publicación Online
 
 
  ir a pagina principal regresar     
Septiembre 2013
Edición No. 295
ir a ediciones anteriores  

enrique peña nietoEl mal de México se llama desgobierno

Adolfo Olmedo Muñoz.

Recientemente escribí en este mismo espacio (uno de mis últimos reductos de libertad), de manera airada, acalorada, emotiva, mas no irracional, que ya era hora de “destapar el caño” para poner a cada quién en su lugar y para lo cual, pensaba que pudiera haber alguna autoridad en este país, que tuviera la fuerza, política, moral y física personal, que se requiere para volver a esta nación por un camino de búsqueda de ¡algún! destino, que no sea el “manifiesto” de dependencia, de cobardía, de engaño, de burla y estulticia. Creo que ha sido mucho pedir; creo que no hay nadie en el timón de mando. Al menos no dentro de territorio mexicano.

Pasamos del gris mediocre del mandato anterior, a uno blanco estéril, alcahuete, solapador, convenenciero, manipulador, mañoso, engañador, además de investido de un oportunismo servil verdaderamente vergonzoso.

Cuando se hallaba la discusión sobre el perfil que debería reunir el entonces candidato priista a la presidencia de la república, se mencionó con mucha antelación el nombre de Enrique Peña Nieto, por su aparente impulso juvenil, tanto que hasta hizo que a Adela Micha se le desenrollara la pantaleta, además de que sacudió el gallinero de Televisa. Había un trasfondo de lógica para algunos analistas políticos, por el hecho de que el personaje de marras, formaba (al menos así se decía) parte del llamado Grupo Atlacomulco, famoso por haber sido semillero de destacados políticos del pasado.

Muy pronto se ha dejado ver que fue una quimera pues se careció de una verdadera base ideológica partidista, para atreverse a proponer, cualquier cambio que se pretendiera en el país.

Muy pronto se aflojó la rienda para quedar bien con los partidos de oposición y por el temor de que se le pudiera calificar al PRI como el autoritario “de antaño”. La oferta política se formuló basada más en el miedo a provocar el escarnio y la descalificación de la oposición y de la ciudadanía -manipulada por los partidos rémoras-que en postulados del partido que dicen representar.

No es posible que un partido basado en la fuerza de la revolución tiemble hoy de pavor ante la anarquía en todo el territorio nacional. Y no nos estamos refiriendo únicamente al puñado de güevones que tienen “tomada” la plaza nacional, el asiento moral de nuestra nación y el supuesto asiento de los poderes legalmente constituidos. ¡Qué vergüenza!

Resulta realmente de locos hoy día, pretender fijar una postura mesurada; una tesis ideológica firme, un criterio orientador. La imbecilidad tiene asaltado todo, la mediocridad se ha enseñoreado hasta en los más altos círculos de todos los campos de la vida social, la putrefacción apesta ya fuera del país.

Y es que por lo que se ve, no hay quien con los tamaños, para que de un fuerte golpe de autoridad, el famoso golpe de timón, o el fuerte manotazo sobre el escritorio. Peña Nieto, no se sabe si los tiene, pues hasta la fecha se ha visto más como un “sacatón” que como el estadista que se le creía, cobijado por un supuesto grupo Atlacomulco, del que hoy se da muestra que no existe. Como tampoco hay ya el grupo Sonora; Qué decir de los alejados (en todos sentidos) políticos chihuahuenses que tanta presencia tuvieron en nuestro pasado revolucionario.

A Zapata en el sur del país, lo han borrado las felonías de traficantes, asaltantes, violadores, tratantes de personas, que impunemente paralizan las vías generales de comunicación, obstruyen aeropuertos, toman casetas de cobro de carreteras federales. ¡Cualquier pueblo se arma como se le da la gana!, ¡Cualquier monigote eclesiástico secuestra la educación laica y destruye escuelas rurales que tanta falta hacen!

En Sonora desde hace algunos meses se paralizó el tráfico carretero por parte de personas alineadas a una llamada tribu Yaqui, que no quiere repartir agua con ciudadanos de Hermosillo.

Eso y muchos otros desmanes, tienen escandalizada a la población de México, y no sería descabellado decir que “cualquier chispa pudiera incendiaR la pradera”. Eso lo debería saber, si lo hubiera en ese mar de mediocridad que es ahora Gobernación, un grupo de inteligencia estratégica de la política nacional, que tuviera la discreción que hoy no existe, que defendiera el nacionalismo que hoy cobardemente no defienden, que planeara los movimientos para la prevención de delitos y no que tenga que apechugar hechos que les toman siempre por sorpresa.

Desde luego que la irresponsabilidad es compartida. En Sonora, el torpe gobernador no ha dicho una palabra tratando de resolver el problema “del agua para la capital de su entidad”. En Oaxaca, el pávido gobernador Cue, sigue financiando un movimiento “magisterial” con tal de que el cohete no truene en su entidad y aventó a su caterva a los terrenos del perredista Mancera.

Muchos, pero en verdad muchos han sido los comentarios que a favor y en contra se han esgrimido en infinidad de discusiones, en todos los círculos: Casi todos coinciden en que el pueblo, la población civil, ya no aguanta más. Que al fin se le ha colmado la paciencia.

Sin embargo, nadie hace nada en realidad por frenar este desgobierno. Cada quien lleva agua a su molino, mientras los artífices de todos estos desmanes se esconden en el más ruin de los fondillos. Sería torpe pensar que no hay determinados argumentos de base, capaces de justificar algunas protestas, pero la idiotez, el escándalo sin discurso, es aquí y en cualquier parte retardatario.

¿A quién le están haciendo el juego?, Peña Nieto, mientras “camine” su “pacto” siente que no hay por qué sacar las castañas, más, que con la mano del gato. Diputados y senadores, mientras sigan recibiendo sus inmorales “dietas”, tan solo piden que “nadie les haga olas”. La privada de iniciativa (los ladrones de cuello blanco) se frotan las manos con las expectativas que les ofrecen los “cambios” prometidos por Peña Nieto.

Y mientras, los precios siguen subiendo, nadie puede salir sin temor a las calles ante el desgobierno y la inseguridad, la educación sigue siendo cara y mediocre, las diferencias sociales son cada día más evidentes, con un crecimiento exponencial de los pobres de ese país.

En realidad, ya no sabemos los ciudadanos si “hemos tocado fondo” o si acaso ¡no hay fondo!, por que si es así, creo que será, de un momento a otro, ocasión para una nueva revolución. Una verdadera revolución social, que no necesaria- mente se deberá dar por medio de las armas de fuego. Hay mucha gente valiosa y valiente en nuestro país (en NUESTRO país) que seguramente ya han comenzado, “la cuenta regresiva”.

 
 
 

contacto@elperiodicodesaltillo
Facebook: ElPeriodicodeSaltillo

 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
carton noviembre 09 Noviembre 09 Rufino