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Abril 2012
Edición No. 278
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El tesoro de Las Cinco Navajas

Rubén Dávila Farías.

El estallido de la guerra de independencia en 1810, la matanza de la Alhóndiga de Granaditas y la furia que guardaban las huestes de Miguel Hidalgo contra los españoles, provocó que un considerable número de súbditos ibéricos decidieran abandonar tierras y haciendas y huir para ponerse a salvo de las huestes insurgentes.

Sólo cargaron consigo sus bienes más preciados, es decir su oro, su plata y todos los objetos que pudieron y que fueron fabricados con el mismo metal. Largas recuas de mulas emprendieron el camino hacia el norte del país tratando de no encontrarse con los insurrectos y mucho menos con las bandas de indios hostiles, aunque con unos u otros les esperaba una muerte segura.

Una de esas familias cuyo apellido y origen en México no pudimos averiguar, decidió emprender la huida hacia Golfo de México esperando encontrar un buque que los llevara hacia España de donde, algunos, no pensaban regresar jamás al país que les dio riqueza.

En la mayoría de los caminos que conducian hacia la costa había viajeros que intercambiaban noticias sobre el desarrollo de la guerra y sobre los movimientos de los insurgentes que, después de las derrotas sufridas por las tropas realistas, se desplazaban hacia el norte. Esta clase de noticias aumentaba el pánico entre los viajeros, principalmente aquellos que viajaban con familias y riquezas.

Los que llevaban su oro y su plata se movían más lento; nada podían hacer para que sus acemilas se desplazaran con mayor ligereza lo que aumentaba su desesperación y su miedo. El avance de los revolucionarios hizo que entraran en pánico hasta el punto de que decidieron dejar a buen resguardo sus riquezas que, para algunos, importaban más que sus propias familias.

Uno de los grupos en fuga se desplazaba por el cañón de San José de los Nuncios, al norte de Ramos Arizpe. Su desplazamiento era lento y dificil, pues aparte de la carga, en el grupo iban mujeres y niños que de alguna forma u otra impedían acelerar la marcha.

Por este camino esperaban continuar hacia el mar evitando el paso por Monterrey y otras poblaciones en donde ya había grupos que apoyaban la insurgencia, y por lo tanto también odiaban a los españoles.

Las penalidades del viaje y el peligro de caer en manos enemigas obligaron a algunos iberos a decidir ocultar su fortuna en algun lugar seguro de las serranías que flanqueaban los caminos por donde esperaban llegar a su destino.

A un lado del cañon de San José de los Nuncios existe una formación rocosa conocida hasta hoy como las Cinco Navajas y en ese lugar, el jefe del grupo decidió esconder su dinero. Toda la familia participó en el ocultamiento de aquel tesoro y terminada la faena emprendieron con mayor rapidez su viaje.

Mientras tanto en México la lucha continuaba y así siguió por varios años hasta la consumación de la independencia.

Muchos años después, cuando el país estaba en uno de sus lapsos de tranquilidad, llegaron hasta las Cinco Navajas, un grupo de españoles a los que acompañaba un anciano que era nada más ni nada menos que uno de los niños que habian viajado en aquella caravana que huía en los albores de la guerra, y que participó hasta donde sus fuerzas le permitieron en el entierro de las preciadas riquezas que nunca llegaron a españa.

Sin embargo el anciano no pudo recordar el punto exacto donde se hizo el entierro. Durante varios días buscaron por todo el lugar pero no pudieron dar con el caudal que les permitiría vivir sin problemas el resto de sus días.

Finalmente se desesperaron y decidieron abandonar la búsqueda . No tenia caso seguir buscando, sus recursos se agotaban y el anciano no podia recordar por más que lo intentaba, donde se había enterrado el dinero y demás bienes.

Antes de regresar a España contaron a algunos miembros de la familia propietaria de San José de los Nuncios cual habia sido el motivo de su viaje, pero no se sabe que hayan buscado el tesoro aunque si comentaron sobre el mismo a sus descendientes, uno de los cuales me contó sobre aquella riqueza oculta en las navajas y que, al parecer, hasta la fecha sigue allí, sin que aparentemente nadie la haya encontrado.

Esta historia ha perdurado a través de los años. Infinidad de buscadores de tesoros han viajado hasta Las Cinco Navajas con la esperanza de encontrar el tesoro pero nadie ha dado con el mismo, o al menos eso es lo que se dice.

La historia de esta familia no es única. Muchos otros españoles hicieron lo mismo y a lo largo de los caminos reales que iban al norte o hacia la costas se habla de fabulosas riquezas escondidas. Algunas han sido encontradas por mera coincidencia al realizar diversos trabajos en tanto otras muchas siguen alli, enterradas, esperando que algún afortunado tenga la dicha de encontrarlas.

 
rubendavilaf@hotmail.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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