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Febrero 13, 2010
Febrero 2010, No. 251
 
De palmas y mezquites
 
Salvador Hernández Vélez.
“Se van a secar”, me dijo un amigo campesino cuando observó las yucas que plantaron en los noventa frente a la “Narro” en Torreón. El entonces director de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, Ulises Adame, encontró en un ejido de San Juan de Guadalupe, Durango una plantación de palmas, de yucas, que plantaron 25 años atrás los campesinos con el programa Conasupo-Coplamar. Ulises consiguió el permiso de ejidatarios para trasladar esas palmas a Torreón y adornaran un tramo del periférico Raúl López Sánchez, justo frente a la Narro.

Estaban sobre un montón de tierra, y un amigo campesino comentó: “…Ahí nunca van a recibir agua. Las palmas se dan en el monte, pero donde el terreno hace cuenca. Donde se acumula agua cuando llueve es donde nacen las plantitas. O bien donde el suelo es permeable y por tanto también guarda agua.” Se veían bonitas, con sus picos verdes volteando para todos lados.

Sin embargo nos duró poco el gusto, no sólo a Ulises, sino a todos los laguneros, porque era un elemento de ornato agradable. La flora siempre es buena, tanto para la tierra como para nosotros, nos ofrece un mejor ánimo y de paso, nos regala oxígeno. Desafortunadamente, en aquella ocasión replantaron sobre un montículo de tierra. Al poco tiempo las yucas se secaron, todas. En un principio se veían bonitas, en su “monte”, pero olvidaron lo elemental: las palmas necesitan agua.

Conozco otras situaciones similares. En la entrada a las dunas de Bilbao, pertenecientes a Viesca, a los ejidatarios se le ocurrió también replantar las palmas que sacaron del monte y las llevaron a adornar la entrada a las dunas. Las trasplantaron en un sitio que no acumula agua, cuando de casualidad llueve. Nuestra región tiene un nivel de precipitación pluvial promedio histórico de 240 milímetros al año, es además muy errática ¿Y qué pasó? Adivinaron, también se murieron sus palmitas. Me parece extraño, que tanto el ex director de una escuela de agronomía y los ejidatarios que tienen una importante plantación de palmas no tomarán en cuenta una regla elemental de éstas. Como cualquier ser vivo necesitan agua para sobrevivir y para reproducirse.

Analizar estas circunstancias me ha llevado a investigar qué piensa la gente sobre las palmas. ¡Oh sorpresa!, contestan que son plantas del desierto y que por ello no necesitan agua. Luego les pregunté: ¿Han visto una palma en el desierto? Y asientan. En seguida les digo que las fotos que han visto con palmas no están en el desierto, sino en el oasis, en donde las palmas tienen un manantial en su raíz. Después de reflexionar un momento concluyen que así es, por tanto con asombro concluyen que si necesitan agua para su desarrollo.

Recuerdo que me platicó mi amigo Esteban Osorio que cuando vino de visita su mamá oriunda de Veracruz se asombró cuando él iba a regar los árboles del jardín. No daba crédito, cómo era posible hacer eso, en su tierra jamás se riegan, los niveles de precipitación son muy altos. En cambio nosotros vivimos en una región con lluvia escasa y los mantos acuíferos se están agotando.

Usar en el paisajismo de la zona urbana especies nativas es la mejor opción. El Club Montebello es un bonito ejemplo del rescate de la vocación de la tierra. En las ciudades de Arizona, incluso ofrecen carreras universitarias y maestrías con especialidad en el uso de plantas del desierto en el paisajismo. He visto los jardines, en realidad son increíbles, de una belleza que resulta difícil concebir pues son cactáceas y leguminosas, no le piden nada a los paisajes que nos empecinamos en “recrear” en las colonias residenciales de Torreón.

Varios amigos me comentaron que en algunos camellones de Torreón que tenía hermosos mezquites, los andaban sacando, para replantar palmas. Los mezquites en sí son nativos de nuestra región, pero para que adornen el paisaje urbano hay que tratarlos como árboles. El mezquite es una planta extremadamente dura, tolerante a la sequía debido a su extensísima red radicular y gruesa raíz principal, se ha encontrado hasta a 47 metros de profundidad. Por supuesto, que usará el agua que energéticamente le resulta menos difícil. Pero si existe agua superficial, es la primera que absorberá. Hay que cuidarlos, regarlos, abonarlos y hacerles sus podas correspondientes. Lo mismo que hacemos con los árboles que adornan nuestras casas pero que no son de la región y en consecuencia, demandan mucha agua.

En Matamoros, Coahuila un investigador del INIFAP plantó afuera de su casa y frente a ella unos mezquites muy frondosos que daban sombra en toda la calle. Lo cambiaron a otra ciudad a trabajar y vendió la casa. Los nuevos inquilinos lo primero que hicieron fue masacrar esos árboles, eran unas bellezas, a diferencia del “mezquite de miel” el prosopis glandulosa es el que predomina en la Laguna. La especie que talaron era prosopis chilensis, de un color más verde, con una copa bien desarrollada.
Por desgracia no aprendemos y seguimos plantando especies ajenas que demandan cantidades de agua que ya no tenemos. Es necesario respetar la vocación de nuestra tierra. Nos quejamos de los productores agropecuarios que gastan gran cantidad de líquido vital y nosotros también contribuimos en cierta medida con la flora ajena que demanda mucha agua.
 
jshvelez@hotmail.com
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   
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