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Septiembre 2013
Edición No. 295
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El magisterio coahuilense y los inicios de la revolución


Alfredo Velázquez Valle.


Las revoluciones sociales siempre trastocan los cimientos mismos donde se sostienen las estructuras anquilosadas que hasta ese momento daban sentido a una sociedad que ya no responde a las demandas de un nuevo orden que emerge de lo antiguo.

Así ocurrió con la Revolución Mexicana que, iniciada en noviembre de 1910, llegó a remover el aparente estado de paz sostenido por el régimen porfirista.

Quienes se encuentran confrontados en estas convulsiones sociales son, en última instancia, los actores del drama que entraña la lucha del pasado que termina, con el futuro, que está por nacer. En esta lucha dialéctica del desarrollo histórico, los maestros de las escuelas de Coahuila, por una parte, manifestaban tener un constante enfrentamiento con una realidad ajena a sus necesidades y, por lo tanto, hostil a su desempeño de mentores de la niñez.

Por otro lado, el anciano régimen defendió, hasta que pudo, las prerrogativas que poseía para tratar de anclar la existencia misma del profesorado a un esquema de trabajo que no podía seguir subsistiendo ya más.

La burocracia del Estado porfirista no logró comprender (no lo podía), que la transición hacia nuevas formas de relaciones sociales de producción implicaba su propia desaparición como tal.

En este contexto, la entonces Dirección General de Instrucción Primaria, producto natural del régimen, siguió, por algún tiempo y tozudamente, tratando de escapar de una realidad de la cual ya estaba fuera.

Así, maestros y autoridades entraron en un período de luchas o confrontaciones que llevó a la transformación sensible, en este caso, de la escuela pública coahuilense, y mexicana, en general.

Las condiciones de pauperismo e indefensión de una masa de profesores, que se veían obligados a desempeñarse bajo condiciones desventajosas y sumamente accidentadas, hacían que la instrucción elemental de los niños coahuilenses fuera en más de un sentido deficiente.

Por su parte, el gobierno del estado desempeñaba su función de ofertar plazas laborales sin garantizar más que obligaciones que excedían las posibilidades de cumplimiento por las condiciones imperantes en el momento.

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En el periodo comprendido entre 1911 y 1916, hemos de ubicar este proceso de transición en que la entonces Dirección General de Instrucción Primaria tuvo que ceder a una nueva realidad que terminó por transformarla bajo los dictados de la nueva Carta Magna; específicamente, bajo los lineamientos de su Artículo 123, que inauguró una nueva relación laboral entre el Estado y sus trabajadores; de entre ellos, los docentes.

Obra en este Archivo Histórico de la SEDU, un bagaje de información que da cuenta de este periodo referido.

Del Libro de Correspondencia de la Dirección General de Instrucción Primaria del Estado, que va de octubre de 1911 a abril de 1912 hemos seleccionado algunos ejemplos significativos de este desajuste o desfase que confrontó a instituciones y hombres de una sociedad en transición.

Aunque la correspondencia da fe de solo una de las partes (la del Director General del ramo, Profr. José García Rodríguez) y desestima a su contraparte, los maestros, no deja de ser ilustrativo ya que podemos leer “entre líneas” ese enfrentamiento ya citado.

Así, las renuncias por falta de pago de un sin número de maestros dejaba ver, en el periodo referido, lo difícil que comenzó a resultar la contratación de nuevos mentores que, bajo la inseguridad endémica de un salario escamoteado por el propio Estado-patrón, optaban por alejarse de la tarea magisterial:

“Sr. Prof. A 17 de noviembre de 1911 Domingo Pérez
La Rosita, Coahuila

Muy señor mío y amigo:

Recibí su apreciable de 14 del corriente. Los profesores de las Escuelas No. 3 y 4, me avisaron por telégrafo, que dejaban de trabajar en virtud de que no se les había pagado su sueldo. Como usted sabe, en asuntos de estas materias, la Oficina de mi cargo sólo puede dar aviso al Gobierno…”

José García Rodríguez (rúbrica)
“Sr. Inspector, A 22 de diciembre de 1911
Apolonio M. Avilés Juárez, Coah.

