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el periodico de saltillo
Abril 2014, No. 302


El origen de la instrucción elemental
en la frontera norte de Coahuila



Rigoberto Losoya Reyes.



El origen de la instrucción elemental en la frontera norte de Coahuila, se encuentra muy ligado al desarrollo  económico de cada municipio, pues fue este el que contribuyó a impulsar y mantener económicamente la Escuela Pública.

A partir de 1824 se establece que en cada Villa-cabecera hubiese cuando menos una escuela de instrucción elemental y sería el ayuntamiento el responsable de pagar los gastos para su funcionamiento, sin embargo, de 1824 a 1860, los ingresos fiscales de los municipios  de la frontera norte eran insuficientes para cubrir los gastos de educación, a excepción de las Villas de Piedras Negras y Rosas, las otras poblaciones como Nava, Morelos, Gigedo,  Allende y Guerrero el presupuesto en ocasiones  era muy precario. Con los ingresos de la Aduana  Fronteriza en Piedras Negras, la situación económica en la frontera mejoró notablemente,  pues estos servían para solventar los gastos de la región. Al revisar los antecedentes históricos, encontramos que en mayo de 1825,  en  la población de Allende, ya estaba funcionando la primera escuela de instrucción elemental que estuvo a cargo del Maestro don José León Griego, registrando una matrícula de 23 niños y 5 niñas y para  1829,  la matrícula se incrementó a 42 niños y 7 niñas.

Como puede observarse, la mujer ya contaba desde entonces la misma oportunidad de instruirse que el hombre. La actividad docente era muy elemental, pues se limitaba únicamente enseñar a leer y escribir y adicionalmente la doctrina cristiana. 

El sueldo asignado al preceptor ascendía a la cantidad  de ciento veinte pesos anuales, pero como el ayuntamiento no contaba con recursos, en ocasiones se le pagaba con fanegas de maíz aportado por los vecinos. Como dato muy interesante, debe citarse que las niñas estaban a cargo de la esposa del Profesor, sin embargo, para ella no había un salario asignado. El horario de clases era matutino y vespertino. 

En la mayoría de las escuelas de instrucción elemental del Estado, se utilizaba como texto el catecismo de “Ripalda”, escrito por Jerónimo Martínez de Ripalda con el objetivo de poner al alcance de los niños  las bases de la doctrina cristiana. En 1845 un autor anónimo escribía sobre él:

"Este catecismo, por bueno  y claro que sea, se resiente de cierta escasez de ideas, y en algunos puntos nos parece sobradamente  diminuto... es cosa sensible que no se den explicaciones más amplias y claras de las que se hallan en Ripalda”. Más adelante añadía que el catecismo de Fleury "nos parece digno del erudito y virtuoso autor de la Historia eclesiástica".

Las lecciones se impartían  en Paletas, catones, libros y cartas. El sábado recibían la visita del sacerdote para explicarles la Doctrina y normas de buena educación. 

Por otra parte, en la Villa de San Juan Bautista  (hoy Guerrero), en 1825 la situación económica de la población no era suficiente para pagar los gastos más elementales de educación, si bien se contaba con una escuela, esta no funcionaba, pues no se contaba con recursos para pagar a un preceptor. Después de 1830, los ayuntamientos solicitaron el apoyo económico de los padres  para pagar el salario del preceptor y en ocasiones con la cooperación de todos los del vecindario, lo que dificultaba reunir en forma integra el salario, pues los padres con escasos recursos no podían cumplir con su aportación, motivando que los maestros, no pudiesen recibir su paga en forma completa o en tiempo. Esta situación provocaba a que renunciaran a su empleo cuando la situación era ya insostenible.

En el siglo XIX, el problema económico persistió lo que dificultaba  el buen  desarrollo de la educación en la frontera norte, lo que motivó que los diferentes gobiernos del Estado autorizaran en su momento, el establecimiento de planteles particulares. Los requisitos eran básicos: avisar al municipio, exponerle al preceptor su “plan de estudios” y aceptar someterse a una inspección periódica por parte de los comisionados de escuela, único control que permitía evaluar si la enseñanza se cumplía en forma adecuada.

