres.

Años después un conocido periodista de Saltillo, me platicó, que cuando tomamos las carreteras, después de esa primera gran manifestación que culminamos en el hemiciclo a Juárez, ubicado en el Paseo de la Reforma. El Dr. Espinosa a la sazón, secretario particular de José de las fuentes Rodríguez le hizo el comentario de que los profesores, los estudiantes y el pueblo de Coahuila, habíamos cerrado las carreteras de acceso a Saltillo, este le contestó, con un desplante de ironía “que problema para la policía federal de caminos”, (cito de memoria, el subrayado es mío).

Ese era nuestro gobernador, clásico ejemplo, del comportamiento de la clase política de ese tiempo. Paralizamos la universidad, no podíamos permitir que la pusieran a funcionar aquellos que estaban usurpando nuestros espacios, nosotros mismos quedamos impresionados con el gran despliegue de apoyo popular, padres de familia, novios y novias de los estudiantes, todos con una gran alegría y mucho valor que nacía de nuestros corazones, grandes demostraciones de amor por nuestra Alma Mater, nos sentíamos reivindicados como seres humanos.

Por supuesto que tuvimos que enfrentar una gran ofensiva de las fuerzas de Villegas Rico y sus aliados. Pero al igual que en 1973, supimos resistir y tomar la ofensiva, la calle, las carreteras, las escuelas, se convirtieron en nuestras moradas, adquiriendo vida propia y un gran significado cultural para los anhelos de dignidad y democracia que inspiraba cada acción emprendida.

Grandes compañeros dieron luz a una nueva conciencia, nos reinventamos, como profesionales unos, otros como trabajadores administrativos, pero lo que sí es cierto, desde entonces nuestras vidas cambiaron para siempre. Los años 1973 y 1984, nos dejaron una gran huella, ahora somos mejores personas.

Unos ya se nos adelantaron en ese viaje sin retorno, como Alejandro De León, “El Negro” Macías, que entregaron una buena parte de ellos mismos a la lucha por la dignificación de la universidad, otros como Máyela y Paty, o como David Brondo y Nora, hoy son grandes comunicadores sociales. Alfredo Dávila que lucha todos los días por apartarse de las tentaciones, que ofrece el estar al servicio del poder y por supuesto ese gran hombre que seguramente será el encargado de los talleres de serigrafía que trabajan los Ángeles en el Paraíso. Juan Fernando Gallegos Monsiváis, “El Kaliman” que cayó como un gran guerrero de la dignificación.

Y todos aquellos que se escapan a la memoria, pero no al corazón, porque todos los que estuvimos en las trincheras de esa gran épica, somos hoy gente con una gran fortaleza.

Hoy a 30 años de esa gran batalla por la dignificación y a 41 de la lucha por la autonomía, estamos seguros que donde quiera que estemos y lo que sea que estemos haciendo, quienes vivimos uno o esos dos grandes derroteros de la vida de la Universidad Autónoma de Coahuila, estamos construyendo un mejor país.

Evocando, en cada acción que día a día emprendemos, esos días y noches de amor y de guerra, avanzando en la búsqueda incansable de nuestras utopías, pues como dijo Gastón Bachelard “tenemos derecho a soñar” y es nuestra obligación hacer uso de él.

O como dijo El Tívoli “para que nunca, nunca, pero nunca se nos olvide”, y como lúcidamente acotó don Crescencio (El cincuentón), “acabamos de empezar”, seguimos teniendo fe y esperanza y estamos seguros que más temprano que tarde, ese fantasma de la rebelión juvenil recorrerá nuevamente el mundo, con un grito de libertad.

 
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