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Septiembre 2013
Edición No. 295
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jerico abramo massoLa batalla por el Congreso primera
escala en la ruta por la gubernatura


Jorge Arturo Estrada García.

¿Civilidad, conflictos de baja intensidad o guerra declarada? Los escenarios se vuelven más interesantes cada día. En los próximos meses se sentarán las bases de la batalla por el Congreso de Coahuila. Los interesados ya mueven sus piezas. Y, hasta los proyectos de sucesión al Palacio Rosa ya están en marcha.

Por supuesto que la primera escala, en la ruta a la gubernatura, será la elección de diputados locales el año próximo. Lo electoral dominará la vida política de la entidad los próximos meses. Los nuevos alcaldes tendrán las encomiendas de generar y fortalecer las bases de apoyo que se requieren para los buenos resultados. Los opositores tratarán de desgastarlos y desprestigiarlos.

El PRI de Coahuila viene de dos derrotas consecutivas. Lo que estará en juego será la mayoría en el congreso local. El control de las cuentas públicas y de la legislación del marco legal, estará en disputa. Otra derrota para el tricolor significaría una debacle de proporciones históricas, nunca ha existido una mayoría de diputados de otro partido en la entidad.

El grupo político en el poder está desprestigiado y debilitado. La maquinaria que los llevó al poder ya no ronda la excelencia en cuanto a resultados. Sin embargo, cada elección es distinta. Y en política, las circunstancias mandan.

El Gobierno de Coahuila ha fallado drásticamente en generar confianza y seguridad entre los ciudadanos. Y los alcaldes salientes están muy lejanos de haberse desempeñado en forma brillante. La mediocridad ha sido el sello de sus gestiones.

Sin dinero en cantidades suficientes, sin proyectos estratégicos y sin desempeño eficiente el gobierno estatal navega a la deriva. No concreta, no ilusiona y tampoco convence. Rubén Moreira se ha concentrado en lo electoral y ha sido derrotado. Sin otras alternativas, la conservación de sus nichos de poder se convierten en su prioridad inevitablemente.

En este contexto se dará el relevo en las presidencias municipales. Los alcaldes en retirada y los entrantes cruzarán sus caminos. El primer año de los nuevos munícipes coincidirá con la batalla por el Congreso de Coahuila.

Los malos gobiernos municipales también contribuyeron decisivamente en las derrotas. La nueva clase política que prometió el moreirismo resultó un fracaso. Por lo mismo, se intentará desgastar a los nuevos, opositores, desde su entrada.

En el pasado reciente, José Ángel Pérez y Memo Anaya estuvieron bajo fuego durante años. Durante el gobierno de Humberto Moreira y con el PRI de Rubén, ambos personajes fueron intensamente combatidos. Los dos quedaron desprestigiados y ninguno llegó a gobernador.

Durante el sexenio de Humberto, el dinero corría a raudales. Tanto los alcaldes como el PRI se acostumbraron a gastar a manos llenas. Sin control, sin límites y sin rendición de cuentas, los ayuntamientos se endeudaron y se sumaron a los programas del Gobierno de la Gente. Descuidaron criminalmente la seguridad y permitieron la corrupción completa de las policías municipales. Se perdieron las ciudades completas a manos de la delincuencia.

A la llegada de Rubén al Palacio Rosa, los problemas ya habían estallado. La quiebra de las finanzas de la entidad, la crisis de inseguridad y los escándalos de corrupción de Humberto y sus colaboradores eran tema de todos los días a nivel nacional e internacional.

El nuevo gobernador ya no pudo soslayar el combate a la delincuencia, tampoco el someterse a las reglas de las calificadoras y los bancos para reconstruir las maltrechas finanzas de la entidad y admitir la transparencia en las cuentas públicas. Era obligado racionalizar el gasto y certificar a las policías locales.

Y los presidentes municipales tuvieron que obedecer los dictados de Rubén. Claro, que lo hicieron a medias y mal. Estos alcaldes salientes vivieron dos años de abundancia, desenfreno e irresponsabilidad, con Humberto Y los dos finales bajo la mirada del nuevo gobernador que exigió orden y mesura.

Esta camada de munícipes no supo estar a la altura de los retos que enfrentaron. Tampoco los dejaron gobernar. Tanto Humberto como Rubén se dedicaron a hacer obras de alcaldes. El Mano con Mano de Humberto se convirtió en el tú pagas las deudas y terminas sólo las obras incompletas, que estableció Rubén para ellos.