Estos planteles contaban con solo un maestro y cobraban cuotas acordes a los ingresos de los padres de familia.  En algunas ocasiones los preceptores aceptaban recibir a niños muy pobres  a título gratuito, recomendados por el ayuntamiento. Este panorama predominó hasta los inicios del porfiriato. 

En el caso de la frontera norte, a diferencia del resto del estado, las escuelas se encontraban en las cabeceras de cada Villa, a diferencia de otros estados donde los niños que se encontraban en las haciendas y rancherías muy alejadas del centro poblacional no tuvieran la oportunidad de asistir. El tiempo promedio que un niño asistía a la escuela era de tres años, lo suficiente para aprender a leer y escribir y después auxiliaban a su padres en las labores del campo, talleres, molinos o servidumbre.

En 1886, las poblaciones de Gigedo, Nava, Allende, Rosales, Jiménez, Morelos, Fuente, Guerrero, Zaragoza, contaban con al menos dos escuelas elementales para niños y niñas, a excepción de  Piedras Negras que ya contaba con cinco  planteles (cuatro públicos y uno particular). La matrícula inscrita de todas estas localidades sumaba un total de 871 niños y 514 niñas. 

En Piedras Negras, la Sra. Zapopan Fuentes Viuda de Galindo se dedicó con entusiasmo a enseñar primero a los adultos y luego a los niños por espacio de 63 años. Esta Maestra fue la precursora de la educación elemental. 

Origen de la Escuela “Modelo”  en Piedras Negras
El 21 de octubre de 1897, se presentó ante las autoridades locales, el Prof. Víctor M. Lara, Director de las escuelas oficiales de la región, manifestando que con fecha del primero de octubre se habían fundido las Escuelas No. 1 y No. 2 de varones en una sola que se llamaría “MODELO”, y que sería atendida por un Director, un Sub-Director y seis ayudantes. El Ayuntamiento era presidido por el Coronel Fructuoso García. Al año siguiente, el 3 de febrero de 1898 y siendo Presidente Municipal Don Hilario Delgado, se presentó al Ayuntamiento el Profesor Anacleto Rodríguez, manifestando que se le había otorgado el cargo de Director de la Escuela Modelo por Acuerdo del Gobernador del Estado, y había entendido que sus obligaciones se concretarían a vigilar las escuelas sin tener a su cargo ninguna grupo. También expresó que si el Ayuntamiento deseaba, este último accedía con gusto pero que en tal caso no podría atender la Dirección. Esta situación provocó discusiones en el Cabildo y uno de los Regidores, el Doctor Garza González, dijo que no le parecía imposible que por impartir alguna clase no pudiera atender la Dirección, y puso como ejemplo al profesor Víctor M. Lara, que al mismo tiempo de ser Director, atendía al cuarto año cumpliendo perfectamente con ambos. El Profesor Rodríguez aceptó después de algunos titubeos acepto la responsabilidad dignamente su deber docente.

Bibliografía:
- El catecismo de Ripalda; Dra. María Adelina Arredondo López publicado en:
http://biblioweb.dgsca.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec-Archivo General del Estado de Coahuila, Fondo Siglo 19, caja mayo, legajo 6, año 1824.-Archivo General del Estado de Coahuila, Fondo Siglo 19, caja noviembre de 1828.
-Rosales Olivares, Guillermo Jesús;  Historia de la Educación en Coahuila 1800-1860 de (Tesis para obtener el Grado en Maestro en Historia)  Universidad Iberoamericana;  México, D.F.,  2005.-López Portillo, Esteban; Anuario Coahuilense para 1886; Biblioteca Basica del Noreste, 1994, Gobierno de Coahuila. Reimpresión  --Crónica escrita por Julio Santoscoy Cobo, Cronista de Piedras Negras, Coah. Publicado en la Gaceta Municipal.

 
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