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Febrero 14, 2011
FEBRERO 2011, No. 263

El nuevo perfil del lagunero

Manuel Padilla Muñoz.

Confirmado: en poco menos de dos generaciones, toda una política, económica y social de 102 años de existencia de Torreón se modificó radicalmente, y con ello el perfil que caracterizó, por décadas, a los hombres y mujeres laguneros que pasaron del concepto aldeano al citadino y se enfilan ahora al de la deshumanización de las grandes metrópolis del futuro, construidas sobre la base de una selva de concreto y asfalto.

Es el dominio de la llamada “Generación Y”, la que caracteriza al nuevo perfil de los laguneros. En el estudio dialéctico de la sociedad humana, se llama Generación Boom a los nacidos entre 1946 y 1964 (Boomers, nos llaman), la Generación X, los nacidos entre 1965 y 1981 y la Generación Y, o del Milenio, integrada por los nacidos después de 1981.

¿Nos estamos “añejando”?, pregunto a mi querido hermano Carlos y la interrogante se extiende a los “boomers” que quedamos. Posiblemente sí. Apliquemos el parámetro en nosotros mismos. En el oficio periodístico existe una máxima populachera: Un periodista que no persigue mujeres, está viejo; un periodista que no persigue la noticia, está muerto. Estamos viejos pero no muertos, nos conformamos, mi querido hermano.

Fíjate, la gente ya no es como antes. Para los niños de hoy, resulta incomprensible como los infantes de hace seis o más décadas sobrevivimos. Las comparaciones, aunque odiosas, nos permiten tener una visión de las transformaciones de la psicología de los laguneros de antaño, hogaño y los actuales. Son necesarios estos parámetros para conocer el pasado, interpretar el presente y preveer el futuro.

La memoria social nos conduce irremediablemente a la otrora proverbial calidez humana de los laguneros, a la naciente ciudad cosmopolita que recibía con los brazos abiertos a quienes llegaban a estas tierras y que formaron el espíritu lagunero de hombres recios, valientes, arriesgados, que “dominaron al desierto”, creadores de este emporio orgullo nacional.

No hace mucho tiempo, todavía se podía caminar por las calles de nuestra ciudad con toda tranquilidad y seguridad. Decenas de familias de todos los sectores y niveles sociales, por las noches, acudían al centro de Torreón a admirar los aparadores de las tiendas comerciales; sobre todo en época navideña, eran las delicias de los pequeñines. Ciertamente, había algunos lugares y colonias, no seguras ni confiables, pero estaban perfectamente identificadas y demarcadas y se encontraban en la periferia. Pero el centro comercial, el corazón de la ciudad, lo que conocemos como centro histórico, era el lugar más seguro de Torreón. Las medidas de seguridad cotidianas eran: “Ten cuidado al cruzar la calle, voltea a la izquierda y a la derecha a ver si viene algún automóvil”. Las escuelas eran lugares seguros.

En la actualidad, ningún lugar es seguro para los torreonenses, menos el centro histórico, donde son continuas las balaceras provocadas por las bandas del crimen organizado. Hoy en día, nadie está seguro de su vida, de la de su familia y de sus bienes, ni en su propia casa.

Hasta hace unas décadas, se empleaba el término antro con carácter despectivo para referir ciertos lugares de ocio y entretenimiento de dudosa reputación, haciendo referencia a sus intempesti- vos horarios de apertura, las pocas comodidades que ofrecían a la clientela, las prácticas al margen de la ley que en ellos puedan darse o, simplemente, a su aspecto sombrío, lóbrego o semioculto. Las cantinuchas del arrabal, pues. Eran “antro de perdición” o “antro de mala muerte”.

En la actualidad, antros son los lugares de entretenimiento: es el nombre alternativo con el que se conoce a los clubes nocturnos, discotecas, bares, table dance y otros. Los antros son lugares de moda, donde los concurrentes pueden bailar, socializar o consumir bebidas alcohólicas y en ge- neral teniendo el entretenimiento como objetivo, puestos de moda por la llamada “alta sociedad” como símbolo de elevación social. Hasta un verbo popular se ha producido: “Voy a antrear esta noche”, dicen los chavos de la generación "Y".