Cuando llegó la debacle financiera, los ayuntamientos dejaron de recibir participaciones completas y a tiempo, tuvieron que despedir a cientos de recomendados que llenaban las nóminas municipales, dejaron de pagar a los proveedores y las deudas bancarias los ahogaron.

Los problemas de inseguridad hicieron crisis. Pero se había acabado la era de las excusas. Ya no era un “problema federal”, y había que depurar a las corporaciones policíacas y hacer frente a los criminales. Casi dos años después aún no terminan los exámenes de confianza, no contratan a nuevos policías y las ciudades siguen en manos de los delincuentes. Usaron el dinero que se ahorraron en policías para completar su gasto corriente.

Así encontrarán los municipios los nuevos alcaldes. Entre estos destacan dos que por su desempeño podrían proyectarse como fuertes aspirantes al Palacio Rosa: Miguel Ángel Riquelme e Isidro López.

Riquelme encontrará una ciudad muy deteriorada y endeudada. Los torreonenses están muy molestos con Eduardo Olmos, los hermanos Moreira y con el PRI. Estas molestias alientan y fortalecen a la oposición y al movimiento separatista para formar el estado de la Laguna. En la medida en que Miguel Ángel conecte, convenza y genere confianza, podrá contener el ambiente hostil y sobre todo impedir que el deseo de formar un nuevo estado crezca.

Isidro López llegará sin experiencia en política y en el servicio público. Para algunos observadores, esto será un serio hándicap para conducir un buen gobierno. Para otros, esto es una ventaja, ya que llega sin los vicios tradicionales del engaño y la mentira de los profesionales de la política. Los retos para el empresario serán responder a las demandas de seguridad de los ciudadanos y que los servicios públicos funcionen a niveles óptimos.

Por ser panista, diversos analistas, señalan que desde el tricolor y el palacio de gobierno saldrán múltiples obstáculos para evitar que crezca políticamente y que su gobierno sea considerado como brillante. La política también es guerra, en muchos sentidos. Así le pasó a su tío Rosendo Villarreal, a Memo Anaya y a José Ángel Pérez. Contra Pérez, incluso Rubén, entonces dirigente estatal del PRI, se fue por largas temporadas a Torreón para coordinar las acciones. Hasta anunció que viviría en aquella ciudad. Son otros tiempos, podrían ser otros procedimientos.

De esta forma, si Riquelme y López Villarreal realizan buenos gobiernos se colocarían en posición privilegiada para aspirar a una candidatura por la gubernatura de sus partidos. Falta que tengan capacidad y que los dejen.

En pistas paralelas se mueven David Aguillón y Armando Luna, quienes junto con Riquelme conforman el trío de “Delfines” del moreirismo.

A Aguillón y a Luna les falta ganar un puesto de elección popular para cumplir los requisitos del PRI. Ellos podrían competir por una diputación local el año próximo.

El PRI repetirá general. El mariscal de campo le tuvo confianza o no tiene más remedio. Pareciera que se le acabaron las cartas ganadoras y que la fórmula ya se agotó. Los malos alcaldes como Ramón Oceguera, Melchor Sánchez, Jericó Abramo, Eduardo Olmos y el Conejo Aguirre, seguramente serán asimilados a la estructura gubernamental y tal vez hasta los harán candidatos.

El PRI ha perdido cientos de miles de votos. El gobierno estatal no despega. No está aportando mucho y no ha conectado con el grueso de la población. La estrategia de comunicación es pésima. Hablan de logros ajenos, en los que ellos no contribuyeron. Parece que no comprenden el contexto actual ni el estado de ánimo de los coahuilenses. Los spots son malas copias de campañas de anteriores sexenios. Las calificaciones ya rondan el cinco.

Se reconoce el esfuerzo de Rubén en materia de seguridad, pero ha sido un proceso muy lento y escaso, Armando Luna no ha sido capaz de acelerarlo y fortalecerlo. Hasta dentro de cuatro años habrá suficientes policías dice el discurso gubernamental. Mientras, lo que hay son más delitos y muertos y vivir inseguros. Los alcaldes salientes fueron forzados a depurar, pero lo hicieron con renuencia y a ritmo lento. Y lo peor no contrataron. Usaron el dinero que se ahorraron en policías para completar su gasto corriente.

Así, en estos meses se irán configurando las condiciones que influirán en el ánimo de los coahuilenses. La población sigue molesta y polarizada. Esta batalla será de importancia crucial. Dominar el congreso podría ser la avenida que conduce al Palacio Rosa si gana la oposición.

 
 
 

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