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Estimado señor y amigo:

Últimamente han dimitido sus cargos el Sr. Profr. Juan N. Espinoza de Palaú; la Srita. Nieves Rodríguez, de Sabinas, y la Srita. Altagracia Neira, de Rosita, y como ignoro si ya usted procedería a gestionar con quién sustituirlos, aunque supongo que ya tendrá conocimiento del asunto, me apresuro a suplicarle se sirva no dejarlo de la mano a fin de evitar ulteriores trastornos en las escuelas de aquellos lugares. Le recomiendo igualmente la vacante que dejó en San Pablo, jurisdicción de C. Ciénegas, la Srita. Carmen Ramos de Garza así como la que acaba de dejar en Nadadores, el Profr. Octavio Flores Chávez, quien ayer estuvo en esta Ciudad, de paso para Chihuahua…”

José García Rodríguez (rúbrica)

Por otra parte, en pleno ascenso revolucionario, cuando el movimiento armado de las masas aún no llegaba a su cenit, la labor de apaciguamiento del entonces Director de Instrucción Primaria se desplegaba y exhortaba a los maestros a mantenerse alejados del mismo movimiento social que reivindicaría en 1917 su labor de trabajadores al servicio de la educación:

“Sr. Profr. A 23 de diciembre de 1911 José Ruiz Castro
Matamoros, Coahuila
Muy señor mío y amigo:

Quedo debidamente impuesto de su apreciable de 19 del actual.

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No soy partidario de que los profesores tomen parte activa en la política, porque de ello pueden nacer dificultades para el desempeño de su cometido que redundan en perjuicio de la escuela; por cuyo motivo me permito aconsejarle que desista en lo sucesivo de toda injerencia en tales asuntos, sin que por esto se entienda que deje de hacer uso de su derecho de sufragio…”

José García Rodríguez (rubrica)
Sr. Profr. Alfredo Flores Hesse A 31 de enero de 1912
Torreón, Coahuila.

Muy señor y amigo:

Correspondo a la apreciable de usted, fecha 29 del que cursa.

Creo que no es posible prohibir de una manera terminante a algunos de los profesores de esa ciudad, que se mezclen en asuntos de carácter político, por no haber una prescripción legal para ello; pero pude usted perfectamente hacerles ver en Conferencias la necesidad de que permanezcan alejados de esas cuestiones, a fin de que su posición siempre sea estable y permanezca libre de los cambios a que de otro modo estaría sujeta…”

Por último, en la siguiente carta enviada al presidente municipal de Parras, el profr. García Rodríguez hace uso de su investidura para condicionar la permanencia de la Directora de la Escuela Oficial de Niñas # 1, por “no someterse” a las órdenes del Director General de las Escuelas de ese municipio.

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A la profesora Francisca Hernández, que así se llamaba la susodicha directora de la escuela oficial de niñas, nada la amparaba o protegía de dichas decisiones unilaterales (el diálogo, las razones, los motivos estaban subordinados a la disciplina) y, a veces, arbitrarias o faltas de justicia:

“Sr. Presidente A 24 de abril de 1912 Andrés L. Viesca Parras, Coahuila

En vista de las quejas que a menudo se han recibido en esta Dirección, relativas a que la Srita. Francisca Hernández, Directora de la Escuela Oficial No. 1 para Niñas, de esa ciudad, no se somete a las órdenes del C. Director General de las Escuelas de ese Municipio, no obstante la mesura y el comedimiento con que se la trata por parte de éste, he creído necesario confirmar la separación temporal de dicha señorita acordada recientemente por el C. Inspector del Distrito, ya que es de todo punto inconveniente seguir tolerando semejante conducta.

La cual es contraria a la uniformidad y a la cohesión que deben existir en todo grupo colectivo encomendado a la vigilancia de una persona, sin embargo, he hecho comprender a la expresada señorita que si después de reflexionar sobre este asunto vuelve sobre sus pasos y se decide a someterse a las órdenes de aquel empleado, dentro de la Ley de Instrucción vigente, podrá volver a sus labores; pero que de lo contrario se sirva manifestármelo oportunamente, a fin de gestionar quien la sustituya…”

José García Rodríguez (rúbrica)

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Hemos de concluir, por lo expuesto, que las condiciones en que laboraron los maestros de Coahuila en este periodo de transición (inseguridad económica, asfixia política y ausencia de protección laboral ante el patrón), se agravaron y los confrontó con el aparato de Estado, representado por la Dirección de Instrucción Primaria; institución, que por su origen y naturaleza, pretendió seguir tratándolos como si una nueva realidad nacida el 20 de noviembre de 1910 no se hubiera hecho presente ya.

 
 
 

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