Por lógica, la música no es la misma. Antaño, la música era acorde con la poesía escrita por sus poetas. Respondía a las fibras más sensibles del pueblo y sus tradiciones, ensalzaba el espíritu y empujaba a los seres humanos a sentirse más nobles y elevados. La música, sin duda, fue parte esencial del bagaje cultural del pueblo lagunero.

En una ciudad donde ahora la obesidad infantil es un problema preocupante podemos jactarnos que en nuestros tiempos podíamos jugar en las calles con pelotas, trompos, a las “cebollitas”, a las matatenas, a las escondidas y no éramos gordos. Cuando mucho en la escuela, en el barrio, había uno o dos gorditos y ya.

Las dos últimas generaciones del siglo XX y la primera del XXI son ahora menos visionarias, más agresivas, menos constructivas, hasta cierto punto indolentes aunque, paradójicamente, con mayor preparación educativa y cultural o cuando menos tienen mayores accesos a ello.

La cuestión del dominio del espacio -que indudablemente ha sido un factor de cambio- adquiere una posición central, y dos conceptos son fundamentales para dar cuenta de ella: uno es el concepto de territorio, entendido como la porción de superficie terrestre apropiada por un grupo humano; y el otro es el concepto de espacio vital, que expresa la necesidad de territorio de una determinada sociedad, variable según sean su bagaje tecnológico, sus efectivos demográficos o los recursos naturales disponibles.

El Espacio Vital establece la relación entre espacio y población: Espacio Necesario para garantizar la supervivencia del Estado frente a otro. El ambiente determina los rasgos físicos y culturales de la población. La Historia es la lucha por el espacio, en la que los más fuertes (civilizados) serán los vencedores.

En cuanto a los adelantos tecnológicos, podemos considerar que esta generación fue la primera en conocer los videojuegos, los últimos en grabar canciones de la radio en cassette y pioneros en el walkman y el chat; los primeros en trabajar a través de una ETT y expertos en mandar curricu- lums por internet. Los niños de esa generación se divertían sin iPod’s, computadoras, internet y pantallas planas.

“Jugamos con el Spectrum, el Tetris, Mario Bross, Top Gear, vimos los anuncios de los primeros celulares y creímos que internet sería un mundo libre”. A esta generación le tocó vestir jeans de campana y su primer par de tenis lo tuvieron hasta después de los 10 años.

Incluso las formas de “ligar” cambiaron con el tiempo y la “Generación X” presume de sus tácticas y prefieren conocer gente en un chat. Antaño, el juego de la botella y verdad o reto eran los medios para besar a la persona que les gustaba.

¿Te suenan Xuxa, Locomía, Azúcar Moreno, Guns N’ Roses y Queen? ¿Sí? Entonces también eres de la “Generación X”.
Además, si programas como Salvados por la campana, Beverly Hills 90210, Carrusel y las caricaturas de Robotech, Los Halcones Galácticos, Los Pitufos, La Pantera Rosa, Los Picapiedra, Las Tortugas Ninja, He-Man, Transformers y El Pájaro Loco tienen un lugar en sus recuerdos de la niñez, no hay duda, el mensaje es para Usted.

Autos sin cinturones de seguridad, puertas sin proteccio- nes, columpios de metal con esquinas en punta, pasear en bicicleta sin casco, frascos de medicinas sin seguro para niños y beber agua sin embotellar son sólo algunos de los hechos que hoy serían impensables para los de esta nueva generación y les resulta incomprensible que así haya sido le vida antes.

Las ciudades conurbadas de la Comarca Lagunera han perdido, lenta pero inexorable- mente, su aire provinciano. Ciudad Lerdo, Durango, llamado alguna vez el oasis lagunero es el mejor ejemplo.

No cabe la menor duda, querido hermano Carlos, nos hemos “añejado”; el futuro es de nuestros hijos y nietos.

 
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